—¡Ya no puedo más! —musité cuando mi brazo cayó, dejando sin refuerzos la barrera.
Luego de eso él no tardó en destruirla, y demostrando que no era un novato, fue capaz de rastrearme, y en unos cuantos segundos lo tuve al frente.
—Eres una jodida alimaña, muchachito —comentó con una sonrisa—. Veo que recuperaste tu cuchillito… ¿Dónde está la vieja?
—Ella está esperando para meterte el dedo por el culo cuando te descuides —repliqué lanzándome hacia él con mi daga.
Con gracia y facilidad esquivó mi ataque, haciéndome tropezar y caer al suelo. Cuando me volteé rápidamente él ya tenía sus manos ennegrecidas de nuevo, en ese momento vi como si pequeños rayos violeta emanaran de sus dedos. Me dispuse a levantarme pero de un pisotón en mi pecho me hizo descender. Él se agachó y tomó mi cabeza con ambas manos, en ese momento sentí la electricidad que me hizo retorcer de dolor, pronto destruiría mis órganos y achicharraría mi piel. Triunfantemente lanzó una carcajada. Pero se desvaneció cuando el dolor que me estaba haciendo sentir se fue diluyendo hasta que desapareció rebotando contra él.
—¿Qué diablos es esto? —chilló retirando sus manos de mi cabeza.
Yo estaba tan confundido como él, pero no podía quedarme quieto. Tomé esta oportunidad para encerrarlo nuevamente en una barrera, aunque fuera conmigo. A él pareció no importarle considerando que ya la había destruido una vez, solo era cuestión de tiempo. En su confusión, contempló sus manos, buscaba entender que es lo que había sucedido. Hasta que sus ojos se abrieron aún más, como si todo cobrara sentido para él.
Tocó la barrera y al igual que la primera vez la hizo pedazos.
—¿Acaso… me están engañando mis ojos? —preguntó acercando su rostro al mío—. Tú… ¡Te creíamos muerto! —exclamó con asombro.
Sin ánimos de seguir escuchándolo, moví mi daga a través de su rostro. Fueron fracciones de segundo, pero estaba seguro de que había vaciado sus ojos con ese corte.
Mi enemigo chilló de dolor y yo me alejé arrastrándome por el suelo, mientras él se cubría el rostro con una mano al tiempo que me buscaba a tientas con la otra.
—Maldito mocoso… ¡Si no fueras quien eres te volvería eunuco!
Como pude me levanté y empecé a correr, entonces vi a la abuelita a unos doscientos metros, ella venía hacia mí con sus manos cubiertas de sangre, lo que posiblemente significaba que había reventado el sello, lastimándose tal vez por la energía demoníaca.
Estaba a menos de diez pasos de encontrarme con ella cuando una lanza de niebla semilíquida silbó en mi oído y atravesó el aire hasta llegar a ella.
La jabalina se alojó en su pecho y ella cayó al suelo.
—¡No! ¡Jeaneth! —grité al llegar a su lado.
—Lo hicimos, Bel… Ya nos viene a ayudar —agregó ella al borde de la inconsciencia, mientras yo apoyaba su cabeza en mis piernas.
—Si está bien, Jeaneth… tú vas a estar bien. ¿Me oíste? —le dije con mi voz cortada.
—Espera un poco —anunció ella—. Ya viene…
—¡Qué emotivo! —comentó la cosa que ocupaba el cuerpo de Joseph al llegar cerca de nosotros.
Con todas las fuerzas que me quedaban tomé el puñal y dejando la cabeza de Jeaneth en el suelo me levanté y corrí hacia él. Pude hacerle un par de cortes en las manos antes de que él sujetara mi cuello y mi brazo sano. Entonces me empujó hacia la abuelita, haciéndome caer encima de ella.
—Bel… —susurró Jeaneth.
—Resiste —sollocé arrodillándome de nuevo—resiste…
Sentí al demonio acercarse hacia nosotros y un deseo profundo de venganza comenzó a inundar mi mente. Pensé que aún tenía oportunidad de salvarla si lo mataba. Así que me levanté muy decidido, aunque apenas podía sostenerme, desafortunadamente antes de que volviera a atacarle, él me golpeó la frente haciéndome caer de nuevo.
—Se acabó el juego, mocoso, tú vienes conmigo.