Under My Wings

50-. Amigos

Albert:

Habían transcurrido varias horas desde que llegué aquí, y mi cuerpo ya comenzaba a recuperar su movilidad de manera parcial. A su vez, gritos y disparos retumbaban a lo largo de todo el lugar, mientras que seguía sin enterarme de lo que ocurría.

Por milésima vez, coloqué las manos en el suelo e intenté ponerme de pie, pero mis brazos fallaron y volví a caer tendido boca abajo. Al parecer, aún no tenía suficiente energía para levantarme.

—No, debo salir de aquí —gruñí, y de repente, escuché los pasos de alguien aproximándose a mi dirección. No podía ver de quién se trataba, pero por el sonido de las pisadas, supuse que venía solo.

Segundos después, un sujeto de contextura atlética se detuvo frente a la puerta de mi celda. Vestía con un pantalón negro ajustado, botas de combate negras, y un chaleco de color azul oscuro con la letra E dibujada en la parte frontal. También noté que cubría su rostro con una inexpresiva máscara de color blanco, y que sobre su espalda cargaba a una chica que, casi de inmediato, reconocí como Eve.

—¿Quién eres? —murmuré espantado, a lo que el sujeto permaneció en silencio, colocó su mano izquierda sobre la máscara, y la retiró con lentitud.

—¿Por qué esa cara? ¿Te asusté? —se burló Chris, y Valentine dejó escapar una pequeña carcajada.

—Idiota, casi me da un infarto —resoplé.

En seguida, Eve bajó de su hombro y comenzó a forzar la cerradura de mi celda. Después de unos cuantos segundos, esta cedió y ambos entraron.

—¿Puedes levantarte? —preguntó él, arrodillándose a mi lado.

—Mi cuerpo no tiene suficiente energía —respondí, apretando los puños.

—Ya veo —gruñó—. Cierra los ojos.

Dirigí la mirada hacia la chica y ella asintió, así que, encogiéndome de hombros, decidí obedecer. Chris puso su mano sobre mi frente, y tras unos instantes en absoluto silencio, una extraña energía se apoderó de mi cuerpo.

—Listo —retiró la mano—. Ahora intenta ponerte de pie.

Hice acopio de todas mis fuerzas, y entre gruñidos, lo logré.

—¿Qué hiciste? —pregunté impresionado.

—Eso no importa —replicó Taylor—. Vámonos de aquí antes de que la situación empeore.

Sin perder más tiempo en preguntas, caminamos a través de un largo y estrecho pasillo de piedra. Este tenía muy poca iluminación, pero por suerte, Chris podía guiarse muy bien a través del lugar; y luego de unos dos minutos de aquel largo recorrido, llegamos a la puerta de aquella prisión. Entonces, Taylor se detuvo en seco y giró su cuerpo en nuestra dirección.

—Escuchen atentamente —ordenó, frunciendo el ceño—. Este lugar es gigantesco y sería muy fácil perderse, así que pase lo que pase, no se separen de mí. ¿Entendido?

Eve y yo nos encogimos de hombros, e intercambiando miradas, asentimos al unísono.

—Perfecto, hay otra cosa que ambos deben saber —hizo una breve pausa y me miró a los ojos—. Allá afuera se está llevando a cabo un enfrentamiento armado, necesito que estén alerta y preparados para correr. ¿Cuento con ello?

Volvimos a asentir y él volvió a ponerse la máscara. Acto seguido, abrió la puerta y nos ordenó esperar allí mientras iba a revisar la zona. Un par de minutos después, volvió a aparecer e indicó que todo estaba despejado.

Cruzamos la puerta, y con extrema precaución, anduvimos detrás de él. Estábamos en lo que parecía ser una interminable cueva subterránea, y a lo largo de ella, había varias puertas metálicas. Una explosión retumbó a la distancia, y de inmediato, varios gritos resonaron por todo el lugar.

Taylor nos dirigió una mirada de preocupación, y antes de que pudiéramos preguntarle lo que estaba sucediendo, el cuerpo de un uniformado aterrizó a pocos metros de nosotros. Al ver que no se movía, Chris se agachó a su lado y se quitó el chaleco para reemplazarlo por el que traía aquel sujeto.

—¿Por qué me miras así, Al? —se encogió de hombros—. Tiene granadas.

Cruzamos el pasillo con suma rapidez y Taylor entró por una de las puertas más cercanas. Segundos después, reapareció indicando que podíamos entrar.

Llegamos hasta lo que parecía haber sido una recepción, sin embargo, ahora estaba cubierta por escombros, cenizas y restos de algunos cuerpos chamuscados. Avanzamos a través de aquel caos para llegar hasta el interior de una enorme cabina transparente; y una vez allí, Chris pulsó varios botones y las puertas comenzaron a cerrarse lentamente.

No obstante, estas se detuvieron en seco, y a lo lejos, observé a dos uniformados trotando hacia nosotros.

—¿A dónde creen que van? —vociferó uno de ellos—. La recompensa por Valentine será nuestra.

—No lo creo—reclamó Chris, volviendo a pulsar los botones sin tener ningún resultado—. Ella es mía.

—¿De qué hablan? —le pregunté a Eve.

—Eso no importa —respondió ella, tomándome por el brazo y haciendo que girara mi cuerpo en otra dirección.

Entonces, escuché cómo las puertas de la cabina se cerraban y esta comenzó a elevarse. Al girarme de vuelta, observé horrorizado que los cuerpos de aquellos sujetos estaban completamente chamuscados.




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