Al abrir mis ojos pude sentir pequeñas punzadas alrededor de mi cabeza y ojos, no podía soportar la luz que se calaba por mis párpados y un zumbido constante retumbaba en mis oídos. No puedo decir con exactitud en donde estoy o que me ha pasado, lo único que puedo sentir en este momento es que mi cuerpo pesa demasiado, como si estuviera cargando tres veces mi propio peso o la gravedad se ha puesto en mi contra.
No sé qué es lo que está pasando, yo estaba por tomar un baño después de un día normal de trabajo, al irme a dormir pensé que despertaría como todos los días en mi habitual cama, pero no.
Nada tiene sentido en este momento, podría apostar que este no es mi cuerpo, puedo sentir mis extremidades y cada una de ellas se siente en extremo cortas e inútiles.
Quisiera poder gritar o hablar para poder conseguir ayuda o algún tipo de información, sin embargo, de mi boca no sale ninguna palabra entendible, solo balbuceo y daño mis propias cuerdas vocales en mis inútiles intentos. No sé dónde estoy, ni qué me ha pasado, solo puedo sentir que este cuerpo que hábito en este momento no es mío y que definitivamente no estoy en mi departamento.
Soy un bebé.
Esa es la única conclusión a la que pude llegar, pero no sé cómo es que esto puede ser posible, no hay ninguna explicación remotamente lógica a lo que me está pasando.
¿Teletransportación?
¿Magia?
¿Muerte?
No sabría cuál de las opciones creer, no me clasifico como alguien escéptica pero no puedo dejar de pensar que mi mente está produciendo ideas ridículas al tratar de dar alguna explicación a mi actual situación.
Intento nuevamente hablar, de alguna forma aunque sea un bebé debe haber alguien que me cuide o que esté cerca de aquí.
—Gwha-a-a— ¿Qué? Esa es mi voz, ¡cierto! Soy un bebé está claro que no podré articular ninguna palabra hasta por lo menos mi primer año de vida, sin duda ser un bebé es inconveniente, no puedo obtener información de esta manera ¿Qué debería hacer?
A lo lejos pude escuchar pasos acercándose rápidamente hacia la habitación donde me encontraba, después de algunas segundos alguien abrío la puerta para adentrarse, pude escuchar por los pasos que eran por lo menos dos personas las que habían entrado.
—Por supuesto que sé lo que su majestad pretende, pero ¡Es su propia hija no puede simplemente abandonarla a su suerte!— dijo una mujer, no pude reconocer de quien era aquella voz, pero quien sea la persona que esté hablando, tiene una de las voces más dulces que jamás había escuchado.
—Helena no podemos decirle que no, sabes que no podemos negarnos— esta vez hablo otra mujer con voz más grave, se notaba su desesperación en cada una de sus palabras —Su majestad no es alguien que perdone la deslealtad, antes cortaría nuestros cuellos.
—Lo sé, no pretendía desobedecer las ordenes del rey, pero... — la mujer de dulce voz hizo una pausa, pude escuchar como soltaba un suspiro cargado de tristeza.
—¿Pero?— le responde la otra mujer
—Esta niña ¿qué clase de desgracia le esperarán en el futuro?— ¿A mí? Espera ¿Por qué a mí? Soy solo una bebé.
—No hay nada que nosotras podamos hacer, su majestad ordenó mantenerla aquí hasta su mayoría de edad, después de eso todo dependerá de la princesa.
¿Acoso dijo princesa? ¿soy una princesa? Eso... Eso no me lo esperaba, pero ¿de qué sirve ser una princesa si mi propio padre no parece tener intenciones de criarme? No sé mucho de la monarquía pero por lo que sé, una princesa siempre es tratada con amor y está llena de bendiciones por parte del reino al que pertenece.
¿Qué clase de princesa soy?
No puedo abrir mis ojos para poder ver a mi alrededor, la luz de la habitación es demasiado brillante para mis pequeños ojos, por lo que tampoco pude ver los rostros de aquellas dos mujeres que se encontraban conmigo.
Pude sentir como una cálida mano se posaba sobre mi frente acaraciandola suevemente, dejando una sensación de suavidad sobre mí.
—Mi preciosa princesa— me habló la mujer de dulce voz —Como lo siento, pero no se preocupe yo la protegeré— Aquella mujer me hablaba con tanto cariño pero a la vez pude notar cierto sabor amargo en sus palabras, casi como si estuviera lamentándose por mí.
—Helena debemos reunirnos con nuestras demás hermanas— la mujer de voz grave interrumpió las caricias que su compañera me daba —Le diré a Seema que venga a alimentarla, tu debes seguir con tus demás deberes si no quieres que el rey enfuresca.
—Lo sé Nella, no me apresures por favor— la mujer de dulce voz dejó de enfrentar a su compañera para volver a acariciarme.