Capítulo Trece
(***)
Ricardo se despidió de mí besándome en la mejilla y sin mirarme, no sé cómo superaremos esto, no sé cómo dejar pasar que mi esposo me ha rechazado por mis cambios físicos, no sé si deba comentárselo a Priscila, quizás ella... bueno pasó por dos embarazos y si… le pasó lo mismo que a mí.
- ¡Anghela! – levanta la voz mi suegra sacándome de mi incertidumbre - ¿¡Qué sucede querida!? te estado llamando varias veces, ¿Qué es lo que tiene tan ocupada tu mente? – me mira expectante ante mi indecisión de hablar o no - ¡vamos, dime! ¿Qué sucede?
- Bueno… - tomo aire – sé que dije que no te iba acompañar… ¿pero puedo ir contigo al hospital? – no le pude decir la verdad.
- ¡Querida! ¡¿cómo se te ocurre preguntar?! ¡Claro que puedes! – me besa la mejilla.
Terminamos de desayunar y salimos al hospital, está vez no olvide el móvil así quizás Ricardo me llame y volvamos juntos a casa. En el camino no dejaba de pensar en mi esposo, cuando estábamos por llegar al dormitorio de Yaneth dejé que Priscila se adelante y le timbré a Ricardo varias veces, pero nunca me contestó; sé que debe estar en reunión y su móvil seguro está en silencio, pero espero que al ver mis llamadas sepa comprender que por mi parte todo estaba bien. Entré a ver a Yaneth y mi suegra estaba con ella tomándola de la mano y dándole ánimos para que se despierte, al verla tan pegada a ella mi mente trajo el recuerdo de la primera vez que salimos juntas.
FLASHBACK
- Acaso te iban a casar como para que terminaras tu relación – me preguntaba Yaneth después de contarle los motivos que me llevaron a estudiar en Toronto.
- No conoces a mi madre, es capaz de todo – le respondí.
- No creo que sea peor que la mía, quien hace más de 3 años, no habla conmigo.
- ¿A raíz de tu relación? – ella siente - ¡Vaya! espero que tu situación cambie algún día.
- Quizás tus padres cambien algún día, pero no mi madre.
- Ni que fuera una bruja.
- Lo es… - dijo antes de reírnos y burlarnos de nuestras madres.
FIN FLASHBACK
Volví a mirar a mi suegra y sonreí. No porque me causará gracia el verla sufrir, si no por lo que algún día Yaneth llegó a pensar de su madre y ahora ella quien era tan obsesionada del trabajo dejó todo por estar al lado de su hija cuidándola todos los días y mi madre de quien Yaneth pensaba iba a cambiar, hace mucho que no ha tratado de comunicarse conmigo por más que cuando estaba en Máncora la llamé para contarle sobre mi embarazo.
Priscila me miró y estiró su mano para ponerme a su lado.
- Cuando Yaneth era una bebé - sonríe rememorando –, era muy difícil hacerla dormir - me suelta la mano y se toma la boca con sus manos tratando de detener sus lágrimas –, luego cuando empezó a caminar… - pone sus manos en el pecho sin dejar de mirarla – era difícil que estuviera quieta; siempre fue tan traviesa e hiperactiva que era mucho para mí - sus lágrimas empiezan a salir, me acerco y le sobo la espalda –, cuando entró en la adolescencia nunca coincidíamos en nada – sonríe tristemente, limpiándose las lágrimas – lo que hacía que peleáramos por todo, su manera de pensar era completamente opuesta a mía. Que tonta fui, debí darme el tiempo para conocer a mi hija y aprender a sobrellevarla –vuelve a tomarle la mano –, y ahora, justo ahora que nos estábamos llevando bien… - vuelve a llorar – ¿le pasa esto?…
Volví a sentir una punzada en el pecho, nunca me perdonaría por entrar en sus vidas y arruinarlas de esta forma; no solo lastimé a dos de las personas que más amo en este mundo sino también a una madre, las lágrimas empezaron a salir de mí e invadieron mi rostro.
- Lo siento querida – me abraza –, no quise hacerte llorar - se suelta del abrazo -, no quiero que Valentina salga llorona – nos reímos entre lágrimas –, pero que tampoco sea como su tía Yaneth que hace sufrir a su mamá, ¡muchacha mala! – le da un suave golpe a su hija – saldré un rato a tomar un poco de aire, traeré algo para tomar – asiento secándome las lágrimas.
- Hola cariño – digo después que salió Priscila –, ¿sabes? - tomo su mano -Te equivocaste con respecto a tu madre, ella cambió y mucho; debes de despertar para que la veas, estoy segura que extraña a quien le dé la contra en todo y tú… – le toco su nariz - eres una perfecta señorita contreras. Yaneth, te extraño, no sabes cuánto te extraño - suelto lágrimas -, es difícil verte sin movimiento alguno y no llorar, ya despiértate – me seco las lágrimas -. Cariño, necesito a mi mejor amiga; aquella que me escuchaba y consolaba sin critica alguna, aquella a quien amo, pero que a la vez sería capaz de contarle que mi matrimonio no está pasando por un buen momento; qué me siento fea, gorda e insegura de gustarle a mi marido, lo siento – vuelvo a llorar -. Perdóname, no sé ni lo que digo - limpio mis lágrimas -, por mi culpa estas así y yo… perdóname, pero al menos ¡despiértate y grítame, por lo estúpida que soy al decirte aquello!, Yaneth despierta.