Me obligue a mí misma a ponerme de pie y seque mis lágrimas. No podía creer, simplemente no daba crédito que estuviese llorando por un imbécil como Dalton Valmont.
El tipo que vivía burlándose de mí y de la pésima decisión que tome aquella noche en la que nos conocimos, quien no dejaba de recordarme que era una mujer despechada a quien su novio le había sido infiel con su mejor amigo y peor aún el hombre que la había engañado y la extorsionaba con un trato absurdo solo para que sus sueños se cumpliesen.
Camine en modo automático hasta mi cama y me metí dentro de ella, quizás durmiendo podría olvidarme de todo esto. Tenía la esperanza de que con la luz del sol todas mis ideas se habrían acomodado y esto habría quedado atrás. O eso esperaba.
Afortunadamente fui capaz de alcanzar la paz o eso es lo que creí hasta que fui sacada de mi sueño en el que recibía un Nobel de literatura por abruptos golpes que venían de la sala de estar.
Me senté en la cama y mire a mi reloj que descansaba a un lado en la mesa de la noche. Eran las 3: 30 de la noche y todos mis sentidos se pusieron alerta al darme cuenta de que quien sea que estuviese en allí conmigo se adentraba en el corredor y se dirigía hacia mi habitación.
Tomé mi sombrilla empuñándola como si fuese el arma más poderosa en todo el universo y me encamine hacia la puerta para abrirla.
Estaba segura de que si se trataba de un ladrón este posiblemente me miraría y se reiría de mí en mi casa.
— ¿Hola?— pregunté y mire en ambas direcciones.
Para mí sorpresa no había nadie. Lo que me llevo a preguntarme si había sido producto de mi imaginación, sin embargo el sonido de una lata chocando contra el piso me hizo dar un brinco y en aferre más fuerte a mi arma improvisada.
Me dirigí hasta la cocina, rogando que no se tratase de un maleante, porque para ser sincera no sé qué es lo que haría si así fuese.
— ¿Hola? ¿Quién anda allí?— pregunté de nuevo y encendí la luz.
Mi sombrilla cayó a mis pies y llevé una mano a mi boca para ahogar el grito que quería escapar de ella.
—Por dios que te sucedió—exclame acercándome a Dalton.
Tenía sangre en su labio y un ojo morado.
—Como si te importara — gruño y comenzó a buscar algo en el refrigerador— Dónde demonios hay un trozo de carne congelado o hielo cuando uno lo necesita— mascullo arrojando las cosas que se cruzaban en su camino.
Me quedé un minuto allí observando su comportamiento primitivo. Casi reprobable.
—Dios— suspiró y llevó una mano a su cabeza— ¿Vas a ayudarme o te quedarás allí a mirarme como si fuese un monstruo de un circo?— espetó.
Mis ojos se abrieron como platos ante sus estúpidos reproches.
—Si no quieres terminar con otro ojo morado te recomiendo que dejes de comportarte como un idiota, para comenzar— le aclaré— Segundo, te ayudaré bajo una condición.
Giró su cabeza hacia mí y cuando la luz de la luna que entraba por la ventana iluminó su rostro pude ver qué sus golpes eran incluso peor de lo que pensaba.
— ¿Que estúpida condición impondrás?
Vaya sabía que Dalton podía ser un cretino pero esta vez se estaba pasando.
— ¿Quiero saber cómo te hiciste eso? ¿Qué sucedió? ¿Quién te dio tan brutal paliza? No me digas que fue una de las amigas de Chloe— bromee y fui incapaz ocultar mi felicidad al pensar en eso.
—No— se apartó del refrigerador— Fue el estúpido de Ben — dijo y se sentó sobre una de las butacas que habían en la isla.
— ¿Ben estaba allí? — pregunté sorprendida.
Por lo que mi prima me había dicho se trataba de una fiesta que era solo de chicas y es por ello que no entendía que hacía él ahí.
—Claro que estaba. Él tiene que controlarlo todo, debe saber dónde va, con quién está, que hace— puso en blanco los ojos, claramente molesto—Es un maldito controlador.
Me quedé boquiabierta al oír lo que me decía. Chlo nunca me había dicho esto sobre su novio, siempre me lo había pintado como el hombre ideal, atento y cariñoso. Supongo que todos tenemos un "lado b" de nosotros que queremos ocultarles a los demás.
— ¿Que estás diciendo? — busque en el congelador un trozo de hielo y camine hacia donde estaba Dalton—Ella nunca me contó eso—dije poniéndolo sobre la parte magullada de su cara.
—Claro que no lo hará—mascullo— Se siente avergonzada de esa parte de su adorado Ben, y he llegado a creer que hasta ella decide ignorarlo de tanto en tanto.
—Ya lo veo— respondí y la preocupación por el bienestar de mi prima.
Al parecer me había equivocado y la real amenaza no era Dalton sino que lo era el hombre con el que ella quería pasar el resto de su vida. Un escalofrío recorrió mi espalda al pensar en que podría pasar si estos se casaban, si ya se comportaba así con ella solo siendo su pareja de que sería capaz cuando fuese su esposo.
—Duele— se quejó frunciendo el ceño.
—Lo siento, es la única manera de aliviar la hinchazón—afirme— Aún no me cuentas porque fue que te agredió de esa forma.
—Interrumpí en su fiesta sin siquiera ser invitado, eso les molestó a todos los que estaban allí pero supongo que lo más lo enfureció a este tipo fue el hecho de que tome el micrófono y le rogué a Chloe que no se fuera de viaje con él— rió— Digamos que expuse ante todo el mundo la clase de hombre que es.
—Por lo visto no se lo tomó bastante bien— mordí mi labio mientras recorría mis dedos sus labios magullados.
—No— negó con la cabeza—Lo cierto es que tanto Ben como las personas que estaban allí adjudicaron todo eso a que había bebido demás.
Podía creer eso, estaba tan solo a unos centímetros de él y por el olor que emanaba su cuerpo me daba la impresión de que se había tomado todo el alcohol de la fiesta.
—Fue lo que dije después lo que provocó que me agarrara del cuello, me llevará al balcón y se desquitara conmigo.