Un simple deseo

Parecía un día normal

Mientras camino con dirección a mi dulce hogar, con alrededor de 20 preguntas confundiendo un poco más mi existencia, me doy cuenta que desde que comencé el año escolar mis días han estado todo menos normales. Me alegra y a la vez me asusta ya que muestra un flujo de sucesiones a las cuales aún me cuesta acostumbrarme. Sin embargo, estas se deben a que he conocido nuevas personas, las cuales se han ido haciendo cercanas a mí de alguna u otra forma y no me arrepiento en lo absoluto, ni deseo que no se me crucen por el camino pues como digo “las cosas pasan por algo”.

- Buenas tardes –al abrir la puerta de mi casa saludo, pero no hay respuesta- ¿Zainab?

Cierro la puerta, camino hacia las escaleras nerviosa y al pasar de los segundos escucho el sonido de una puerta abrirse. Pienso en todos los dioses que he conocido en los libros para rogar que no sea un delincuente y sea una de mis hermanas. 

- Chiki, llegas tarde –sentí alivio en el momento que oí la voz de mi hermana mayor.

- Sí, lo siento –con más tranquilidad procedí a ir a mi cuarto- por cierto, ¿Dónde está, Zainab?

- La verdad no sé, llamare a Roxana para averiguarlo.

Esta situación era extraña, por lo usual si a Roxana se le presenta algo nos llama con anticipación. Bueno, lo mejor sería no pensar en los peores posibles escenarios.

- Chiki, dice que hubo accidente de tráfico en el camino a la casa y por eso es que no han llegado.

- Hoy es tu día que menos ocupada estas, ¿verdad?

- Sí, ya he terminado los exámenes solo me falta terminar mi tesis –estar en el último ciclo de la universidad no siempre es tan difícil como parece, pero en definitiva tampoco es fácil. 

- Es verdad escuche que por fin lograste conseguir todos los resultados que necesitabas de esa encuesta sobre la comunidad LGTB que ira en tu tesis.

- No fue tan fastidioso como pensé sin embargo me ayudó mucho el hecho de que las compartiera Jennifer en su universidad, hay que salir un día de estos en modo de agradecimiento y para relajarme. 

- Yes, hay que ir al mall que recién abrió cerca de aquí.

Y pensar que mi hermana fue a la marcha del orgullo gay para poder rellenar las encuestas para su trabajo de investigación en donde termino haciendo amigos y se reencontró con viejos conocidos. Cuando se los encontró no se lo pudo creer, al llegar a casa me conto como unos actuaban como si nada y otros estaban muy avergonzados como si con las manos en las masas los hubieran encontrado. Lo que más me alegro de esta experiencia suya fue que obtuvo fotos muy curiosas y alegres. Las horas pasaron mientras hacía tarea que sin darme cuenta me quede dormida en mi escritorio.

- Levantate, es tarde Chiki –sentí que me tocaban el brazo.

-Ya voy –con flojera respondí a su llamado que poco o nada me interesaba porque estaba muy cómoda durmiendo. 

- Apurate, te quedaras sin jugo de fresa con leche.

- Buenos días, Angie –me pare con la velocidad de un rayo al saber que podría perder tal manjar en plena hora de la mañana- he dormido de maravilla, me siento genial.

- Buenos días con todos y todas en este día tan especial –estaba por seguir hablando tonterías hasta que me di cuenta que no había nadie en la mesa solo un vaso con jugo y un plato con un triple encima de este.

- Son más de las 10 de la mañana, yo me voy a la universidad para hablar con mi profesora. Te encargo el almuerzo de hoy, bye.

La emoción por mi jugo de fresa con leche no me hizo dar cuenta que mi hermana ya estaba lista para salir y que había un silencio sepulcral en la casa. Aunque a veces odie la idea de que mi hermana menor tiene la suerte de que yo este para ella a comparación de cuando yo era pequeña, sé que no tiene la culpa de ello y pues al mismo tiempo el no estar sola me ayuda mucho.

- ¡Zaina! –grito desde la cocina mientras me dirijo a lavar la taza y el plato que he usado- baja y ayudame a limpiar la sala.

- Ya voy –escucho sus pasos y sé que en cualquier minuto se aparecerá frente a mí.

- Ahí estas, buenos días –le digo mientras inclino mi mejilla derecha esperando un beso.

- Buenos días –se acerca y me lo da.

- Mira lo haremos como siempre, muevo los muebles mientras barres, oki.

- Oki doki –me sonríe, hay que ternura espero que se así hasta el día que yo envejezca de esa manera podre tener paz interna incluso después de la muerte.

Después de una hora la casa estaba completamente limpia según mi radar de suciedad, lo único que quedaba por limpiar era mi cuerpo. Me dirigí a mi habitación pensando que haría después de bañarme. Minutos más tarde ya estaba saliendo de la ducha, en el transcurso que me cambiaba pensaba en que cocinaría.

-Ángela, ¿Qué vas a cocinar? –parece ser que alguien esta con antojos.

- No estoy segura, pero agradecería si me dieras ideas.

- Haz milanesa, ¿sí? –le encanta las frituras y la pasta, pero va dependiendo del día o la hora cuando lo pide.

- Vale, termino de ponerme los zapatos y voy a comprar lo que falte.

Termino de jalar el cierre de mi bota izquierda, busco un papel y lapicero para hacer la lista de lo que falte comprar. Bajo por las escaleras camino a la cocina. Al llegar abro la refrigeradora y me fijo que cosas no hay para apuntarlas en mi lista.

-Ángela, ¿puedo ir contigo?

-Claro que sí, vamos.

Una vez caminado todos los largos metros de distancia, llegamos y compramos con una lentitud que al parecer cuando mire a mi reloj que llevaba en la mano izquierda indicaba que eran más de las 12.  Al darme cuenta, me apuro con las últimas dos cosas de la lista y procedo a caminar rápido hacia la cajera.

- ¿Bolsas? –me pregunta la cajera, shit sabía que algo me olvidaba.

- Sí, por favor –ya veía a mi mamá gritándome por no llevar bolsas y gastar.

- Listo, gracias por su compra. Vuelva pronto.




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