Una Brisa De Calma Y Tinieblas

La caida

El sonido más estresante y repetitivo del mundo, resonó en mis oídos. Entre abrí los ojos lo más que pude, tome mi celular y lo puse boca abajo, para que el sensor apagara la alarma. Tome una almohada y comencé a golpear quedamente a Zeynep en el rostro.

-Despierta floja, la bella durmiente no puede dormir por siempre -

- Déjame dormir Shelley – Zey comenzó a dar manotazos al aire para que la dejara de molestar.

- Tienes 10 minutos para despertarte o llamare Math para que lo haga -

Tome mi mochila de un rincón del cuarto, busque la ropa que había traído de mi casa para hoy, y empecé a cambiarme. Era una falda roja, con corte recto, y botones en la parte de en frente. La combine con un top negro y unos tenis blancos cómodos. Me di una manita de gato en el rostro y el cabello, y salí del cuarto de Zey rumbo a la cocina, conocía la casa como si fuera mía, me había quedado tantas veces aquí como los gemelos en mi casa.

Al entrar en la cocina encontré a mama Mey haciendo el desayuno, sartenes, cucharas, espátulas y un montón de utensilios de cocina se movían solos alrededor de toda la habitación, luces rosas lo iluminaban todo de una forma mágica. El don de los rosas, es decir los Triantafylla, no es la telequinesis, que aunque lo parezca no estamos en una película de ciencia ficción. Más bien ellos le dan vida a los objetos a su alrededor y ellos los obedecen. Algunos incluso forman grandes amistades con esos objetos.

- Querida Shelley - mama Mey se acercó a mí y me saludo con un beso en la mejilla - porque no te sientas en el comedor, en seguida te llevo de desayunar -

- ¡Oh! No se preocupe, si quiere puedo ayudar – me ofrecí

- Es muy amable de tu parte, pero creo que tengo suficiente ayuda por el momento - dijo dirigiendo la mirada hacia todos sus pequeños amigos en la cocina.

Asentí con la cabeza y me dirigí al comedor. Al salir me encontré con los hermosos rizos de mama Olga, ella me saludo de una forma amable y maternal. Al terminar siguió su camino hacia la cocina, al legar inmediatamente le dio un cariñoso beso a su esposa.

Es por eso que los gemelos no se parecen mucho físicamente, ya que sus madres decidieron adoptarlos al casarse para formar una familia, y la verdad es que han hecho un gran trabajo, hasta yo me considero parte de la familia. Aunque a decir verdad yo también soy adoptada, tal vez sea por eso que me agradan tanto los gemelos. Voy a explicarles un poco, para que puedan entrar en contexto, perdón si los aburro. En el último escalón del poder se encuentran los violeti, como Zey, los Triantafylla y los Parasina, para empezar la cultura está muy dividida es muy raro ver casados a una pareja con diferente don, claro que siempre existirán esos escasos pero increíbles enamorados, a los que no les importa nada más que estar juntos. Pero del más marginado escalón social... a decir verdad rara vez encuentras a una pareja como tal, ya no por creencias o estereotipos personales, sino más bien por el hecho de que todos los hijos que puedan surgir de la mezcla de alguna de estas razas, nacen muertos o a veces ni si quiera llegan a eso, sus manos de hielo, sus rostro pálido y sus ojitos cerrados es lo único que estas parejas pueden ver de sus hijos. Mi madre y padre están un poco... bueno más bien demasiado enamorados y eso es lo que los motivo a casarse a pesar de saber lo que les depararía el destino si deseaban formar una familia, al mi madre ser una violeti y mi padre un parasina ningún hijo con su unión de cromosomas esta destinado a la vida. Es por eso que decidieron adoptarme precisamente a mí, es decir, una hija rara y fuera de lo común, encajaría perfectamente con una pareja salida de los estándares sociales, ¿no creen?

Como un hombre de la realeza, vi a Mathias bajar las escaleras, su cabello castaño y ojos café claro parecían brillar en su tez blanca, iba vestido impecable mente, era el típico chico del que envidias su estilo. A su derecha, Zy un poco más desarreglado y con rostro de cansancio lo acompañaba.

Me dieron mi mochila, y juntos desayunamos los ricos hot cakes de mama Mey.


...


Después de soportar las primeras clases, ahora solo me quedaban dos horas en la escuela, y para mi eran las mejores, en estas horas se dividían los salones por dones, con la finalidad de que los alumnos fueran capaces de usar sus habilidades en la vida cotidiana. En un principio cuando era pequeña me obligaban a asistir un día de la semana a cada una de las clases, pues creían que tal vez algún día mi don desertaría, y mírenme casi 18 rotaciones, y mi don sigue de vacaciones. Con el tiempo comencé a escabullirme de las clases especiales, antes los maestros me regañan, ahora ni si quiera les importa si estoy o no. Hoy me toca vislumbrar a los parasina, mis queridos duendes verdes, así que dejo mi mochila en su campo de estudio, un patio de forma hexagonal, bardeado por protección.

Me dirijo a la biblioteca y tomo el libro que más interesante me parece, y voy a mi lugar favorito de la escuela. A medio camino, una sensación extraña recorre mi cuerpo, siento los pies entumidos y mi vista comienza a tornarse borrosa, con esfuerzo mantengo el equilibrio, buscando un lugar donde pueda recargarme, pero no lo encuentro, pues mis ojos ya no ven nada más que una espesa bruma, y mi corazón comienza a latirme con fuerza.

"¡¿Que rayos está pasando me?!"

Un risa tonta y malvada a la vez, toma forma de tras mío. Y creo distinguir de quien es esa risa.

- ¡Dante! lamento decirte que no estoy para tus bromitas - lo escucho caminar a un lado mío y ponerse frente a mi

- Es una lástima, en verdad me divertía -

- ¡Quita la maldita alucinación de mi cabeza ahora! -

Poco a poco fui recobrando la vista, el negro espeso fue remplazado por chispas verdes, como si fueran electricidad. Frente a mi estaba Dante, con su mandíbula cuadrada enmarcando su intenso rostro, su cabello estaba acomodado como siempre, entre peinado y despeinado, no sé si me estoy explicando, es esa clase de peinado que te haces solo con pasarte la mano por la cabeza y se ve increíble, sus cejas pobladas, que tanto me gustaban estaban un poco revueltas.




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