Una Vez Mas

El Umbral y Sus Secretos

A mis quince años, crucé la barrera sin siquiera saberlo. Fue algo necesario, una decisión forzada por circunstancias que apenas comenzaba a comprender. El mundo se había vuelto un caos, una vorágine de miedo y desesperación donde la seguridad era un concepto olvidado. Mis padres, quienes me habían protegido con sus vidas hasta ese momento, ya no estaban. Recuerdo la imagen de mi cuerpo, joven pero ya quebrantado, al borde del colapso. Había sido un tiempo de pérdidas, de horrores que parecían no tener fin, y la vida que conocía se desvanecía en la oscuridad.

Fue en ese precipicio que aparecieron Elena y Sack, dos amigos incondicionales de mis padres. Ellos no me ofrecieron consuelo vano, sino una promesa de supervivencia, un camino drástico que para mi mente aturdida sonaba más a un delirio que a una solución. Les debo la vida, no solo por haberme protegido en los días más oscuros tras la pérdida de mis padres, sino por enseñarme a defenderme y a sobrevivir en un mundo que se desmoronaba. Sin embargo, los problemas no son algo que simplemente se olvida; ellos siempre regresan, una sombra persistente que no solo te hará sufrir, sino que también querrá verte muerto. Aquel día, la urgencia en sus ojos lo decía todo: no había más tiempo para dudar.

La Revelación de la Barrera

La barrera… un nombre tan simple para algo tan complejo y enigmático. Poco a poco, a lo largo de estos seis años que han transcurrido desde aquel cruce forzado, he logrado desentrañar algunos de sus secretos. Sin embargo, la verdad completa sigue siendo un velo denso, una incógnita monumental que pocos se atreven a desentrañar por completo. Recuerdo ese día con una nitidez escalofriante, la primera vez que la atravesé. No fue por elección propia, sino por pura necesidad, empujado por la desesperación de Elena y Sack. Ellos me guiaron hacia lo que parecía una niebla perpetua, una neblina tan densa que el mundo al otro lado era una promesa borrosa, una fantasía inalcanzable, apenas un atisbo de un posible futuro. El aire se volvió espeso, cargado de una energía estática que erizaba los cabellos en mi nuca, una premonición de la transformación que estaba a punto de ocurrir.

Y entonces, al cruzar, descubrí algo inimaginable. No hubo dolor, ni un corte, ni un impacto violento. Fue como disolverse en el aire y reconstituirse en el mismo instante, una experiencia trascendental que desafía toda lógica. El aire al otro lado se volvió limpio y frío, llenando mis pulmones con una facilidad que no había sentido en años. El agotamiento, la debilidad que corroía mis huesos, las pequeñas heridas y molestias que arrastraba, todo desapareció. La barrera te revitaliza, te cura de cualquier enfermedad o herida, por profunda que sea. Te deja como nuevo, cada célula de tu cuerpo restaurada, vibrando con una fuerza y energía inauditas. Es como si el tiempo o el daño físico nunca hubieran existido para tu cuerpo al cruzarla, una resurrección carnal en vida, un milagro biológico que te hace cuestionar los límites de la existencia.

Pero esta revitalización, asombrosa como es, solo ocurre en ese instante preciso del cruce. Es un efecto puntual, un regalo efímero que no se repite. No te concede inmunidad permanente a futuras dolencias, solo una renovación instantánea al momento de la transición. Aún no sabemos si tiene el poder de revivir a los muertos, una pregunta que ha atormentado a muchos que han perdido a seres queridos; la mayoría de las cosas que la rodean son preguntas sin respuesta, teorías susurradas entre quienes han logrado sobrevivir a su paso. Es crucial entender que cuando la barrera se formó, hace miles de años, no todos tuvieron este beneficio de rejuvenecimiento. Se ha teorizado que la barrera es selectiva, o que su poder se manifiesta solo de esa forma específica para quien la atraviesa, una bendición misteriosa que la hace aún más enigmática. Después del cruce, la niebla se disipó levemente, revelando un paisaje que parecía sacado de otro mundo, prístino y casi irreal, un contraste brutal con el infierno del que veníamos.

El Dilema del Cruce: Conocimiento vs. Ignorancia

Hay otro detalle fundamental, uno que ha sido motivo de interminables debates entre los pocos que conocen la verdad sobre su funcionamiento: solo se puede cruzar en una dirección. Hacia el Conocimiento. Este lado se manifiesta como una niebla espesa y densa, casi palpable. Puedes tocarla, sentir su humedad en tus manos, su frescura en el rostro, pero los beneficios que ofrece solo se obtienen al cruzarla por completo, inmerso en su misterio. Una vez que la atraviesas, te encuentras en un mundo diferente, no solo físicamente sino también en la percepción misma de la realidad.

Intentar el cruce en la dirección opuesta, hacia la Ignorancia, es una futilidad absoluta. Es como chocar contra un muro de cristal irrompible, una barrera invisible e inaccesible que se extiende hasta donde alcanza la vista. Puedes ver la niebla densa también en ese lado, un muro opaco que oculta todo lo que hay detrás, pero no hay forma de atravesarla. Ningún objeto, ninguna forma de energía conocida, ha logrado penetrar esa frontera infranqueable, un límite absoluto que desafía la física conocida. Es un recordatorio constante de que hay caminos que están cerrados, verdades que no se pueden forzar.

La Ignorancia en sí misma es un misterio envuelto en silencio. No habla, nunca emite sonido alguno. Simplemente observa, una presencia gélida y silenciosa que inspira una inquietud profunda. A veces, adopta una forma humana, una silueta vaga que se materializa dentro de su densa niebla. Pero esta forma no responde a preguntas, no da señales, sus ojos fijos en la nada, o quizás en algo que solo ella, o él, puede percibir. A menudo, solo camina cerca de su lado de la barrera y mira, una figura solitaria en la bruma. En otras ocasiones, ni siquiera se proyecta de forma tangible; es visible, sí, un espectro borroso que se intuye, pero es etérea, imposible de tocar. Quienes han intentado acercarse demasiado a su lado, aquellos lo suficientemente insensatos como para desafiar sus límites, han contado historias de una opresión abrumadora, una sensación de vacío que te roba el aliento, una desesperación que parece drenar el alma. Algunos dicen que es la manifestación del olvido absoluto, otros, de la inacción y la resignación total, pero nadie lo sabe a ciencia cierta. Su existencia es una prueba viviente de la dualidad del mundo, un recordatorio sombrío de que no todo está destinado a ser comprendido.



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En el texto hay: tiempo fantasia realidad, dolor y odio, aventuras magia

Editado: 12.06.2025

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