Después de calmar mis nervios unos minutos después, me puse a leer unos libros electrónicos que bajé en mi celular ayer, hice un par de tareas pendientes, cuando terminé después de una larga lucha contra el aburrimiento, caí rendida en los brazos de Morfeo.
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—...Y eso es todo por hoy chicos, recuerden hacer los ejercicios que les dejé, y al sonar el timbre de receso no...—Tarde, ya todos habían corrido del aula como presos en libertad, excepto por mí.
El profesor me vé y como ya acostumbramos, nos despedimos en un asentimiento. Es uno de esos profesores que puedes entregarle tareas hasta con un mes de atraso y con mucho gusto te las corrije, lo que da cavida a que los alumnos lo traten de pendejo. Eso sí, a la hora de ponerte un cerazo en la nota no lo piensa dos veces.
Yo de mi parte, nunca he tenido problemas con mi promedio ni con los profesores—Excepto matemáticas—, tengo notas ni tan sobresalientes ni tan decadentes, pero lo suficiente buenas como para conseguir una beca.
Una vez que que ya salieron todos recojo mis lápices y cuadernos, los meto en la mochila y emprendo rumbo a la cafetería.
Como siempre está llena de personas, el 60% de los estudiantes prefieren comer aquí dentro, mientras que el 30% prefieren comer fuera, esparcidos por el césped, debajo de un árbol o en las mesas del “rincón" ahí mayormente van las parejas a besuquearse. Y el otro porcentaje son los que vamos a comer a las gradas, la mayoría personas solitarias sin amigos,
como yo.
Espero la fila haya menos gente y voy por mi almuerzo, como de costumbre me atiende Margarita, una amable señora de 46 años de rasgos latinos y lo más cercano a un amigo que he tenido en esta escuela.
—¿Lo mismo de siempre?—Me pregunta con una sonrisa amable la cual le devuelvo.
—Nop, hoy quiero algo diferente, creo que me harté de las manzanas y hamburguesas, sorpréndeme—Digo medio en broma.
La verdad es que tengo hambre pero no sé que elegir, hay todo tipo de comida, desde frutas hasta langosta, si ¡langosta!. Otra de las razones por las que no me quejo de Rebeca es que me pagan la educación en esta costosa escuela.
Ni vendiendo uno de mis riñones habría podido acceder a una escuela así por mi cuenta.
Margarita rueda los ojos con un suspiro.
—Hasta que por fin—Pone un pedazo de lasaña en mi bandeja—¿qué tal los profesores hoy?
Sigue poniendo comida en la bandeja, está vez unas batatas fritas con salami.
—Ugh, han dejado tareas como para que te vayas de culo—Me da una mirada reprobatoria.—Lo siento jsjsjs—Pongo mi mejor sonrisa.—En fin, pondrán más, el día apenas comienza y todavía quedan cuatro horas más de clases.
—Seguro que no hacen nada más, un par de tareas no le hacen mal a nadie—La miro como si estuviera loca.
—Yaaa, eso lo dices porque no tuviste que pasar por eso.
—No sé de qué te quejas Haz, esos niños pijos la mayoría pagan porque les hagan sus tareas—La miro sin entender, ella continúa poniendo cosas en mi almuerzo, esta vez una pera.—Puedes hacer lo mismo.
Cierto, Marga no sabe que vivo con Sophie y Jules Wilson como arrimada en casa de sus tíos.
—Si...por supuesto.
Termina poniendo la infaltable champola en mi bandeja—Batida de Guanabana—, osiosi.
—Bueno querida, aquí está—Me lo entrega y se queda mirándome raro.—Aún no entiendo como es que comes tanto, usas ropas 30 tallas más grandes que tú, pero sé que ahí debajo no hay nada de grasa.
Arqueo mis cejas.
>>Es más, apuesto que debajo de toda esa ropa debe haber una figura de súper modelo—Dice muy segura de sus palabras, y yo conteniéndome para no echarme a reír.
—Margarita, Margarita, servir el almuerzo a tantos jóvenes la mayoría sin cerebro, como que te está afectando—Jadea ofendida.
Extiende su mano a través del mostrador y sin verlo venir me pega un cocotaso.
—¡Auch, Marga!—Me froto mi dolida cabeza.—Se me vá a hacer el Everest ahí arriba.
Marga ríe.
—Exagerada, eso es para que respetes a tus mayores, ahora vé a comer antes que se enfríe.
Dedicándole un puchero a Margarita me alejo a grandes zancadas a la salida hacia el patio de la escuela.
Para mi mala suerte la mesa de los populares está al lado de la doble puerta, lo que significa que como todos los días no puedo pasar sin escuchar sus comentarios despectivos hacia mí.
Suspiro, con mi cabeza baja y hombros caídos continúo por mi camino lo más rápido que puedo. Sin pasar desapercibida del todo ante algunas miradas como las de Freya, novia de Patrick y mejor amiga de Jules.
—Miren, ahí vá la rarita.
Antes que empezaran a hablar estupideces sobre mi me he alejado lo suficiente, aún desde la distancia puedo escuchar sus risas y burlas.