Sentada frente a Julian, esperando a que se desocupara de una llamada eterna, Adela rememoraba cada gesto y cada palabra de Mario, la petición de matrimonio basada en el respeto a su figura paterna y a la disposición o no de ella, demostraba el profundo respeto que le tenía. La sorpresa en el rostro de Pablo Iguarán no tenía comparación, de pensar en haber perdido a su hija, pasaba a entregarla bajo su propia voluntad al hombre que ella amaba. Un hombre que mostraba respeto, era un hombre que bien valía la pena.
Al escuchar el sonido de la bocina siendo colgada reaccionó, regresando al espacio y lugar donde estaba su cuerpo, dejando de vagar por los recuerdos de la tarde anterior. Observó a su ex esposo directo a los ojos, de un negro profundo, en donde perfectamente tenían lugar mil cavilaciones; su rostro firme amedrentaba, pero no dejaba pasar por alto el atractivo de un hombre maduro con algunas canas que apenas iniciaban su asomo algo prematuro.
Él esperaba en silencio, la presencia de la muchacha en su despacho a primera hora era una clara pista de una petición por realizar; no la invitaría a hablar, decidió esperar pacientemente a que ella lograra organizar sus ideas, en el fondo le divertía verla planear y recomponer, con sus sutiles gestos, sus ideas. Finalmente habló.
- Necesito que le pongas vigilancia a mi hermana y me informes en qué anda. Es un favor que no te costará.- no dejó de mirarlo de frente.
- Y eso en qué me favorece- inquirió.
- No tengo nada que prometerte, ni pienso hacerlo, es solo un favor, los favores se hacen sin esperar nada a cambio. En este mundo no todo debe ser una transacción de negocios y mucho menos en lo que respecta a la familia y a los seres que amamos.
- ¿De qué sospechas?- dijo colocándose las manos sobre el pecho.
- Consumo de drogas, se que eso lo descarto con una muestra, sin embargo, pienso que vigilándola se podría desmantelar cualquier inicio de contrabando en nuestra vereda. Por eso recurro a tí, tú posees esa posibilidad.
- Si confirmas tus sospechas, estás dispuesta a hacer lo que se deba sin mediación de tu corazoncito.
- ¿No has visto hasta dónde soy capaz de llegar cuando algo se me mete en la cabeza?- e inclinó hacia delante para levantarse.
- ¿Cómo enamorar a mi capataz?- su pregunta era una acusación muy seria, las palabras de Julian la golpearon cual torrente de agua helada, ¡ese desquiciado!
- No te metas en eso- se puso de pie con tranquilidad- lo que pase por mi cabeza, alma o corazón respecto a Mario no te incluye, deja de pensar que eres el centro de las decisiones de la gente. ¿Cuento con lo solicitado?
- Hoy mismo pongo un agente encubierto- se colocó también de pie- Cuando se trata de mis amigos, me meto donde me venga en gana- dijo desafiante.
- Entonces compórtate como debería hacerlos un amigo. Feliz día Julian- Salió con absoluta seguridad de aquel despacho.
Por su parte Mario, se encontraba con la cabeza hecha un lío, entre caballos y la orden de su jefe de presentarse en el despacho la cabeza le dolía. Después de la balacera en la cabaña no volvieron a hablar, cada quien tomó un rumbo de acuerdo a lo dejado bajo las circunstancias de salud y trabajo. Ya era casi mediodía y el tiempo no le dió para asistir a la cita con su jefe. Cuando de pronto vió acercarse el montero. Allí está.
- Buenos días. Te he esperado toda la mañana.
- Buenos días. Estoy tratando de sacarte el tiempo, las cosas están encima con lo de la muestra.
- Por lo visto todos tus exámenes médicos salieron bien.
- Así es.- El capataz respondía serio, continuando con el caballo que estaba entrenando bajo el ardiente sol.
- Germinia quiere irse- fueron las palabras que salieron de su boca.
- Te lo mereces- simple sinceridad.
- Lleva años a mi lado, dime qué hago sin ella.
- Asumir tus responsabilidades tal y como debe hacer un hombre. Además, ¿por qué carajos me dices eso ahora, si nunca confiaste en mí para decirme que te casaste con ella?
- No te quejes de la falta de sinceridad si tu andabas saliendo con mi otra esposa.- acusó.
- Eso no viene al caso, y no la llames así, que nunca te perteneció, ni que fueras un desgraciado jeque árabe con derecho a un harem, eso aquí no es legal ni culturalmente aceptado.- Lo encaró soltando el caballo en el corral.
- ¡Y crees que eso te daba derecho a engañarme!
- ¡Nunca fue mi intención faltar a nuestra amistad, pero bien dejaste en claro en el despacho que ella no te interesaba como mujer!
- ¿Y eso te dio permiso de conquistarla?
.- Eso no te importa, preocupate mas bien por tu esposa tikuna, que con justa causa te va abandonar!
- ¿Quién dice que no te conquistó para zafarse de su compromiso conmigo?
- No te atrevas Julian,-le señalo con el dedo- no te atrevas, ¡yo fui quien inició todo, yo fui quien la comenzó a buscar, yo fui quien le dijo que se moría de ganas por besarla! Siempre estuve a su lado porque vi en ella lo que tu no viste. ¡Déjanos en paz!
Antes de que su capataz respondiera a los golpes Julian Santoya bajó la cabeza suspirando.
- Te enamoraste de la chiquilla testaruda- le miró a los ojos.
Mario se sintió desarmado ante el cambio repentino de actitud.
-Se me metió en el alma.