La llamada confirmándome como la seleccionada para un puesto al que había aplicado llegó en el peor momento. Habían transcurrido dos días desde aquella mañana en que por primera vez desde iniciada nuestra relación, Mauricio y yo intercambiamos frases hirientes para ambos, y ese día tendría que enfrentarlo solo para decirle que renunciaba a su constructora. Mi plan inicial era hablarle antes a Mauricio de cómo me sentía trabajando para él, de la manera casi desesperada en que necesitaba valerme por mí misma. Él me dio un respiro con ese empleo otorgado casi por caridad, pero era tiempo de que tomará las riendas de mi vida sin depender de otro, aunque ese otro fuera de hecho el hombre que amaba.
Desde nuestra discusión, Mauricio y yo habíamos cruzado apenas palabra, poniendo el trabajo de ambos como excusa para no hablar del tema, alargando los segundos de silencio entre ambos solo para no sentir que algo se había roto. Él seguía enfadado, tanto como yo, lo sentía cada vez que compartíamos el mismo espacio. Incluso visitó a Sebastián en un intento de apaciguar lo que silenciosamente nos atormentaba, en una tregua parcial a nuestros sentimientos. Aquella visita fue desastrosa, no para mi hijo, él disfrutó cada segundo junto a Mauricio y este se mostró con él como siempre. Sin embargo, cuando llegó el turno de quedarnos a solas, no pudimos decirnos nada, ni una disculpa broto de nuestros labios. La herida seguía ahí y era demasiado profunda.
En tanto caminaba a la oficina de Mauricio traté de respirar hondo, en mi cabeza preparé un discurso que intuía sería inútil una vez que estuviera frente a él. Aun así, me aferré a este como mi última esperanza para no acabar con lo ya dañado. Vanessa me hizo pasar inmediatamente luego de que le marcara a Mauricio anunciándole mi visita. Cuando lo vi levantarse de su escritorio y caminar hacia mí para recibirme, casi me arrepentí de lo que estaba a punto de hacer. El brillo esperanzado en sus ojos estuvo a punto de hacerme desistir. Él estaba tan cansado como yo, su expresión pedía a gritos una paz que mi renuncia no le entregaría. Me odié a mí misma por la forma en que estaban resultando las cosas y más porque yo era enteramente responsable. Mauricio llegó hasta mí y tomándome la mano, depositó un suave beso en mi mejilla. Su tierna caricia estuvo a punto de hacerme olvidar el propósito de mi visita, lo único que deseaba era abrazarlo y decirle lo mucho que lo amaba.
—Estaba deseando verte —Me dijo tomando mi mano, sus dedos la acariciaban.
—Mauricio, hay algo que debo decirte… —Corté su dulce recibimiento, pensaba torpemente que entre más pronto comenzara eso, más pronto terminaría. Su rostro se tensó apenas me escuchó, tal vez lo sospechaba, tal vez ya lo sabía pues no se notó sorprendido cuando le dije que había estado buscando empleo.
Sin decir nada se alejó de mí, pero yo no le di tregua. Recité lo que había fraguado en mi mente casi mecánicamente para rematar diciéndole que renunciaba pues había logrado mi objetivo y tenía que presentarme a mi nuevo empleo lo más pronto posible.
Su largo silencio fue peor que cualquier reclamo.
—Dime algo —Le pedí, incapaz de seguir contemplándolo así, mudo y apostado a un lado de su escritorio, con la mirada perdida y el gesto rígido de quien pretende ocultar sus emociones sin lograrlo pues todo en él lo delataba.
—¿Qué quieres que te diga si tú ya lo has decidido todo?
—¿Estás enfadado?
—Lo estaba al principio, pero ahora sólo estoy decepcionado ¿Por qué no me dijiste antes lo que planeabas? ¿Por qué has esperado hasta el último momento para decirme que no estabas conforme a mi lado? Tu actitud deja mucho que desear incluso profesionalmente, no eres una simple empleada para irte así sin más.
—Lo sé, perdóname, pero me he encargado de que mi asistente sepa todo lo necesario para cumplir la mayoría de mis funciones hasta que encuentres a alguien que me reemplace.
—Parece que ya lo tienes todo resuelto ¿Cierto? Pero aún no me has respondido ¿Por qué hacerlo a mis espaldas? ¿Qué hice para merecer esto?
—No hiciste nada, mi decisión no tiene que ver contigo, no de la forma que crees.
—¿Entonces con qué?
—Tengo que explicarte tanto, tanto que quisiera haberte dicho.
—Sí, pero te lo has guardado todo para ti, como siempre me dejas fuera… Creí que me había ganado tu confianza, pero ya veo que no, que para ti no valgo ni el esfuerzo de explicarme nada. Dime algo, Alejandra ¿Has estado conmigo porque en verdad me amas o por lo que te doy?
Sentí sus palabras como aguijones ¿Esa era la clase de persona que pensaba que era? Y sí era así, entonces lo único que había estado haciendo durante ese tiempo era comprar mi amor. Me sentí humillada y terriblemente dolida, no merecía aquel trato pese a mis equivocaciones.
—Lo que dices me hiere, no digas lo que sabes que no es verdad.
—Ya no sé lo que es verdad, lo único que tengo claro es que la Alejandra de la que me enamoré hace tanto, esa chica que me atreví a soñar como compañera, no será nunca parte de mi vida ni yo parte de la suya.
Claro que no, esa mujer no existía y Mauricio tenía que darse cuenta de una vez por todas, decidí que era hora de revelarle la realidad, perderlo no me importó en ese momento. Lo único que quería era acabar con tanta angustia causada por las ilusiones que él había puesto sobre mí o sobre quién pensaba que era yo.
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Editado: 11.12.2022