El viaje a Puerto Mérida duraba 10 horas en autobús, y salía de noche desde la ciudad. Ambos eran menores de edad, y no podían viajar solos a un lugar tan lejano, así que Joseph tuvo que convencer a la hermana de Angie. Después de luchar con la línea de autobuses, logró comprar los boletos para ir el día 22 de diciembre en la noche, y regresar el día 23, para llegar a la ciudad el 24 en la tarde, justo antes de la nochebuena. Elizabeth protestó por las fechas, eran demasiado ajustadas y podían perder la cena de nochebuena. Joseph la llevó a la terminal, para que tratara de cambiar los boletos, pero realmente él había conseguido la mejor opción de todas.
De regreso de la terminal, hablaron con Angie para darle la sorpresa, y ella abrazó fuertemente a Joseph, besándolo varias veces en la mejilla, haciendo que se sonrojara. Él temblaba de amor, ante cada pequeño beso que le daba, y el olor de su pelo lo embriagaba de deseo, el deseo de besarla en sus labios. No se atrevió a darle siquiera un pequeño beso en su cabello, temía que si lo hacía, podía arriesgarse a seguir sus pasiones, y perderla para siempre. Debían preparar todo, apenas en dos días saldrían a conocer a Jean Carlos.
Elizabeth no paraba de reírse, al ver como Angie arrastraba a Joseph hacia el autobús, mientras él hacía malabares, para evitar que se le cayeran al piso las pequeñas maletas. Joseph se sentó al lado de su amiga, por órdenes de ella, sin importar lo que Elizabeth deseara, aunque después agradeció no estar al lado de su hermana, que hablaba como una cotorra de Jean Carlos.
El autobús iba a tiempo, y quedaban todavía ocho horas de viaje, por lo que el sueño venció a Angie, colocando su cabeza en el hombro de Joseph. Ante la mirada pícara de Elizabeth, pasó su brazo por encima de los hombros de Angie, para dormir más cómodo, y ella se acurrucó cómodamente dentro de él. Otras veces y por breves instantes, había sentido su tibio cuerpo, y el olor de su cabello, conteniendo las ganas de besarla, pero ahora, podría disfrutarlo por varias horas, colocando su cabeza encima de la de ella. Sin darse cuenta, comenzó a acariciarle el hombro, y por un momento ella, le acarició su mano, demostrando lo cómoda que se encontraba en sus brazos.
A las ocho y media de la mañana del 23, Elizabeth los despertó para avisarles que estaban llegando a la terminal de Puerto Mérida. Joseph recordó que no había verificado si el restaurante de la hermana de Jean Carlos, abría ese día. Nervioso, tomó su teléfono móvil, y marcó el número del restaurante. Por suerte, uno de los cocineros había llegado, y atendió el teléfono, confirmándole que estarían abiertos a partir de las tres de la tarde. Soltó un leve suspiro, que hizo que Angie lo mirara extrañada. Bajaron del autobús, y las chicas se dirigieron a desayunar a uno de los restaurantes de la terminal, mientras Joseph aprovechaba para confirmar los boletos de regreso, que sería ese mismo día, a las 11 y media de la noche. Debido a dos paradas que haría el autobús, tardarían 14 horas en regresar a casa.