-Amelia, ¿qué dices?
Todo lo que había dicho de mí me había dejado sin palabras, ¿cómo lo había descubierto?
-Digo que… necesito tiempo, esto es… yo… ¡ni siquiera me caías tan bien!
-Toda relación inicia con algo de conflicto y luego evoluciona. Yo puedo ser arrogante, pero tú debes dejar de ser tan orgullosa y aprender a expresar tus sentimientos. Sé que sueno ridículo, lo comprobé en cuanto las palabras salieron de mi boca, pero, es cierto, ¿qué sientes, Amelia?
-Siento… siento que quiero irme.
-No vas a escapar- me puse de pie y la abracé, con mi cabeza sobre su hombro- no te miraré si te hace sentir mejor, pero no te soltaré hasta que hables.
-¿Y si no lo hago?
-Entonces usaré otros métodos. Tal vez incluso…
No sabía lo que iba a decir y no lo pensé mucho porque sus labios encontraron los míos y sin querer… lo seguí. Empezamos a besarnos pero antes de que pudiera disfrutarlo mucho, me aparté de él. No sabía si debía golpearlo, ignorarlo… al final opté por fingir que nada había pasado.
-No puedo decirte nada porque no tengo nada claro. Solo sé que ahora no quiero estar aquí. Déjame ir, te prometo que en cuanto piense con claridad te diré lo que quieres saber. Y si en verdad me conoces sabrás…
-Que no mientes y que cumples tu palabra.
Cuando sus brazos me soltaron se supone que debí haber sentido libertad, pero solo sentí que algo me faltaba. Subí al auto de mis padres y esperé allí hasta que ellos aparecieron. Al subirse no dijeron nada e hicimos el camino a casa en silencio.
Al día siguiente…
Me levanté a la hora de siempre. Mi pierna se sentía como si nada hubiera pasado gracias a la pomada que usaron los paramédicos. Me di una ducha y me vestí para ir al trabajo. Ni loca iría a la escuela.
Aún no eran las siete de la mañana cuando alguien tocó la puerta, eso me impresionó y me dio un poco de miedo, pero decidí abrir y resultó que era Sophie.
-¿Sophie? ¿Qué haces aquí?
-Sabía que necesitarías mi ayuda- me tomó la mano y empezó a subir las escaleras conmigo-. Debes cambiarte, es hora de ir al instituto.
-¿Estás loca? No voy a ir.
Ella se detuvo frente a la puerta de mi habitación y me encaró.
-Bien, entonces hablemos de lo que sientes por cierto chico que…
-No puedes hacerme esto- abrí la puerta de mi habitación y me senté en la cama.
-Amelia- ella hablaba con más calma de la que, estoy segura, sentía en ese momento-. Debes tomar una decisión con respecto a Jonathan. Aunque no sea hoy, igual debes ir al instituto.
-¿No se supone que debes enseñar con el ejemplo? Estás aquí, diciéndome que vaya al instituto… ¡¿Y tú qué?!
-Yo no tengo tantas faltas acumuladas.
-No me interesa, no iré- dije cruzando los brazos sobre mi pecho.
-Claro que irás.
Y mi madre no encontró un mejor momento para aparecer.
-¡Mamá! No quiero…
-Amelia, Jonathan me agrada, a tu padre también, pero tanto si quieres estar con él, como si no, es decisión tuya, ¿ok? Pero elegiste mal momento para ser una adolescente normal. Irás al instituto, ponte el uniforme y vámonos. No puedes faltar solo por un chico.
No estaba preparada para ver a Jonathan después de haberlo abandonado anoche y de que él…
Me tiré sobre la cama con un suspiro mientras escuchaba la puerta cerrándose, mi madre había salido.
-¿Amelia?
-¿Qué?
-¿Jonathan besa tan mal?- levanté la cabeza de forma rápida y la miré extrañada- Digo, si tan mal reaccionaste anoche después de lo que pasó… ha de ser porque algo no te gustó.
Volví a tirar la cabeza en la cama y suspiré hondo. Las palabras empezaron a salir de mi boca antes de que pudiera pensarlas.
-No quiero quedar vulnerable y aceptar su amor significa eso. Si fuera por sus besos… hace tiempo que estaríamos juntos. ¿Ese día en la playa? Fue como si tocara el cielo, ¿en París? La noche que nos arreglamos para el baile solo podía pensar: “Bésame, bésame, bésame”.
»Pero fuera de lo físico… es aún mejor. Creo que me conoce. Ayer, cuando bailamos bajo la lluvia, tuve la certeza de que lo quería. Lo quiero, pero decírselo aumentaría su orgullo que de por sí ya está bastante alto. Es ridículo.
»Me gusta como pronuncia mi nombre, que debas conocerlo para saber cuán cariñoso y amable puede ser, porque su actitud arrogante es lo primero que captas. Me gusta como camina, la sensación de su mano en la mía, que recuerde las cosas que me gustan, sus abrazos…
Había hablado sin pensar, con los ojos abiertos mirando al techo. Cuando terminé, me incorporé y miré a Sophie que me sonreía.
-¿Cuándo se lo vas a decir?
-¿Decir qué a quién?
-Decirle a Jonathan que lo quieres
-No voy a hacer tal cosa- dije con una sonrisa burlona.
-Entonces admites que lo quieres.
Tras su afirmación, no pude evitar sonrojarme. No tengo idea de por qué me pasó.
-Sophie…
-No- ella se puso de pie-. Te grabé mientras hablabas. O me prometes que le dirás a Jonathan lo que sientes… o le envío el video.
-¡¿Qué?! ¡No puedes hacer eso! ¿Cuál es tu interés en que Jonathan y yo estemos juntos?
-Parece que aún no te has dado cuenta, pero a pesar de lo que ha ocurrido en las últimas semanas… Jonathan te hace feliz. Solo te pido que lo intentes y si te das cuenta de que no resulta y definitivamente no te gusta lo que resulta entre ustedes… lo olvides. Ahora arréglate o no llegarás a tiempo al instituto.
Cinco minutos después de cambiarme y desayunar, me encontraba con Sophie en mi auto camino al instituto. La música estaba baja y Sophie no paraba de enviar mensajes.