Una Pequeña Promesa

Capítulo 1

Seis años después:

Esa tarde de domingo las hojas de los árboles otoñales se mecían al compás del viento susurrante. Pocas personas visitaban el cementerio a esa hora de la tarde y eso es lo que llevaba a April escoger ese día en específico para llevar a su hija a visitar la tumba de su papá cada semana.

La pequeña Hannah hablaba sin parar con la lápida de mármol negro donde se honraba la muerte del médico perdido en batalla, Dean James Colton. Hacía seis meses desde que notificaron su desaparición y cinco desde el funeral. April intentaba ser fuerte por su hija, pero no soportaba estar en frente de esa piedra fría que constituía un recuerdo constante de la partida de su mejor amigo.

La niña de cabellos rubios y ojos verdes terminó de contarle su semana a su papá, era un ritual que le gustaba, ya que así se sentía cerca de él, a pesar de que nunca lo conoció en persona.

—Mami, ya terminé de hablar con papi. ¿No vas a hablar tú con él? —preguntó Hannah con curiosidad. April pensó en negarse, pero sabía que eso entristecería a su hija y lo último que quería era lastimarla.

—Solo por unos minutos. No te vayas muy lejos, ¿vale?

La niña asintió sonriente y April le devolvió la sonrisa a duras penas, lo último que quería hacer en esos momentos era sonreír, pero por su hija haría lo que fuera. Hannah se alejó corriendo hacia un arbusto de flores cercano y se puso a contar los pétalos de las flores mientras que April se sentaba en el suelo, su rostro frente a la piedra que simbolizaba el lugar de descanso de su mejor amigo y el padre de su hija.

—Hola —susurró rozando con sus dedos su nombre engravado en platino—. Después de cinco meses esto debería ser más fácil, pero no lo es. Te extraño todos los días, a todas horas. Cada vez que Hannah aprende algo nuevo, en lo primero que pienso es en que no estás aquí para verlo y me rompe en pedazos. No sabes cuánto te necesito, Dean. Intento ser fuerte pero en días como hoy me hundo y de no ser por la pequeña que creamos juntos no sé cómo hubiera sobrevivido una vida sin ti. Siempre estaré agradecida por Hannah, es el regalo que me dejaste para que no estuviera sola y gracias a ella es que tengo fuerzas para estar aquí. Ella te adora a pesar de no haberte conocido y sé que tú hubieras destrozado el mundo con tal de protegerla y amarla, como siempre hiciste conmigo. Eres mi persona favorita y por más que pase el tiempo eso no va a cambiar nunca, Dean. Te quiero.

April susurró las últimas palabras contra sus dedos, depositando un beso en ellos y rozando la lápida de Dean. Se limpió las lágrimas de su rostro y cuando estuvo segura de que no había mancha alguna en su rostro, se levantó y llamó a su hija, la que seguía distraída oliendo flores.

Hannah corrió hasta donde estaba su mamá y le tomó la mano, caminando ambas hacia el auto para partir de vuelta a su casa.

Mientras manejaba, April pensaba en cuántas cosas habían cambiado desde la partida de Dean hacia el campo de batalla. En cuanto se enteró de su embarazo, dejó su trabajo, el cual odiaba y se dedicó por completo al cuidado de su hija. Hannah había sido una bebé preciosa al nacer, con los cabellos rubios que heredó de su papá y sus ojos verdes claros.

Ella tuvo la ayuda de Eve, la mamá de Dean, para cuidarla. Ambas dudaron si decírselo o no al padre de la niña ya que no querían que él abandonara sus sueños por ellas. Eva adoraba a Hannah y muchas veces se quedaba en casa de April a cuidarla junto a ella.

Una tarde cuando la bebé tenía dos años de nacida, April le comentó a Eva su sueño de tener una pastelería y en poco tiempo se encontraron ambas llevando un negocio de dulces y pasteles por encargo. No quisieron tener una tienda porque les quitaba tiempo con Hannah y además, apenas estaban comenzando.

April se creó una buena reputación a lo largo de los años y sus pasteles eran pedidos casi a diario. Su hija la ayudaba muchas veces, pero tenía que vigilarla porque la niña probaba los dulces sin permiso y no podía comer azúcar. Desde que nació fue diagnosticada con diabetes y no puede ir a ningún sitio sin su insulina.

Llegando a su casa después del corto pero pesado viaje en carro, Hannah corrió a su cuarto para cambiarse y su madre entró a la cocina y se sentó en una silla con la cabeza recostada entre los brazos que cruzó encima de la encimera.

El domingo era el día que más odiaba. Su madre murió un domingo. Dean se fue un domingo y su desaparición se la notificaron un domingo también. Ese día la desgastaba emocionalmente al punto de no querer ni moverse. Pero su hija tenía que comer, así que calentó la comida que quedaba del día anterior y la colocó en un plato que depositó en la mesa del comedor. A April se le había cerrado el estómago, ese día normalmente le sucedía. La niña entró en la habitación y sus rizos rubios sobresaliendo de la capucha del pijama de unicornio rosa le provocaron una sonrisa instantánea a su mamá.

Hannah y April se mantuvieron en silencio mientras la niña comía. La pequeña entendía que la nostalgia no le daba ánimos a su mamá de hablar y ese era el único día que le permitía que no le leyera un cuento antes de dormir.

Tan pronto terminó de cenar, la niña de cinco años fue hasta donde su mamá y le llenó la cara de besos. April adoraba que su hija fuera así de cariñosa y su loción de bebé siempre la hacía sentir mejor. Hannah desapareció del comedor directo a su cuarto, así que aprovechó para recogerlo todo y fregar los platos.

Necesitando mantenerse ocupada para alejar pensamientos tristes, decidió lavar todos sus utensilios de repostería. Para cuando terminó, ya eran las diez y media de la noche. Con la cocina reluciente, fue hasta el cuarto de su hija para cerciorarse de que estaba realmente durmiendo y cerrarle la puerta, ya que la niña no podía dormirse si no estaba abierta.

Se dispuso a prepararse un baño para relajarse, pero el timbre de la puerta la sobresaltó. No sabía a quién se le ocurriría visitar a estas horas y estaba demasiado gastada emocionalmente como para imaginar quién podría ser. Caminó hacia la puerta y en cuanto la abrió el mundo se detuvo para ella.




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