—¡Con cuidado, carajo! —gruñí entre dientes.
—Ya casi terminamos —me tranquilizó Eve, esbozando una sonrisa tímida.
—Sigo sin entender por qué no fueron a un hospital, allí podrían atenderte mejor —dijo Albert mientras colocaba un poco más de alcohol en mi herida.
—¡Que tengas cuidado! —grité, cerrando los ojos—. ¡Esta mierda arde!
—No seas llorón, ya casi termino —replicó, tomando un paquete de vendas, y con ayuda de Eve, lograron vendar mi hombro por completo.
Tres días antes, este había recibido un disparo de escopeta, y a pesar de la rápida regeneración que tenemos los Volavek, aún no estaba totalmente curado. Por suerte, el perdigón atravesó mi hombro y pudo salir sin problemas. No obstante, el impacto había sido tan fuerte que, durante un buen rato, no pude sentir el brazo ni mover los dedos.
—Listo —susurró Eve, sujetando mi mano.
—Gracias —dije con una pequeña sonrisa en mi rostro.
Hubo un silencio incómodo en la habitación, y debido a esto, Al se excusó para salir por unos minutos. Eve cerró la puerta del cuarto, y luego se sentó frente a mí.
—¿Qué haremos ahora? —preguntó, mirándome a los ojos.
—No lo sé, pero no podemos quedarnos en casa de Albert para siempre.
—Tengo miedo, Chris —bajó la mirada—. ¿Qué pasará si nos atrapan?
—Nadie va a atraparnos —intenté tranquilizarla.
Eve no pudo contenerse más, y se echó a llorar sobre mí. No sabía que decir o hacer, así que me limité a guardar silencio y acariciar su cabellera. Pasamos varios minutos así, hasta que Al volvió a entrar. Esta vez traía en sus manos dos pequeñas tazas de café.
—¿Qué ocurre? —preguntó al vernos.
—Nada —respondió Eve, limpiándose las lágrimas—. No ocurre nada.
—¿Estás segura? —insistió—. Últimamente han estado actuando raro, primero Chris sufre aquel accidente, luego ambos desaparecen por un tiempo, y ahora vienen huyendo de alguien. Quiero saber lo que ocurre.
«¿Qué hacemos?», inquirió Eve.
«No podemos decirle la verdad, ¿o sí?»
«Tal vez, aunque eso lo pondría en peligro.»
Solté un gran suspiro, y bajando la mirada, decidí que no era el momento.
—Lo lamento, Al —negué con la cabeza—. No puedo decirte, es por tu propio bien.
—Creo que no lo entenderías —agregó Eve.
—¿Acaso no confían en mí?
—Por supuesto que confiamos en ti, pero no es un asunto de confianza —dije mirándolo a los ojos—. Créeme, no es momento de que lo sepas.
Al parecer, esto solo empeoró la situación, y antes de que pudiera decir nada, Albert salió de la habitación.
—Me siento mal por él —admitió Eve.
—Yo también, pero mientras nadie más que nosotros sepa nuestra condición, todo irá bien.
—Tienes razón, solo espero que Al pueda entenderlo.
—Por eso no te preocupes, seguro que lo entenderá. Es un gran tipo —esbocé una pequeña sonrisa.
—Eso espero —bajó la mirada y su rostro adoptó una expresión completamente neutra.
Me quedé en silencio por varios minutos y observé a Eve con una sonrisa tonta en mi rostro. A pesar de que estábamos en una muy mala situación, su compañía me hacía feliz. Observé cómo su larga cabellera negra le caía sobre el rostro, y sentí un ligero cosquilleo recorriendo mi estómago.
En la comisura de sus labios, se manifestó una pequeña sonrisa y no pude evitar sonreír de vuelta. De repente, vi cómo se giraba hacia mí con una expresión confusa.
—¿De qué te ríes? —preguntó, mirándome a los ojos.
—Es que estoy pensando —me llevé una mano a la nuca.
—¿Ah sí? ¿En qué piensas?
—En todos los errores que he cometido durante mi vida.
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Editado: 07.10.2019