Me doy la media vuelta y veo a Nicolás de pie frente a mí, tan cerca que puedo oler su colonia de aroma fresco. Por instinto doy una paso hacia atrás, él es la última persona que esperaba encontrar aquí. Nicolás me dedica una sonrisa amplia de manera que puedo ver que tiene los dientes blancos perfectamente alineados. Está vestido de traje, supongo que en un intento por pasar desapercibido del resto de los invitados, pero eso es imposible pues su corte de cabello tipo undercut junto con los tatuajes visibles de su cuello y manos lo hacen sobresalir de entre los asistentes.
—¿Qué estás haciendo aquí? Te dije que te daría tu dinero en cuanto lo tenga. Esta es una fiesta privada, Nicolás. No puedes colarte, necesitas invitación para entrar —le susurro nerviosamente.
—Ya sé que es una fiesta privada, vine porque me invitaron —me responde sin dejar de sonreír de forma maliciosa.
—¿Te invitaron? —pregunto sorprendida.
—Sí, soy un buen cliente para esta empresa. Me encantan los autos deportivos, los colecciono. Soy un hombre con excelente gusto tanto en autos, como en mujeres... —dice mientras toma un mechón de mi cabello y lo coloca detrás de mi oreja con un movimiento pausado. Sus dedos acarician suavemente mi mejilla mientras lo hace, el contacto entre nosotros me hace estremecer.
—Por favor, déjame en paz. No quiero problemas esta noche —le suplico en un susurro.
—Oh, muñeca, vas a ser mía, es mejor para ti si dejas de resistirte de una buena vez y te entregas a mí —dice mientras me guiña un ojo.
—Eso no va a suceder, ya mejor date por vencido —le digo.
—No me conoces en absoluto, Emma, yo soy un hombre que siempre obtiene lo que quiere y te quiero a ti. Eres tú la que debes darte por vencida y aceptar que ya me perteneces.
Suena tan seguro de sí mismo, como si sus palabras fueran hechos, que me hace sentir desarmada. Hago mi mejor esfuerzo por ocultar lo mucho que me asusta y mantengo una expresión neutral en mi rostro.
—Sigue soñando —le respondo con firmeza.
—Soñaré mejor cuando duermas a mi lado —susurra inclinando su rostro hacía mí.
Resoplo indignada y lo esquivo por un costado, pero antes de que me pueda alejar, Nicolás me toma de la muñeca para detenerme.
—Te ves hermosa esta noche. De todas las mujeres de la fiesta, eres la que menos importancia le dio a su arreglo y aún así ni una te llega a los talones. Eres fascinante, ¿lo sabes?
El agarre alrededor de mi muñeca se libera, como si él pensara que ese pequeño halago fuera suficiente para hacerme permanecer junto a él por voluntad propia.
—¡Señor Ricci, ahí está!
Mateo, el chico del departamento de ventas, se nos acerca y estrecha la mano de Nicolás con entusiasmo. Nicolás debe comprar muchos autos para que Mateo esté tan emocionado de tenerlo aquí, supongo que el crimen paga bien y le da para adquirir muchos autos deportivos.
—¿Dónde más estaría? —dice Nicolás en tono aburrido.
—Por favor, permítame presentarle a mi jefe, él puede contarle todo sobre los nuevos modelos que lanzaremos el próximo año.
Nicolás se aleja con Mateo, no sin antes dedicarme una mirada cargada de lujuria.
Me siento enferma, no estaba preparada para toparme con mi gángster acosador durante la fiesta de fin de año del trabajo. Necesito salir de aquí de inmediato, ya no puedo quedarme en la fiesta sabiendo que él está aquí.
Camino hacia el ascensor con la sensación de que mis piernas están hechas de gelatina. Me esfuerzo mucho por no soltarme a llorar, las palabras de Nicolás queman en mi mente como si estuvieran grabadas con fuego. Presiono el botón del ascensor con insistencia, pero tarda una eternidad en llegar a este piso.
—¿Adónde vas? —Bastian me pregunta en su tono grosero habitual.
—Yo... —me doy la vuelta para mirarlo sin saber qué decir. Es demasiado temprano para irme a casa, pero no puedo quedarme aquí cerca de Nicolás—. Yo... yo...
—En realidad no me importa, tengo otro dolor de cabeza, ve a buscarme una aspirina. Date prisa —dice antes de volver con el grupo de peces gordos de la empresa.
Asiento con la cabeza, aunque él ya no me mira. Cuando finalmente llega el ascensor, bajo al piso 15, tomo dos aspirinas del frasco tamaño jumbo mi escritorio y una botella de agua de la pila personal de Bastian. A regañadientes vuelvo a la fiesta. Busco a Bastian, pero no lo encuentro, ya ni siquiera logro localizar al grupo con el que estaba. Estiro el cuello para mirar por encima del mar de cabezas, pero no puedo localizar a mi jefe. ¿Habrá algún salón para invitados VIP que desconozco? Tal vez sea más fácil buscar a la asistente de algún otro miembro de la junta directiva y preguntarle si sabe dónde se metieron. Del otro lado del salón veo a Judith, ella con toda seguridad sabrá donde está su jefe y, con él, el mío. Me encamino a prisa hacia ella.
De repente, alguien me agarra del brazo.
—Me preguntaba dónde te habías metido, muñeca.
El agarre de Nicolás me está lastimando, desearía poder darle un puñetazo en la cara para obligarlo a soltarme, pero aparentemente, él es un cliente importante para la empresa y también un matón que nos tiene amenazados a mí y a mi hermano de muerte, así que mejor me quedo con las ganas.