Una Niñera Para Lucille

Capítulo 7

Bastián Capeto

El rugido del motor del auto me devolvió al presente mientras recorríamos las calles de la ciudad. El cielo gris y las luces de neón que empezaban a encenderse hacían que el día pareciera más sombrío de lo que ya era. En pleno 2024, con todas las comodidades modernas, seguía sintiéndome como un hombre anclado en otro tiempo. Nada parecía capaz de llenar el vacío que había dejado la muerte de mi esposa.

Lucille... Era lo único que me mantenía conectado a la realidad. Mi pequeña hija, con sus ojos que me recordaban tanto a su madre, pero con esa rebeldía que a veces no sabía cómo manejar.

El auto se detuvo frente al palacio, y al bajar, Gerard, siempre puntual y eficiente, me esperaba con una expresión seria. Sabía de antemano lo que me iba a decir. No había recibido buenos reportes de las entrevistas para la nueva niñera.

—Majestad, las entrevistas no han sido satisfactorias —dijo Gerard, su voz calmada pero con la urgencia oculta en el tono—. Ninguna de las candidatas parece cumplir con los estándares que buscamos. La señorita Lucille necesita a alguien con más experiencia y control.

Asentí, sintiendo la frustración crecer dentro de mí. Gerard no estaba equivocado. Ninguna de esas mujeres parecía ser capaz de soportar a mi hija, y mucho menos educarla. Alizze era quien más insistía en ello, cada vez que tenía oportunidad.

Cuando entré al salón, no me sorprendió encontrarla allí, esperándome con los brazos cruzados y esa mirada acusadora que había aprendido a ignorar.

—Majestad —dijo, en tono formal, pero lleno de reproche—, no entiendo por qué sigue insistiendo en buscar una niñera cuando yo estoy más que calificada para educar a Lucille. Es mi trabajo, después de todo.

Me acerqué a la chimenea, sintiendo el calor reconfortante del fuego mientras trataba de mantener la calma. Alizze siempre encontraba la manera de colarse en cada decisión que tomaba, y aunque sabía que era eficiente en su trabajo, no podía ignorar la tensión que siempre surgía entre nosotros.

—Alizze, no es cuestión de que no seas competente —respondí, intentando mantener un tono neutral—. Lucille necesita más que una institutriz. Necesita una figura maternal que pueda guiarla, y tú... simplemente no eres esa persona.

—¿No soy esa persona? —su voz subió un poco de tono, desafiándome—. He cuidado de ella desde que su madre murió, he estado presente cuando usted estaba ocupado con sus deberes, y aun así no confía en mí lo suficiente. Es frustrante ver cómo deja que otras personas, que no conocen a Lucille, se acerquen a ella sin darle la oportunidad a alguien que ya tiene un vínculo con la niña.

Me giré para enfrentarla. No me gustaba que me hablaran en ese tono, pero entendía su punto. Sin embargo, había algo que no podía explicarle, algo que iba más allá de la razón.

—No se trata de ti, Alizze. Se trata de lo que es mejor para mi hija. He tomado esta decisión por una razón, y no necesito justificar cada una de mis acciones.

—¿Y cuál es esa razón? —preguntó, con los ojos brillando de desafío. Podía ver que no iba a dejar este tema tan fácil.

Suspiré, pasando una mano por el cabello. Las entrevistas de las niñeras habían sido un desastre, pero no podía renunciar a encontrar a la persona adecuada. Lucille necesitaba a alguien que pudiera darle lo que yo no podía: cuidado, comprensión, estabilidad emocional.

—He perdido demasiadas cosas en mi vida, Alizze. Y Lucille es lo único que me queda. No puedo cometer errores con ella —dije, bajando la voz, dejando que mi vulnerabilidad se filtrara por un instante—. Por eso soy tan cauteloso. No es falta de confianza en ti, pero esto va más allá de tu papel como institutriz.

Gerard entró en la sala en ese momento, interrumpiendo la conversación. Me miró con seriedad antes de hablar.

—Majestad, si me permite interrumpir. He recibido informes de que las próximas candidatas para el puesto de niñera llegarán mañana. Las entrevistas comenzarán a primera hora. Esta vez, parece que hemos encontrado a algunas mujeres con buenas referencias.

—Esperemos que así sea —respondí con un gesto de asentimiento, pero mi mente estaba en otro lugar. Las entrevistas ya me habían decepcionado antes, y no podía soportar otra ronda de fracasos.

Alizze soltó un suspiro frustrado, como si ya supiera que no iba a ganar esta pelea. Finalmente, me dirigió una mirada dura antes de salir del salón sin decir una palabra más.

Me quedé solo, mirando las llamas bailar en la chimenea, sintiendo el peso de la corona que llevaba día tras día. No era solo el reino lo que necesitaba estabilidad, sino también mi hogar. Y Lucille merecía más de lo que yo podía darle. Si tan solo hubiera una manera de encontrar a alguien que pudiera llenar ese vacío, alguien que supiera cómo manejar a mi hija y al mismo tiempo, traer algo de paz a este caos.

Pero ¿quién podría ser capaz de cumplir con una tarea tan difícil? Y lo más importante, ¿cómo podría confiar de nuevo en alguien para ocupar un lugar tan importante en nuestras vidas?

El reloj seguía marcando el tiempo, pero en mi cabeza, todo estaba congelado. Aún no encontraba la respuesta.

Gerard me sacó de mis pensamientos con un carraspeo discreto. Sabía que tenía algo importante que decir, pero su semblante parecía ligeramente tenso, como si estuviera preparándose para una batalla.




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