IV

Las mañanas con Neida nunca parecían ser suficientes. Esa mujer tenía una energía que podía revitalizar a cualquiera y Oziel no era una excepción.

Con sus cánticos mientras dejaba pulcro todo y sus historias que sacaba de vaya a saber uno donde le sacaba una sonrisa.

Las tardes, por otro lado, no eran muy diferentes. Si bien Aleksi era un tanto serio y bien parado, no podía evitar unirse a las bromas que no podía dejar de hacer Mika y los tres hacían el trabajo entre risas y charlas amenas.

Las noches… las noches en cambio eran un tormento.

La soledad se convertía en su mayor enemiga y los malos hábitos que creyó haber dejado en el pasado tiraban manotazos queriendo volver y consumirlo otra vez.

Muchas veces recurría a ellos, especialmente al alcohol. Hasta que fueron ganando terreno y regresaron completamente.

Quizás esta vez, para instalarse por siempre.

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