Les contaré mi historia de cómo conocí al amor de mi vida, ese que hizo que dejara de ser solitaria y cambiará a ser más valiente, pero primero deben saber quién soy.
Mi nombre es Becky Fermín, soy hija única, de complexión pequeña, cabello muy largo castaño con reflejos rubios naturales, ojos cafés muy expresivos, tengo problemas con estos ya que mis estados de ánimos se delatan en ellos.
Trabajo en casa para una empresa web de ventas, me encanta, porque siempre me ha gustado estar sola y así evitar la interacción con personas, la soledad siempre ha sido mi compañía, tengo muy pocas amistades, pero eso sí muchos primos, con mi familia si me gusta compartir, ahí no estoy para nada sola, ellos son excepcionales y nunca me siento ni desamparada ni excluida.
Un día cuando cogía un pequeño descanso, pues ya me dolía el cuello, decidí prepararme un café, pero ya no tenía, no había hecho la compra por no salir de casa, pero lo necesitaba urgentemente. Me acordé que mis vecinos hablaban de una nueva cafetería que abrieron muy cerca, salí en su búsqueda pues quería ese café más que cualquier cosa.
La encontré a solo dos cuadras, se llamaba "Café con Amor" un nombre apropiado por la decoración que tenía en ella, era tan cómoda, entrabas y ya querías quedarte a vivir, sentías tanta paz en ella que era hipnótico, podías leer, beber café y comerte una tarta sin problemas, era muy acogedora.
Hice mi fila mientras veía todas las ricas opciones que tenía, en eso no me di cuenta cuando llegó mi turno, alce la vista para pedir mi café y me quedé embobada, en shock, estaba viendo al chico más hermoso del planeta, nunca alguien me había interesado, pero él era difícil no fijarse, como era la primera vez que me pasaba no sabía qué hacer, me hablaba y yo muda.
—¿En qué puedo ayudarla? —estaba boqueando como un pez fuera del agua— ¿está bien? —hasta se preocupó.
—Si, eh, perdón, quiero un café —le respondí como una tonta.
—¿Cómo lo quiere? —me preguntó con amabilidad, mínimo creía que era una tarada.
—Perdón —me disculpé de nuevo—, quiero un latte extra grande con crema de leche y canela, para llevar por favor.
—No se preocupe enseguida se lo preparo —él mismo me lo hizo, una joven que trabajaba ahí que estaba atendiendo a otro cliente, puso cara de asombro, al parecer él no se comportaba así.
Me entregó mi café y noté un leve roce de nuestras manos y mi piel se erizó por completo, le pedí disculpas de nuevo como la idiota que era y prácticamente salí corriendo de ahí.
Volví a mi apartamento embobada pensando en él, me pasé todo el día así, sabía que volvería por dos razones, la primera el café estaba riquísimo, delicioso, el mejor que había probado en mi vida y segundo, aunque sea de lejos verlo.
Pasó una semana y yo seguía yendo diario a esa cafetería, siempre a la misma hora siempre, coji más confianza, sonreía solo un poco, porque andaba más sonrojada que nunca, él me devolvía cada sonrisa y ahí es que de verdad me quedaba sin respiración,
parecía una tonta delante de él.
Cada día suspiraba más, en esos había pequeñas conversaciones, recuerdo una, que fue la mejor porque pasé varios minutos hablando.
—Hola, —me saludó efusivo— ¿vienes por tu café?
—Eh... si, ¿y te acuerdas de cómo lo bebo?
—Claro —me dijo muy orgulloso.
—¿Estás seguro de que te lo memorizaste? Porque viene mucha gente, como podrías recordarlo —dije realmente confundida.
—Es una habilidad —sonrió y yo no pude evitar quedarme embobada.
—Pues dame mi café, por favor.
—Toma asiento y te lo llevaré enseguida —eso sí que me sorprendió, siempre lo esperaba hasta que me lo entregara, a nadie se lo llevaban a la mesa, me sentí un poquitin especial.
—Bueno... Pues... Gracias —me fui a sentar, estaba a la par de confundida como de sonrojada.
Me perdí como siempre viéndolo preparar mi café, me encantaba observar como si fuese una acosadora, aunque lo hacía disimuladamente para que él no se sintiera incómodo y no fuera que me sacaran de la cafetería.
Lo vi venir con mi café en mano y fue como si un modelo caminara hacia ti, él era tan hermoso, atraía la mirada de todas las chicas que había en el lugar ¿y si hacía eso con otras chicas? ¿y si no era nada especial? yo era muy dudosa, no podía creerme atrayendo a alguien tan guapo.
—Aquí tienes tu café —y se sentó conmigo en mi mesa, eso sí que no lo esperaba.
—Gracias —dije avergonzada por el momento.
—Perdona que me siente, quiero descansar unos minutos, espero no incomodarte.
—Ohh, no, no tengo ningún problema con eso, la verdad.
—Por cierto, quiero presentarme, mi nombre es Daniel —me dijo dándome la mano en modo de saludo, le di la mía, su mano era de un hombre trabajador, mi mano se veía pequeña delante de la de él.
—Eh —me aclaré la garganta—, el mío es Becky —dije tartamudeando, la situación me tenía avergonzada totalmente.