-Es un placer conocerle, señor Adolphson.-Me esfuerzo por no temblar.
-El placer es mío, señorita Herford.
-La señorita Herford ardía de impaciencia por conocerlo.- Mis mejillas se encienden.
-¿Es eso cierto?- Su suave voz se cuela en mi oídos como el cantar de los pájaros en primavera.
-He escuchado hablar mucho de usted, señorito Adolphson.- Intento contener el color rojizo de mi rostro.
-Cosas buenas espero.- Sonríe.
Asiento, cabizbaja, sin ser capaz de mirarlo fijamente.
-Deberéis disculparme, aún me quedan algunos asuntos que ocupar antes de que amanezca. Un placer habernos encontrado nuevamente, querida Catherine.- Nos despedimos cordialmente.- Señor Adolphson…
-Señor Hallam…
Se aleja de nosotros con paso elegante, su bastón le muestra el camino y su gran abrigo vuela tras sí. Poco después, lo pierdo entre la multitud.
-Tengo entendido que usted es la sobrina de los señores Herford.-Tímidamente asiento.- Nunca escuché que tuvieran más familia, pero me encuentro gratamente sorprendido.
-He venido de visita.
-Y en qué gran momento ha llegado, las fiestas que celebra vuestro tío son magníficas. Le invitaría a un baile, mas creo que he llegado un poco tarde, todos empiezan a irse.
-No se preocupe, no soy una gran bailarina.
-¿Acaso es la primera fiesta a la que asiste?
-No, pero no he acudido a muchas.
-¿Sería tan amable de concederme el próximo baile?- Su clara tez desprende simpatía, por lo que consigue que sea casi imposible negarse.
-Está bien, se lo concederé.- No soy consciente de lo que acabo de aceptar.
-Busqueme en el próximo baile, le estaré esperando.-Se inclina lentamente en dirección al suelo.- Señorita Herford…
Sin responder siquiera, se aleja, en dirección a la puerta principal del hotel. No soy capaz de moverme del sitio, su sonrisa, su suave voz, su dulce aroma… Lo he visto, al señorito de ojos verdes.
Respiro profundamente, tratando de que mis latidos vuelvan a la normalidad y de que mi tez vuelva a adquirir su color de siempre.
Ahogo un bostezo, después de sentir tantas emociones, no me he dado cuenta de que el sueño está a punto de vencerme y mis ojos van pesando cada vez más. Mas espontáneamente se ve sustituido por el miedo, la señora Dunbar se encuentra casi al final de la gran escalera, viste un camisón negro como la noche, que no llega a tapar sus pies envueltos en mullidas pantuflas.
Todo lo que hay a mi alrededor se mantiene igual que hace unos minutos, todo el vestíbulo alberga personas de otro siglo ¿Qué ha de pasar ahora que está observando todo este maravilloso secreto?
Siento la necesidad de escaparme de allí e intentar esconderme, pues tampoco sé dar explicaciones a todo esto. Mis tíos, aún se encierran en el salón, quién sabrá cómo actuarán ante tal peligro. En las cartas que Heinz envió a mi madre, exponía el temor que le ocasiona tener que lidiar con que alguna vez los huéspedes lograran descubrir lo que ocultamos ¿Cómo se ha mantenido todo este tiempo en secreto?
Con sus débiles piernas y sin ser capaz de separarse del pasamanos, comienza a bajar lentamente, sin apartar la mirada del suelo. Pienso lo más rápido que puedo lo que debo hacer; culpo a mi tíos por no haberme enseñado a afrontar tal situación ¿Qué harían ellos? Piensa Catherine, piensa.
Los segundos pasan rápidamente y cada vez está más cerca. Una jóven de pelo ondulado, viene hacia mí. Ahora no es el momento…
-Hola, no recuerdo haberte conocido.- Dibuja una sonrisa sincera.- Disculpa que me haya presentado de tal forma, mas te veía sola y pensé que quizá te gustaría estar con alguien.
Lo que necesito es que la señora Dunbar regrese y olvide lo que está presenciando.
-Hola.- Mi voz desprende indiferencia.
-Disculpame, no me he presentado, mi nombre es Jane Adolpshon.- Adolphson… Ese apellido… Pues claro, Lewis Adolphson.- Te vi hablando con mi hermano hace un momento y sería descortés no presentarse también.
-No sabía que tuviese una hermana.
-Apenas es de mis primeros bailes.- Su sonrisa es casi contagiosa.- Padre dijo que ya debo formar parte de estas reuniones sociales, es divertido, pero las chicas de mi edad solo buscan con quien bailar ¿Me permites saber tu nombre?
-Ah, Catherine Herford.- Mi mirada no se aparta de las escalera al mismo tiempo que ansío que se marche.
-Oh, así que eres la hija de los señores Herford. Padre dice que es muy conocido en la clase alta.- Niego con la cabeza.- Entonces ¿Su nieta?
-Sobrina.
-Perdón, perdone.- Su manera de expresarse y cambiar de tú a usted en solo una frase, me divierte.- Aún no me acostumbro a utilizar ciertas expresiones.
-¿Me disculparás? Tengo que irme.- Un paso más y Mary Dunbar se encontrará de bruces con todo esto.
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Editado: 04.12.2024