Capítulo 1:
[Dakota]
—Dime que al menos iremos a fiestas este verano —súplica y yo ruedo mis ojos.
Tiro el resto de libros en la caja y luego cierro mi antiguo casillero.
Esto de decirle adiós al Instituto me esta costando, pasé los mejores años aquí. Pese a que muchos dicen que la secundaria es un infierno, vale; lo es. Pero yo no lo veía de ese modo, por supuesto que no.
Había tenido la mejor experiencia escolar, que os podéis imaginar. No os hagáis una idea equivocada, no soy la clase de persona que va por allí haciéndole daño a otros; de verdad que no. Tampoco era un ratón de biblioteca, bueno sí; pero no al extremo. Quizá me gusta tener todo planeado y bajo control en ocasiones, puede que me haya centrado en mis estudios y haya evitado cierto contacto con el resto de alumnos. Excepto con Shelby Miller, mi mejor amiga. Quien era todo lo contrario a mí, amaba las fiestas y en nuestro último año escolar fue a tantas que no os podría decir un número exacto. Aunque eso no quitaba que fuera bastante aplicada a sus estudios, no lo aparenta o más bien no le gusta que el mundo lo sepa; pero es toda una cerebrito. Vamos tiene una reputación que proteger, eso dice.
Tomo mi caja, la cual pesaba en demasía y emprendo camino a la salida del Instituto. Shelly me sigue y no puedo evitar el seguir oyendo sus quejas. Lo ha hecho desde que mencioné que trabajaría este verano, ella quería que pasasemos las vacaciones de fiesta en fiesta. Pero se me ha dado por hacer algo diferente, como buscar un trabajo de medio tiempo. Necesitaba dinero para al menos pagar unos cuantos meses de mi residencia en la universidad, sé que mis padres desean encargarse de todo; pero me gustaría al menos ayudarles en algo.
Por eso busqué trabajo en una pequeña cafetería de por aquí y me siento orgullosa de ello.
—Shelly no es el fin del mundo —replique—. Además tendré todas las noches libres y podemos ir al cine o de fiesta —aclare.
—Aún así, no pasaremos todo el día juntas —refunfuña cual niña pequeña.
Suelto una carcajada por ello, mientras nos acercamos a su auto. Abro la puerta trasera con algo de dificultad y acomodo la caja con mis libros.
—Dakota, se supone que este sería nuestro verano antes de la universidad —lloriquea.
Se apoya en el techo de su coche, mientras intenta volver a quejarse; pero le corto el rollo de inmediato.
—En serio, bájale dos rayitas a tu dramatismo —pido en un tono burlón—. Trabajaré en la mañana, tendré la tarde libre y podemos ir a la playa o a fiestas —sonrío.
—¡Espero cumplas tu promesa! —chilla, mientras se acomoda en el asiento del conductor.
No puedo evitar negar con mi cabeza, abro la puerta del copiloto y me acomodo en mi asiento. Enciendo la radio y Perfect de Ed Sheeran comienza a sonar. Con Shelly la cantamos a todo pulmón, de camino a mi casa.
Su auto es estacionado en mi calle, antes de bajarme y agarrar mis cosas; le doy un fuerte abrazo a Shelly. Agradecía todo lo que hacía por mí, de verdad. Aunque le costaba entender que no tenía un alma fiestera y que en muchas ocasiones prefería quedarme en casa leyendo o en la mayoría de los casos viendo anime. Quizá, solo quizá; era algo friki. Vale, demasiado friki. Siempre que podía iba a alguna de esas convenciones, donde se juntaban los chicos como yo. Sí, súper cliché la frase.
Empujó la puerta de entrada con mi cadera y entró en el pequeño recibidor. El cual quedaba frente a la escalera, la misma que conducía hacia las habitaciones. Luego veías un pequeño pasillo, que conducía a la sala y la cocina.
—¡Ya estoy en casa! —grité a todo pulmón, avisando mi llegada.
Silencio, eso fue lo que recibí como respuesta. Genial, sola en casa. Me sorprendía que mi hermano no estuviera rondando por aquí, ¿se habrá retrasado en su salida? Hoy volvía de su segundo año en la Universidad, juega fútbol americano en la misma. Es uno de los favoritos y tiene un gran futuro en ello.
Subí las escaleras y sin perder tiempo, me encerre en mi habitación. Dejé la caja sobre mi escritorio, para luego encender mi stereo; Oh love de Green Day comenzó a sonar y no pude evitar tararear la letra. Amaba esa banda y mi hermano me había regalado toda su discográfica en mi décimo sexto cumpleaños. Sí, era el mejor de todos.
Me tiré sobre mi cama, sin dejar de tararear la canción.
(...)
Volví a dar otra vuelta en la piscina, disfrutando del silencio que abundaba en el jardín. Mis padres no estaban y mi hermano aún no daba señales de vida. Ichigo se encontraba recostado bajo la sombra de un árbol, es mi hermoso hijo perruno; lo había adoptado no había una raza que le definiera. Raza perro, diría mi padre. Ya le extrañaría en la Universidad, me haría falta, más que nada en invierno. Le usaba como calienta cama.
Me acerqué a la orilla de la piscina y apoyé mi mentón en mis brazos.
—¡Enana, llegué! —alcancé oír a mi hermano, luego sus pasos hacia donde me encontraba.
Abrió la puerta corredizas, junto al imbécil de Jake; estupendo. Puse los ojos en blanco, me caía fatal. Era un tío de lo peor, es lo que llamarías un mujeriego; un jodido chico malo. Le ha roto el corazón a medio insti, si es que no fueron más y no me apetecía descubrir con cuantas lo ha hecho en la universidad. Solté un bufido, en cuanto me guiño un ojo. Demonios. Creía que caería ante él, pues no. Sí, era guapo. Con su cabello rubio y esos ojos verdes que volverían loca a cualquier chica. Tenía algún que otro tatuaje, más se notaba que pasaba tiempo en el gimnasio. Cuando sonreía muchas soltaban suspiros. Lo sé, ridículas. Y claro, tenía una altura envidiable.