Under My Wings

26-. Mía

Eve:

Desperté somnolienta, con la boca seca y un ardor incómodo en las muñecas. Aún adormilada, dirigí la vista hacia ellas y se me formó un nudo en el estómago al ver que estaban cubiertas por unas gruesas vendas manchadas de sangre, y que, a su vez, mi cuerpo yacía sobre una camilla de hospital. ¿Qué diablos había pasado?

Casi de inmediato, recordé todo lo ocurrido, cuando, durante un fuerte ataque de depresión, casi me quito la vida con una hojilla.

A mi derecha se hallaba Chris, dormido profundamente sobre un pequeño banco. Entonces, volvieron a mi mente algunas imágenes de lo ocurrido, y recordé que fue él quien se encargó de traerme cargada hasta acá. Al bajar un poco la mirada, noté que una venda ensangrentada cubría su mano izquierda, y vino a mi memoria el hecho de que aquella herida había sido por mi culpa. Me mordí el labio con remordimiento y aparté la vista de él.

En ese momento, el reloj digital que se encontraba en la pared del cuarto marcó las seis en punto de la tarde, y caí en cuenta de que habíamos dormido durante todo el día.

La puerta de la habitación se abrió lentamente, y a través de ella, entró una mujer rubia y esbelta, de ojos cafés que, a juzgar por el uniforme blanco que tenía puesto, debía ser una enfermera. En sus manos, traía una pequeña bandeja metálica con varios metros de vendas cuidadosamente envueltas, algodón, un pequeño frasco de alcohol y una tijera.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó la mujer, mientras colocaba los utensilios al lado de mi camilla.

—Supongo que bien —respondí un poco incómoda por su presencia.

—Disculpa que entrara sin avisar, solo vengo a cambiarte el vendaje —sonrió con timidez.

—No te preocupes, lo entiendo.

—¿Lista?

Asentí como respuesta.

—Muy bien, extiende el brazo hacia mí y quédate quieta, yo haré lo demás —tomó la tijera—. Si sientes algún dolor o incomodidad, házmelo saber.

Lentamente, comenzó a cortar los vendajes que cubrían mi muñeca, para así dar paso a toda la sangre coagulada que había debajo, y por lo poco que pude distinguir, también me habían colocado unos cuantos puntos de sutura.

—Vaya, luce bastante mal —la mujer negó con la cabeza—. Debo limpiar esto para que no se infecte.

Con rapidez, tomó un pequeño trozo de algodón y lo mojó con algo de alcohol.

—El tejido aún no cicatriza, así que tal vez te arda un poco.

Dicho esto, se puso manos a la obra y empezó a limpiar toda la zona afectada. Sentí un fuerte ardor y apreté los labios para reprimir mis gritos, por lo que la enfermera no me hizo mucho caso, y se limitó a seguir limpiando. Luego de unos cuantos minutos, mi muñeca lucía mucho mejor que antes.

—Listo, solo falta volver a cubrir la herida.

Me limité a asentir, a lo que la enfermera abrió un paquete de vendas, y comenzó a envolver todo mi antebrazo con delicadeza. El proceso completo tardó unos dos minutos.

—¿Cuándo podré irme? —inquirí, a la vez que me ajustaba los vendajes.

—Mañana deberías estar lista para volver a casa, pero por ahora deberías dedicarte a descansar —respondió—. Es obvio que has tenido una semana bastante larga.

—No tiene ni la menor idea —murmuré entre dientes.

—Tu novio parece estar en mejor estado, aunque también debería reposar tanto como le sea posible.

—¿Por qué lo dice?

—Para empezar, salió de aquí en estado de coma, y de un pronto a otro, reapareció contigo en brazos, empapado y con un corte muy profundo en la mano izquierda —dijo—. También esperó a que te atendiéramos para dejarse ayudar. Es un chico muy testarudo.

—¿Qué tan profunda fue su herida?

—Le colocaron unos diez puntos, aunque probablemente no tarde mucho en recuperarse —explicó la mujer, volviendo a colocar los utensilios sobre la bandeja—. En fin, si necesitas algo, estaré cerca de recepción.

 

 

Sonó la alarma de mi teléfono, y gruñendo de frustración, estiré la mano hacia mi mesita de noche para desactivarla. Una vez hecho esto, observé la pantalla de mi móvil y caí en cuenta de que ya era lunes. Rápidamente, salté de la cama y salí disparada hacia el baño. Cepillé mis dientes, tomé una breve ducha y fui corriendo a vestirme.




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