Un sueño para Madeleine

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Capítulo tres: un poco de cerveza al cerebro.

Madeleine.

El bullicio del bar se me hace molesto y eso solo significa que el alcohol está llegando con rapidez a mi cabeza, quizás no debí venir aquí entre semana, pero es que si no lo hacía creo que me hubiera vuelto loca, más de lo que estoy, porque quién en su sano juicio va a andar soñando con versiones de ella. Oh… ahora que lo pienso, quizás sean mis vidas pasadas, recuerdos de las veces que he reencarnado. Me río con pesadez y resoplo. Por favor, no es como si creyera en tales cosas. ¿Religiones? Sí, no lo creo, eso no tiene nada que ver con Madeleine. No, claro que no.

Niego con la cabeza mientras veo como a la botella de Águila Light todavía le falta para acabarse, la verdad es que se me hace tan poco que termino haciendo un puchero. Doy un trago largo y me quedo viendo las otras mesas a mi alrededor, no lo entiendo, todos están tan cautivados por las redes sociales que parece irrisorio. Se encuentran con amigos, parejas o familiares, pero aún así son muy pocos los que interactúan de verdad, se la pasan tan pendientes a la cámara de su celular, todo para captar los mejores ángulos de lo que están haciendo y no conforme con eso, lo comparten, dónde cualquiera al otro lado de la pantalla pensaría que se la está pasando genial y la verdad es que puede que sí, pero al final no recordará más de lo que está en el móvil. Que estupideces más tremendas. 

Es como tener una conversación con tu pareja sobre hacer un pequeño negocio porque el sueldo de un asalariado no da para tanto, mientras tú piensas y piensas en si existen la zanahorias verdes en alguna parte del mundo y si es así, te preguntas muy preocupada mientras asientes hacía la pregunta de tu pareja, si se les podría seguir llamando zanahorias, porque bueno, son verdes. El chiste se cuenta solo, y es que eso no tiene ningún maldito sentido, al igual que las respuestas que me dió Google cuando después de tanto debate conmigo misma decidí investigar, así que básicamente; o estoy mentalmente enferma o tengo algo que ver con cosas paranormales de algunas religiones, y obviamente no es ninguna de las dos opciones, porque estoy bien… más que bien.

Sí, perfectamente bien.

Fantástica.

Es más, estoy que ardo.

Suelto una pequeña carcajada porque no queda de otra.

Termino de beber la cerveza y estoy preparada para irme cuando he cancelado el dinero a la mujer que siempre me observa con un reproche que no intenta en ocultar, casi me quiero reír en su cara delgadita cuando veo en una mesa alejada a un hombre alto de espaldas, a primera estancia no hay nada especial y ni siquiera entiendo el porqué todo mi ser se detuvo en ese punto, tanto que no me importa el hecho de que ese grillo pasándose por mujer me insulte gratuitamente, pero cuando lo veo de perfil, el pequeño encanto se pierde y creo que de alguna manera he tomado demás, porque pensé que era alguien cercano a mi edad, pero no, es un señor bastante adulto y eso explica perfectamente el porqué su cabello se ve ceniciento.

Espabilo desconcertada y mi ritmo cardíaco aminora cuando tomo mis cosas y salgo de ahí para volver a casa lo más rápido posible, tengo sueño. El recorrido de vuelta se me hizo eterno y para mi bendita suerte tuvo que ser un taxista hablador, ya sabes, de esos que te cuentan hasta que desayunaron esta mañana, algo que obvio no es de mi incumbencia, pero por no ser descortés fingía que lo escuchaba y respondía cosas como "que bien" "increíble, no lo puedo creer" "me alegro por usted", todas esas cosas que delatan lo molesta que es la conversación pero que las personas deciden pasarse por el culo solo paga seguir hablando.

Me despido y subo al departamento, cuando llego a mi puerta me demoro buscando las llaves dentro de mi mochila, entre tantas cosas la encuentro enredadas con un par de manillas tejidas, así que las desenredo y cuando voy a abrir me doy cuenta de que está abierta, mi puerta está abierta. Que carajos. Sin importar quién se encuentre dentro, entro, enciendo las luces y reviso de una ojeada para darme cuenta que no hay nada fuera de su sitio, bueno, no todo, ya que al parecer estaban buscando algo en mi mesita de noche, pero, ¿exactamente qué? El dinero, algunas joyas caras, todo eso está aquí y no hay signos de haber sido movidos.

Suspiro y me lanzo de espaldas en la cama. Necesito bañarme es en lo único que logro pensar claramente, ah, y también en dormir. Será mañana que haré un para de llamadas para que cambien la cerradura.

Me levanto lentamente para que el mareo no me afecte tanto y me meto en la ducha. Mientras me paso la pasta de jabón por todo el cuerpo, mi mente viaja por un montón de escenarios y diversas conversaciones llenas de temas que no van para ningún lado. Pienso en el hecho de que escasas veces añoro compañía o en el hecho de que si puedo extrañar. La verdad es que he tomado más que de costumbre. Suspiro y me cuestiono el hecho de hace un momento y la forma tan apagada en la que reaccioné, como si no hubiera ningún peligro al que temerle, como si nada en el mundo fuera alguna vez hacerme reaccionar en serio.

Niego con la cabeza y me saco el jabón del cuerpo, al salir de la ducha tomo la toalla del perchero, al terminar de sacarme la devuelvo ahí. Entro a la habitación entre bostezos de sueño, me visto el pijama a duras penas y camino a la cocina como un zombie en busca de comer algo. Me hago con un yogurt y con las mías ganas me devuelvo mientras me lo bebo. Caramba, que sueño tan sabroso. No es que sea muy tarde, solo que no he dormido bien últimamente, y no es precisamente por mis raros y estúpidos sueños, no, al parecer es por la falta de estos.



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En el texto hay: romance, dimensiones, fantasia épica

Editado: 20.09.2022

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