Después de hacer el círculo mágico de Utopía, todo se volvió aburrido. Tenía el poder y el medio, pero no sabía en qué enfocarme. El bicho me dijo que sólo hiciera el círculo simple, ya que el de Utopía consumía demasiado poder mágico y nadie quéría volver a ver lo que había comido. Después de miles de intentos con los elementos, me di cuenta de que no era elemental; tampoco quinética de atracción ni repulsión; menos energética como Esmeralda; ni los espíritus ni la videncia eran lo mío; después de golpes y hechizos que no pude evitar, descubrimos que no era bloqueadora; el tiempo no iba a mi favor; y después de cientos de saltos, vimos que no era viajera; ya estaba agotada cuando intenté cambiar mi apariencia física, que resultó en vano...
-Esto es lo último que queda- dijo con una voz muy grave Max, el minotauro mientras me lanzaba una pelota metálica del tamaño de mi puño pero muy pesada, que casi me hizo perder el equilibrio.
-Sujétala en tu mano, y piensa en transformarla en algo- dijo el hada aburrida sentada en la mesa.
-¿Algo como qué?- pregunté luchando con mi cansancio.
-Una espada- dijo Niel sonriendo hacia mí.
Quedé mirando la esfera y dibujé en mi mano derecha el círculo simple debajo de ella.
Enseguida se transformó, y todos se animaron por fin.
-Un paraguas- dijo divertida Margueritte.
La espada pasó a ser un paraguas y todos empezaron a gritar cosas. Todos excepto Thomas, que estaba enfurruñado y mirándome con odio.
Silla, barco, tijeras, cuchillo, lápiz, copa, botón, percha... Todo cambiaba a una velocidad cada vez mayor.
-No está mal- me felicitó el bicho -Por fin. Ahora puedes pasarle un no conductor, ¿puedes sacar una tabla Max? Por favor.
El minotauro arrancó una madera como si nada, me la ofreció y yo se la cambié por la esfera.
-Transfórmala en mí- dijo el bicho posando muy forzada como la típica figura de hada que tienen las abuelas en los centros de mesa.
Pero lo único que se me venía a la mente al pensar en el bicho era un gusano gordo y paticorto, y la madera se transformó antes de que pudiese hacer nada... El toro de dos patas empezó a desternillarse de risa en el suelo sujetando su estómago. En el banco, todos los alumnos se reían con él.
-¿¡Te estás burlando de mí!?- gritó furibunda, juraba que echaba humo.
-Perdón, perdón, perdón- repetí mientras intentaba cambiar la forma de la madera, pero era más difícil de lo que era cambiar el metal, y no me quedó para nada bonita, era una especie de alien desproporcinado con alas.
-¡Tienes 0!- me gritó furibunda.
-¡Vamos Jazmín!- dijo Max limpiándose las lágrimas -Transformar objetos a esa velocidad es imposible para una novata, incluso podría ganarle a Pim en velocidad. Sé merece un 10. Además, es la protegida del director- susurró lo último en voz muy bajita.
-De acuerdo, tienes 8- dijo muy enojada apretando los dientes -. La clase acabó... ¡Marchénse!
Apenas dijo eso, Margueritte, Niel y Richard me empezaron a bombadear con preguntas. Cosas como mi edad, si tenía o no un novio, cómo había aprendido a hacer el círculo de Utopía y desde cuándo podía hacerlo, de dónde era, cómo había podido ingresar a Utopía y muchos halagos, me persiguieron hasta que pude llegar a la enfermería para ver cómo seguía Esmeralda. Por fin me dejaron tranquila, al parecer a nadie le importaba la agradable muchacha. Pasé asomándome primero. Por suerte, ya estaba despierta y peleando por salir.
-Me alegra que estés bien- le dije con una sonrisa.
-Lo siento, no pude curar tu mano- dijo triste, mirando al suelo y retorciendo uno de sus mechones dorados.
-No pasa nada, fui voluntaria- aunque no sabía a lo que me atenía, pero eso no tenía que saberlo.
-Gracias por hacerlo, Elizabeth. ¿Me dejas ver tu mano?- preguntó algo avergonzada.
-Sí, pero llámame Beth, así lo hacen mis amigos- Si los tuviera... eso tampoco tenía que saberlo.
¿Me estaría buscando alguien en Londres? Sólo estaría preocupado mi hermano... ojalá pudiera decirle que estaba bien. Sólo dejé una silla vacía, dentro de un grupo de gente en el que no encajaba, tal vez se acordasen de mí al hacer talleres grupales o tal vez mi ausencia sólo sería una novedad que pronto dejarían pasar... ¿alguno de mis compañeros se preguntaría por qué empecé a faltar? No es que fuera Miss Popular, aunque mi grupo de estudio tampoco era tan apegado. Intentaron durante casi 2 semestres que saliera a algún Pub, pero nunca había sentido la necesidad de encajar, había renunciado a eso desde el colegio. Maritza era mi mejor amiga de la infancia, pero desde que se fue a estudiar a Bélgica no mantuvimos mucho contacto... ¿era tan patética que no tenía a nadie que me echara en falta, salvo mi hermano?
-... Te dejé una marca horrible, lo siento- dijo muy avergonzada Esmeralda, desconectándome de mis pensamientos.
-Me gusta- moví mi palma frente a mí cara y regresé a verla -. Gané una cicatriz y una amiga, ¿verdad, Esme?
Se rió y me alegré, no parecía hacerlo frecuentemente. La enfermera Valeria le entregó un pequeño vaso marrón que olía horrible, y por la cara de Esme, tampoco es que supiera bien.