Levana (Ayla)
No sé si fue buena idea todo eso de ser novia de Alexander, pero creo que merece una oportunidad. Él ha estado muy pendiente de mí en estos días y me ha cuidado (Cosa que quien debería no lo ha hecho), claro que no es muy cómodo escuchar todo lo que dicen de nosotros o directamente de mi como de que me acuesto con él, o que le soborno para mis notas, entre otros, pero le hago oídos sordos, ya que lo importante es lo que yo en verdad creo y no lo que los demás piensen de mí.
-Alex, ¿A dónde vamos?- dije al ver cómo me guiaba a su auto
-Es una sorpresa cariño- su manera de llamarme y su mirada no me hacía sentir muy cómoda que digamos, pero como siempre no dije nada.
Aún no muy convencida le seguí. Llegamos al auto y Alexander hizo que subiera a él. Dentro del vehículo había un pequeño estuche de oro con una cerradura.
Él me entregó el estuche, le di un vistazo y lo abrí.
En su interior había un precioso collar con perlas con broche de plata a juego de unos pendientes.
-¿Este es el regaló? -le pregunté desconfiada. Él asintió seductor -Gracias es espléndido. ¡Me encanta! -exclame maravillada dándole un gran abrazó.
Alexander me tomo de la cintura y con delicadeza me beso en los labios. Sus besos se empezaron a intensificar y empezó a bajar por mi cuello y de un momento a otro lo empezó a morder hasta que lo hizo con brusquedad con brusquedad, gemí por el dolor y abrumada lo detuve.
-¡Basta! -vocifere un poco asustada, alejando a Alex de mí. -Disculpa pero aún no estoy preparada, esto es demasiado para mí -confesé acariciando sus mejillas en un intento de tranquilizarlo.
-Shh tranquila cariño, entiendo -musitó Alexander aunque parecía que estaba aguantando su enojo -pero bueno. ¿Te ayudó a poner el collar?
-Emm ¡Claro! -accedí sonrojada. Soy un tomate completo -pero también quiero que me hables de ti, bueno casi no te conozco -Alexander me ayudó a ponerme el collar y luego beso mis labios.
-Será un placer amor mío.
Alexander y Levana se mantuvieron en el auto unos minutos más. Ambos se dedicaban pequeñas miradas, aunque la chispa de Maldad en Alexander aún era presente.
Mientras tanto en el olimpo, Zeus regañaba a su hija, por haber roto las reglas (como siempre) Alexandra, solo se disculpó y con persuasión disimuló tristeza.
-¡Alexandra! -exclamó Zeus al ver como su hija, observaba los límites del olimpo, sumergida en sus pensamientos -mira, no sé qué te sucede. Un día estas bien, te comportas como una verdadera semidiosa y al otro, solo te conviertes en una chica inmadura y cobarde ¡es el colmó! -gritó enfurecido, levantándose de su tronó y dirigiéndose hacia ella.
-Lo sé, pero ¿Qué importa? Nunca eh sido un ejemplo a seguir, en realidad solo soy una ilusión -confesó despreocupada Alexandra alejándose de el – solo soy una simple chica a la cual se le ha propuesto ser la ayudante de la princesita del mar.
Zeus hizo un gestó enojado, su hija siempre le había dado problemas, pero aquello superaba los límites. Alexandra tenía un futuro brillante sin duda, pero ya nada le importaba. Así que Zeus dejó que toda su furia se desatará.
-¿Sabes que cariño? Te enviaré un tiempo, con tú tío Hades. Tal vez el logré hacer que cambies de actitud -anunció Zeus demasiado ¿cariñoso?
Aquello hizo que Alexandra desconfiara. ¿Por qué su padre la enviaría al averno? Ella solo había roto algunas reglas, pero nada más.
Era simplemente una decisión errónea, pero sin embargo Alexandra solo se limitó a asentir.
Ella siempre ayudaba a su padre ¡incluso cuando no tenía ánimos! Pero él nunca le prestó la atención necesaria. Alexandra solo quería un poco de amor.
Zeus convocó un rayo que se dirigió hasta Alexa y la transportó al averno. Al llegar Perséfone ya la estaba esperando, con la sonrisa más hipócrita posible.
-¡Al fin llegas! Te estuve esperando -simplificó con descaro besando a Alexandra en la mejilla -pero quita esa cara, este lugar no es tan malo, tranquila te gustará.
Alexandra susurró un impropio y luego fue hasta la oficina de Hades.
❄❄❄
Levana disfrutaba de la música que tanto amaba mientras Mía se acurrucaba sobre sus piernas. Ambas como madre e hija, demostrando todo su cariño.
Con brusquedad Elian irrumpió la tierna escena y tomando a Mía en brazos se dirigió a la puerta.
-No quiero que te le vuelvas a acercar a ella -susurró - Yo te amo Levana, tal vez tú no me quieras, pero siempre te llevaré en mí corazón. Te amo princesa del océano, pero mientras estés con Alexander no dejare que te acerques a mi hija -admitió Elian. Como si su vida dependiera de ello y en sus ojos se podía notar una gran furia.
Levana se levantó enojada se intentó quitarle la niña a Elian, ya que estaba completamente alterado y parecía fuera de sí, además de que Mía se estaba asustando.