“La casa en llamas”
El suelo estaba frío, muy frío. Estaba acostado boca abajo con sus labios tocando la tierra áspera y húmeda Lentamente el muchacho fue levantando su cabeza poco a poco y abriendo sus ojos tímidamente sumado a un bostezo que no pudo ni quiso reprimir, señal inequívoca de que llevaba un buen rato tirado durmiendo.
Así mismo, una vez que se enderezo con su torso mirando hacia el suelo llevó su mano izquierda a la parte trasera de su cabeza. Tenía un dolor muy agudo, el cuál era correspondido con un chichón que si bien no podía ver si podía sentir su tamaño, el cuál era casi tan grande como su mano.
-¡Ahh….!- gimió el joven al tocarse la protuberancia-¿Qué es esto?- exclamó en voz baja casi ronco de tanto gritar.
Hizo una mueca de dolor cerrando sus ojos. Al abrirlos vio el escenario de su alrededor. Se encontraba en un gran patio o jardín (no podía distinguir bien la diferencia de uno y del otro) en el que habían unas cuantas mesas rectangulares con sillas de plástico y de madera desperdigadas por el lugar. Muchas de ellas estaban tumbadas desordenadamente en el suelo.
Pero lo que más atrajo la mirada del joven fue la asquerosísima cantidad de recipientes de bebidas alcohólicas y otros líquidos para mezclar diseminados por todo el campo, los cuáles parecían no acabarse nunca ya que habían hasta donde la mirada llegaba. Existían de todos los tipos y gustos: tetrabrikc o vino en cajita, Spedders, Fernet, Gancia, Coca Cola , Dr. Lemon, Pepsi, Corona, Sprite, vinos Malbec y hasta una Manaos de uva al lado de un paquete de pitusas.
A medida que los miraba a todos, el joven no podía (por una extraña razón) recordar lo que había ocurrido antes de que se despertara.
La noche era estrellada y la luz de la luna creciente iluminaba lo suficiente como para poder caminar en la oscuridad sin luz alguna. Esto le permitió enderezarse un poco más y colocarse de pie tambaleándose un poco. A medida que iba saliendo poco a poco del la borrachera que tenía y haciendo frente a la resaca lo mejor que podía empezó a dar unos pasos hacía la base de una botella de pepsi de plástico cortada y separada de la otra parte del cuerpo (igual como las que llevaban los barrabravas para tomar en los estadios) que estaba justo delante de él. La tomo lentamente y la llevó a su nariz.
-¿Quién fue el negro de mierda que tomó esto?- exclamó al oler el líquido negro violáceo que tenía el recipiente, el cuál ni el mismo supo distinguir la mezcla usada.
“Mejor me voy a la puta”- pensó al ver el basurero municipal en el que se encontraba.
Tiro el pedazo de plástico al suelo junto con su contenido y siguió caminando lentamente buscando una salida, debía encontrar a sus amigos y volver a su casa. La cuestión radicaba en que, no recordaba ni quienes eran sus amigos ni cuál era su propia casa. Aunque si, por alguna extraña razón el sabía, quizás por experiencia propia y sin necesidad de que los recuerdos se le vinieran a la mente, que donde había alcohol y desorden no era un buen lugar para estar, así que lo mejor que siempre había que hacer en esos caso era irse de ahí antes de que llegara la policía.
Justo creyó ver lo que era un portón de madera que daba la calle trasera de esa casa. Ansioso de irse fue hacía lo que era su salida. Pero justo antes de llegar a tomar la manija de la puerta unos sonidos fuertes provenientes atrás suyo lo sobresaltaron.
Se dio la vuelta rápidamente y vio un despliegue de color y sonidos en el cielo. Cohetes y fuegos artificiales decoraban la pálida noche generando un espectacular despliegue lleno de alegría y emoción. Los disfrutó un rato y luego se dio la vuelta para ahora si irse definitivamente. Pero había algo que no encajaba, en el suelo se sentía una especie de temblor que llegó a hacer caer una botella de Fernet mini que estaba arriba de una mesa. Parecía como si hubiera una estampida que venía hacía él, decidió no darle importancia y optó por irse de ahí cuando escuchó:
-¡¡Corran forros, corran!!
Rápidamente se dio la vuelta y no dio crédito a sus ojos. De un espacioso pasillo al costado de la casa detrás de él surgió una enorme horda de coléricos y ruidosos estudiantes secundarios de distintos colegios que venían corriendo desesperadamente hacía él. Absolutamente todos tenían un terror y miedo profundísimo dibujados en sus rostros sumado a los gritos de pánico y pedidos de auxilio de no unos pocos. El que estaba delante de todos y corría más rápido, un tipo cuya cara le resultaba familiar, al verlo parado delante de ellos gritó sin dejar de correr:
-¡¡Movéte pelotudo!!¡¡MOVÉTE!!
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Editado: 12.01.2021