Capítulo cinco: un sueño para atrapar.
Madeleine.
Soy jalada con rapidez de mi sueño y despierto abruptamente, llevo mis manos temblorosas al pecho, dónde siento mi corazón latir desesperado. Hago ejercicios de respiración hasta que la velocidad disminuye y ya no estoy tan asustada. Me escondo entre las sábanas de nuevo y pienso seriamente en lo que ha pasado... no lo puedo creer, aunque mucho menos lo que pasó en mi sueño, está vez fue diferente, es la primera vez que sueño con la misma Madeleine. La reconocería en cualquier lado.
Me levanto y voy hasta la mochila que llevo sobre mí a todos lados, para sacar la libreta dónde estoy escribiendo los sueños. Muevo con impaciencia el pie derecho y muerdo mi labio inferior con fuerza, maldición, tan temprano y ya hace un calorón. Que molestia, eso solo hace que quiera una cerveza. Paso hoja tras hoja, leyendo con rapidez hasta que me encuentro con lo que escribí sobre la niña. Suelto un jadeo lleno de lastima, evito siempre pensar demasiado en la muerte de... mis yo... pero esta vez es imposible no hacerlo porque es la segunda Madeleine que no había muerto. Mis ojos se aguan y se me resaca la garganta. Ella es con la única versión niña que he soñado.
Por supuesto, solo de los que logro recordar con claridad, porque claro que existen sus excepciones.
Suspiro y me enfoco en lo bueno.
La niña soñadora obtuvo lo que quería, a medias, pero lo obtuvo que es lo importante. A medida que creció hizo muchas cosas buenas; cambio el pensamiento de su comunidad, aunque yo no lo diría así. Incluso iba a recibir un cargo bastante alto, el cual rechazó por querer porteger al aquelarre... ah, yo ni siquiera voy a pensar en la posibilidad de que en mi vida pasada era una bruja, posiblemente. La razón de tal rechazo fue porque se estaba convirtiendo en todo lo que había odiado toda su vida, así que como la cobarde que era decidió ir a dónde todo comenzó y... acabar con su vida...
Bufo tremendamente irritada desde temprano. ¿Qué carajo les pasa? ¡Es que no las entiendo! Y es que no me imagino que clase de complejo contagioso cargaban ésas, porque la otra también acabó con su vida, porque ajá, no quería lastimar a otros. Ahora me imagino que las otras van a acabar igual, es lo único que falta.
Suspiro como por quintillonesima vez en lo que va del día y camino hasta la mesita de noche, tomo un lapicero entre mis dedos mientras me devuelvo a la cama para sentarme y hacer lo que mejor hago en la madrugada, además de obviamente respirar, escribir mis locos sueños. Puff, tal vez de verdad esté loca y hasta, quizás, esta vida solo existe en mi mente llena de pastillas y quién sabe que cosas más.
Para cuando termino veo que se me está haciendo tarde, así que como alma que lleva el diablo me preparo y como cualquier cosa, hasta llegar jadeando a la parada del autobús que está a unas cuadras de donde vivo. Vaya, como nunca, llego a tiempo.
Con la misma prisa, unos veinte minutos después, me bajo del autobús y llego a la librería, miro la hora en el móvil, ah, no es tan tarde que digamos, solo he sido yo quien se ha confundido. Genial, creo que mi jefe estará feliz de que haya llegado antes. Aunque de igual forma no es como si le viera la cara seguido. Solo viene a molestar.
Me la paso totalmente aburrida en todas las horas de mi trabajo, aunque hay que sacar una que otra distracción interesante, como por ejemplo; la jovencita de cabello ondulado que, estoy segura, quiere comprarse unos libros eróticos pero le da pena. Quiero reírme, pero mejor coloco mi expresión de no me importa lo más mínimo lo que estás haciendo, la cual es totalmente falsa, obvio. Ah, mira eso, ahí viene no tan sonrojada, me pregunto que eligió.
—Estos dos, por favor —pide alzando un poco la voz, tratando de verse segura.
Sonrío con tranquilidad y ella suspira al ver que no hay reproche en mí. Observo la portada, dejo salir un silbido de apreciación, es muy hermosa; sutil, atrevida y la cierta serenidad que te da los colores sol que caen solo el perfil sobre la mujer asiática me da la sensación de que algo definitivamente no va bien en la mujer.
—¿Qué tal es la protagonista? —pregunto realmente curiosa mientras los empaqueto y le digo el valor por los dos tomos de la bilogía, por lo que pude ver—. ¿Está a la altura de los nombres que tienen los libros?
El primero se llama Infringir.
El segundo se llama Infligir.
—¡Sí! Por Dios, Asa Gallagher, es... —termina gritando de la emoción, pero después sonrojada me entrega el dinero correspondiente. Vaya, debió haber ahorrado por algún tiempo para poder comprarlos—. Lo siento, es que de verdad ella es alguien impresionante. Mira que ni siquiera puedo llamarla solo por su nombre.
Me cruzo de brazos sobre la caja registradora y la miro entretenida. Es bastante pequeña y delgada, parece estar saliendo de la adolescencia.
—Eso es genial, ella realmente debe serlo, al igual que el autor —digo siendo sincera y ella abre los ojos unos momentos para después sonreír mientras asiente—, porque te esforzaste para comprar sus libros.
—Sí, ella también lo es —se ríe y yo hago lo mismo—. Al menos, todo lo que puede mientras batalla contra si misma. No es fácil.
Alza la mano para despedirse, la veo tararear mientras sostiene los libros contra su pecho, el cabello ondulado le cae bajo los hombros y la hace ver un poco más pequeña. Me río divertida. Así que de esa manera se ve uno cuando cumples tus sueños. Suelto uno carcajada. Y yo aquí pensando que ella iba a comprar algo erótico.