Mi historia con el príncipe Phillipe era un tema muy debatido entre la gente. La falta de detalles en mis múltiples relatos a lo largo de los años había iniciado muchas historias sobre la forma en la que nos conocimos y nos enamoramos, algunas más ingeniosas que otras, pero ninguna parecía dar en el clavo.
Decidí contar nuestra historia ahora que he llegado a una edad en la que temo que mis recuerdos se esfumen con el pasar de los días; sé que Phillipe se alegraría al saber que será recordado por muchos a través del relato de alguien que una vez se enamoró de él.
Mi nombre es Nessa Miranda Cassell y conocí al príncipe Philipe Dawson a mis 23 años, mientras trabajaba en antiguo oficio de enfermera en el hospital de Wibston.
Aquellas fueron épocas en donde luchaba a diario con el trajín del trabajo. Entre descansos en el comedor y guardias nocturnas, me ganaba el sueldo que me permitió sobrevivir en la capital del país de la realeza por un prudente periodo, eso hasta que el momento de conocerlo llegó, y mi vida cambió para siempre.
—¿Qué te hace pensar que quedaré seleccionada, Cris? Ni siquiera tú quedaste, y me superas en muchas cosas.
Cristina Moore, enfermera al igual que yo, era una amiga cercana de la cual recuerdo su gran poder para convencer a las personas.
—¿Te has escuchado hablar de ti misma, Nessa? Está bien ser humilde, pero tampoco abuses de eso. ¡No pierdes nada intentando! Nos han convocado por algo, y no soy creyente de las casualidades. ¿Te imaginas trabajar para la realeza?
—Bueno, tampoco es que seremos enfermeras de la familia real.
—Lo sé. —respondió Cristina, con obviedad. —Pero tan solo ser enfermera de los empleados es un logro para cualquiera. No todos tienen la dicha de decir que trabajan en el palacio de Wibston.
Con aquel pensamiento, me presenté el lunes, un tanto nerviosa, en frente del majestuoso castillo de Wibston esperando que sea mi turno de ingresar.
Repasé mentalmente lo que diría, y revisé que no me faltara nada en el maletín. Todo debía salir bien si quería ser seleccionada; trabajar para la realeza me aseguraría un buen futuro.
Cristina me había contado que el ama de llaves encargada de realizar las entrevistas era una mujer agradable, aunque de expresión severa, información que agradecí recibir en aquellos momentos, albergaba la esperanza de tener más suerte que mi amiga.
—¿Señorita Nessa Cassell?
Un varón enternado, alto y de expresión curiosa, pareció analizarme con la mirada, inspeccionando mi planchado uniforme y provocando que me preguntara si había sido prudente al usar un poco de maquillaje; no quería dar la impresión equivocada. El hombre me invitó a seguirlo por un pasillo y ambos entramos al palacio.
—Usted es la última que entrevistaremos hoy. —indicó. —Espere aquí unos minutos, por favor.
Asentí en mi sitio, observando el gran pasillo en el que me encontraba. Me sentía tan pequeña y devaluada en aquel lugar tan imponente; podía jurar que la puerta de madera que tenía en frente mío valía más que mi propia vida.
—Pase, por aquí. —volvió a hablarme el Señor, desde el interior de un cuarto. —El príncipe Phillipe la espera.
—¿E-l princi...
—Ingrese, por favor. —insistió el hombre, un tanto exasperado.
Caminé torpemente hacia el varón, intentando explicarle que se trataba de un error. Dudaba que el príncipe se inmiscuyera en asuntos que pudieran relacionarse con mi persona.
—Señor, yo vengo por la entrevista de trabajo en el puesto de salud.
—Lo sabemos. —respondió él, abriendo más la puerta. — Ahora pase, que no tenemos todo el día.
Obedecí un tanto preocupada. Quizás lo del príncipe se trataba sólo de una broma.
—Buenas tardes. —Una voz varonil resonó desde el otro lado de la habitación.
Me quedé atónita en su sitio, tanto que ni siquiera pude hacer una reverencia como se tenía acostumbrado. El príncipe Phillipe se hallaba en la misma habitación que yo, sentado en un sillón de estilo imperial al otro lado de la habitación.
—B-buenas tardes, alteza. —habló, casi con el corazón por salirse de mi pecho. Realicé un intento de reverencia que resultó en un torpe movimiento y me incorporó en mi sitio. —Yo... eh... debe haber un error...
—¿Vienes a la entrevista por el puesto de enfermera real?
—Enfermera del personal. —aclaré, avergonzada de hallarse en tal situación. ¿Cómo había llegado su currículo a las manos del príncipe? ¿Se había equivocado de correo? De ser así, debió ser descartada de inmediato.
El príncipe me observó un poco extrañado. Su expresión era seria, aunque un tanto curiosa.
—Ya veo. De seguro no leíste el correo que te enviamos.
—Yo no... —intentó hablar aún sin saber exactamente que decir.
—Te pondré al tanto de la situación. —dijo el príncipe. —El puesto es tuyo. Serás mi enfermera. Ya sabes, la que asiste al príncipe.
—¿Su qué?
—Enfermera, Nessa. —aclaró él, un tanto impaciente.—Gregory, por favor, déjame a solas con la señorita Casell. Te llamaré en cuanto termine. —le habló al señor de terno que me había recibido, y volvió a dirigir su atención hacia mí. —La situación es simple: Tú eres como yo.