—¡Sean bienvenidos a Nahá! —exclamó el señor Mario cuando bajamos de la camioneta.
Habíamos llegado a las cabañas donde nos quedaríamos a dormir y la vista se veía increíble.
—Nahá es un lugar donde podemos encontrar bellos paisajes, debido a su diversidad de ecosistemas y también a los grupos étnicos de origen maya que se encuentran aquí —explicó el señor Mario—. Ustedes podrán tener la oportunidad de acercarse a los ritos y costumbres de esta región, asimismo podrán probar los platillos típicos de esta comunidad —explicó—. Ha sido decretada área de protección, así que hay que tener cuidado de los animales y seguir los señalamientos que hay en todo el lugar —dijo—. Hay muchas actividades que se llevarán a cabo, como el paseo en lacha, el campismo, la natación y el senderismo.
De verdad era una buena vista, no quería irme de ahí nunca.
—Nahá significa «Casa de agua» en maya Lacandón —dijo el señor Mario.
Llegamos a la recepción y el señor Mario recogió unas llaves.
—Aquí tienen sus llaves de sus cabañas, dejen sus cosas y nos vemos en unos minutos justo aquí para dar otras instrucciones —dijo.
Mi mamá agarró la llave y nos fuimos a nuestra cabaña.
—No está nada mal, creo que mejor que las de la selva —dijo mi mamá cuando entramos.
Dejé mi mochila en el piso y me acosté en la cama, estaba más cómodo y me dieron ganas de dormir.
—No te duermas, Leila, hay que irnos —dijo mi papá.
Suspiré y me levanté, regresando dormiría lo que quisiera. Salimos de la cabaña y nos dirigimos a la recepción, ahí estaba la familia de Ángel, así que aproveché para hablar con él.
—Hola, Ángel —saludé.
—Hola, Leila —sonrió.
—¿Crees que salgamos a pasear? —pregunté.
—Es lo más probable, realmente yo quería dormir —dijo.
—Yo también, no quería salir de la cabaña, las camas están muy cómodas —dije.
—Apoyo tu idea, aún así no te preocupes, ya habrá tiempo de descansar bien —sonrió.
Ángel se me quedó viendo y yo me quedé muy extrañada, jamás me había visto así, me alejé de él y volví con mis papás.
La familia de Carolina llegó y por último el señor Mario y Paul.
—Hoy tenemos muchas actividades, vamos a visitar la laguna Nahá y la laguna amarilla, luego haremos un recorrido por la comunidad y terminamos por el día de hoy —explicó el señor Mario.
—¿Hay que llevar algo? —preguntó la mamá de Carolina.
—Lo importante, de todos modos no entraremos a las lagunas, no se puede, pero si haremos un recorrido en cayucos y caminaremos mucho —dijo.
Me gustaba mucho caminar, tenía la condición necesaria para hacerlo.
—Nos va a acompañar un guía lacandón en todo el viaje, así que por favor no se separen del grupo, no se queden atrás y presten atención a todos los señalamientos —recalcó el señor Mario.
Todos asintieron.
—Vayan por sus cosas importantes y nos vemos aquí de nuevo —dijo.
Mis papás iban a ir por las cosas necesarias, así que yo decidí quedarme a esperar en la recepción.
—¿No irás con tus papás? —preguntó Paul.
—No, ellos me dijeron que irían y que esperara aquí —dije.
Asintió.
—Debo decirte que te encantará el recorrido, caminar por el sendero es lo mejor —dijo Paul.
—¿Caminamos juntos? —pregunté y sonreí.
—Eso no se pregunta, Leila —dijo y se acercó.
Sonreí y él me dio un corto beso en los labios.
—Iré a ver a mi papá, creo que necesita ayuda —dijo.
—Ve —sonreí.
Unos minutos más y todos llegaron a la recepción, el señor Mario dio unas indicaciones más y después salimos en grupo, junto con el guía lacandón. Caminamos por un buen rato, el sendero estaba un poco largo y si era muy agotador, aún así estábamos dentro de la selva y teníamos descansos. En mitad del camino construimos un camino de madera porque nos encontramos con una zona pantanosa y no podíamos pasar, así que optamos por construir eso, al final nos dijeron que estaba planeado, solo teníamos que pensar en qué hacer para pasar.
Después de casi media hora de caminata, llegamos a la laguna y los cayucos ya estaban esperando.