A Dean le extrañó el repentino apuro de April para levantarse de la cama, pero supuso que era algo relacionado con su trabajo y se quedó varios minutos acostado asimilando el hecho de que por fin había vuelto a tenerla entre sus brazos.
Ella no tenía ni idea de cuánto él la había extrañado en los seis años que había estado ausente. En medio de toda la perdición y el sufrimiento que viene con las guerras, April era el rayo de luz que lo mantenía a flote y con fuerzas de superar un día más en el infierno de Afganistán.
De repente escuchó ruidos en el piso de abajo y decidió ver cuál era el alboroto que se traía entre manos su mejor amiga. Bajando las escaleras, vio a la pelirroja sosteniendo a una pequeña niña rubia de la mano y corriendo hacia afuera.
Un extraño presentimiento le surcó la cabeza y caminó con lentitud hacia el marco de la puerta para quedarse congelado con la visión de April abrazando la niña que lo miraba fijamente, niña que era demasiado parecida a él.
El recuerdo de la noche que tuvo sexo con April se retuvo en su cabeza por más tiempo del necesario y poco a poco fue asimilando que esa noche fue la que dio paso a la existencia de la hermosa pequeña que no dejaba de mirarlo aun cuando ya había montado el autobús escolar.
April se fue acercando lentamente hacia él hasta quedarse de pie en frente suyo. Las dudas se evaporaron al momento de mirarla a los ojos verdes y darse cuenta de que era verdad.
—¿Hay algo que debería saber? —preguntó él solo para que ella le confirmara lo obvio.
—Tenemos una hija —responde ella con rapidez, como si hubiera esperado demasiado para decírselo—. Su nombre es Hannah y tiene cinco años y medio.
A pesar de sus sospechas, Dean contuvo la respiración a la espera de que su cerebro aceptara el hecho de que es papá. Se dio la vuelta y entró a la casa con la intención de sentarse, ya que sus piernas casi no tenían fuerzas para sostenerlo.
Se dejó caer en el sofá y April se sentó a su lado. Le tomó la mano entre las suyas y lo observó con una súplica desesperada.
—No pregunto cómo porque la respuesta es muy obvia. Pero no entiendo por qué no me lo dijiste antes —Dijo Dean con un tono duro en sus palabras. A pesar de que sentía algo de alegría, se sentía traicionado porque ella no le contara una noticia tan importante para ambos.
—Tu madre y yo decidimos que no te lo contara porque sabíamos que ibas a dejarlo todo para regresar. No podía arrebatarte tus sueños por algo que yo misma me había buscado. Ninguno de los dos nos lo perdonaríamos —Dean la escuchaba con detenimiento y por mucho que le dolía que le hubieran ocultado la verdad, entendía la posición de su madre y de ella—. Hannah sabe quién eres, tiene una foto tuya en su mesita de noche y a todos le habla de su papá soldado. Está muy orgullosa de ti y a pesar de que no te conoce, te adora.
Él sintió cómo se le calentaba el pecho de la emoción. Nunca planeó ser padre, pero que la pequeña lo quisiera lo hacía sentirse como el hombre más afortunado del mundo.
Pasó el brazo libre por encima de los hombros de April y la atrajo hacia su costado, depositando un beso en su frente. No podía ni imaginarse lo sola que debía haberse sentido al tener a Hannah y si él hubiera estado a su alrededor, las cosas hubieran sido diferentes. Eso sí, no podía guardarle rencor a la pelirroja por mucho que quisiera, ella siempre sabía la forma exacta para ablandarlo, aún sin decir palabras.
Se quedaron así por varios minutos, Dean pensando en los miles de escenarios posibles a ocurrir en cuanto conociera a su hija y April en que la niña ya iba a tener por fin su familia completa. Los pensamientos de ambos se vieron interrumpidos al escuchar ruidos raros provenientes de la cocina, como si la puerta que había ahí estuviera siendo abierta.
April enseguida supo quién era y se alarmó, Eva estaba a punto de ver a su hijo que supuestamente había fallecido y la mujer tenía un historial de problemas en el corazón a raíz de la desaparición de Dean. Sus sospechas se confirmaron cuando la anciana entró en el salón.
—April, ¿por qué no has comenzado con el pastel de la señora Carmen? Sabes que- —Eva detuvo la oración al ver a lo que parecía ser su hijo en brazos de la chica. Se quedó muy quieta en el lugar al pensar que o estaba volviéndose loca o los fantasmas sí eran reales.
Dean no pudo retener las lágrimas que se agolparan en sus párpados al tener a su mamá en frente. Los años la habían envejecido de más y los disgustos que él le había provocado ciertamente ayudaban su decaimiento. Se levantó del lado de April y caminó despacio hacia su madre, para fundirse en un fuerte abrazo con ella. El silencio se vio interrumpido por el sollozo de Eva que rodeó a su hijo con sus brazos y agradeció al Señor Todopoderoso de traerlo de nuevo hacia ella.
La chica sentada en el sofá se puso emocional al ver la hormosa escena y no pudo evitar extrañar a su madre. Eva había sido una sustituta formidable, pero el amor de una madre no se reemplaza con facilidad.
Después de más de quince minutos en los que el abrazo entre madre e hijo solo se volvió más fuerte, poco a poco se separaron y la mujer sostuvo el rostro de su hijo entre sus manos.
—¿Ya viste a nuestra pequeña? —susurró ella refiriéndose a Hannah.
—Es hermosa, ma —respondió Dean.
—Vamos a conversar en la cocina —propone April—. Ustedes tienen mucho para decirse y yo necesito hacer el pastel de la señora Carmen o me va a llamar chillando cada cinco minutos.
Todos caminaron hacia la habitación sugerida y la mañana y tarde las pasaron entre anécdotas que provocaron tanto risas como llanto entre los polvos de azúcar esparcidos en el ambiente.
Estaban distraídos en la conversación cuando una dulce vocecita los interrumpió.
—Disculpe ¿es usted un fantasma?
...
*Nota de autora: Publiqué este capítulo antes como celebración por haber llegado a las 1000 lecturas y 50 votos en apenas una semana. Muchísimas gracias a todas las personas que le están dando una oportunidad a esta historia ❤️