Tuve tantas ganas de llorar y de soltar mi furia, no podía creer que volvieran a engañarme de esa forma. Paul me miró y yo solo lo miré con tristeza, no podía mirarlo con otros ojos porque me sentía mal y muy triste por esa escena. Carolina notó mi presencia y sonrió, había conseguido lo que quería y yo no podía hacer nada contra eso, solo irme de ahí y nunca más volver a entablar una conversación con Paul.
Volví con mi familia y traté de fingir emoción y felicidad, aunque era imposible porque tenía a Paul mirándome y buscando una forma de hablar conmigo.
La caminata de regreso a los campamentos fue muy complicada para mí, ya que Paul intentó muchas veces acercarse a mí, pero le fue complicado porque no le hacía caso y lo ignoraba, así era mejor. Llegamos a los campamentos y nos fuimos directamente a las cabañas, estábamos muy cansados y lo que queríamos era dormir.
—Leila, están diciendo que hay de cenar en el restaurante pero la verdad no quiero ir a cenar, prefiero hacerlo aquí —dijo mi mamá.
—¿Quieres que la traiga? ¿Se puede? —pregunté.
—Sí.
Asentí y salí de la cabaña. Algunas personas estaban en el restaurante cenando, solo que no tardaron en irse, todos teníamos sueño. Agarré la cena en las charolas y me giré para caminar, pero me encontré a Paul y casi le tiraba toda la comida en su ropa.
—Leila —dijo.
Escuchar su voz hizo que mi corazón se partiera en dos, quería quedarme con él pero seguía lastimada por lo que habían visto mis ojos.
—Tienes que escucharme, por favor —insistió.
—No quiero, Paul, no tengo ganas de escuchar pretextos —dije con firmeza.
Me dolía decirle eso, me lastimaba de una manera horrible, pero no podía caer rendida a él, tenía que ser fuerte.
—Es que no es lo que estás pensando, deja que te diga todo —insistió.
—No quiero que me digas nada, Paul, lo vi todo —dije con tristeza.
Dejé la charola en la mesa y traté de marcar mi distancia con Paul, no quería volver a caer, era inevitable no sentirlo.
—Por favor, dame una oportunidad de explicarte —insistió.
—Paul, es suficiente —lo miré con tristeza—, deja buscar pretextos, yo te vi disfrutando el momento con Carolina, pudiste haber puesto un alto o hacer algo para que te dejara en paz —dije con tristeza—. ¿Lo hiciste? No.
Paul buscaba formas de acercarse a mí o tener contacto físico, pero yo me alejaba lo suficiente como para no tenerlo a un centímetro de mí.
—Necesito que me escuches, no quiero que vuelva a pasar lo mismo —dijo.
—Eso debiste pensar antes de hacerlo, ahora quiero que te vayas, no quiero verte —dije y miré a otro lado.
—Leila, por favor, de...
—Vete —repetí.
Paul me miró y yo traté de no mirarlo, sentía que me pondría a llorar en cualquier momento y no quería que viera débil. En cuestión de minutos se fue y yo me senté en la silla más cercana, no quería que mis papás me vieran así, tenía que esperar a que se me pasara el dolor. No podía creer todo lo que hacía Paul para no aceptar su culpa, quería buscar pretextos para que yo le creyera, eso me ponía triste. Lo peor de todo era que no dejaba de sentir ese sentimiento fuerte por él, no podía arrancarlo por más que intentara, era imposible ignorar lo que sentía, estaba enamorada de Paul y era tarde para decir que no. Quería romper en llanto y poder arrancar el sentimiento de una vez por todas, me sentía lastimada y ya no quería sentirlo, alguien me había roto el corazón y no quería que volviera a ocurrir lo mismo.
Decidí irme a la cabaña, mis papás me estaban esperando y no quería que se durmieran sin cenar.
—Hola —saludó una voz masculina.
¿Era a mí?