—Acompáñame cariño, te daré el uniforme y las instrucciones. Si sigues al pie de la letra no morirás.
—¿Morir? —era de esperarse que gobiernen de forma tan déspota en su palacio —No le temo a la muerte.
Ella me miró y sonrió —Toma cambiate.
El uniforme era un vestido de tela fina y mangas largas.
—Con esto moriré de frío en invierno.
—Es una de las tantas formas que usan para castigarnos.
—¿A qué te refieres?
—Espero no lo averigues, después de todo morir es lo menos doloroso aquí dentro.
Si bien no me importaba mi vida en estos momentos, esta señora me daba escalofríos.
Me llevó a recorrer las distintas partes de palacio, era muy amplio demasiado para mi gusto. Más que una familia unida parecía que todos se querían tener lo más lejos posible.
—En esta zona es donde te tocará trabajar, por allí está tu habitación, junto con los demás sirvientes del primer príncipe y por ese otro lado está la habitación del príncipe —Me tomó de las manos —Nunca se te ocurra ir para allá, nunca.
—¿Qué hay allá?
—Está el segundo príncipe.
—¿Y por qué no puedo ir?
—Porque quieres seguir con vida. Ahora vamos a conocer al resto de las sirvientas.
Ahora quiero ir, maldito bicho de curiosidad.
—Buenos días —volvió a hablar —Ella es Cristina y desde ahora trabajará con ustedes. No se aprovechen de ella y ayudenla a cumplir con las expectativas del primer príncipe.
Los empleados asintieron y se fue.
—Hola, ¿estas aquí para reemplazar a Marnie?
—¿Marnie?
—Si, ayer ella cometió un error y acabó… ya sabes… muerta.
—¿Qué error?
Se acercó a mí —Le sirvió Fresas al principe —me susurró al oído —Y él las odia. Lo vieron como una ofensa y zas la decapitaron.
—Veo que te alegra.
—Si, Marnie era mala persona, se lo merecía.
—No creo que nadie merezca la muerte.
—Y eso que no sabes —otra sirvienta se acercó —Hace unas semanas el rey mató a su hermano y a todos los que le eran fieles.
—Callate, sabes que no puede hablar de eso Ortencia, quieres terminar como Marnie.
—Pero es la verdad Marina, acá somo simples piezas que ellos mueven estratégicamente sobre el tablero, si no servimos nos sacrifican.
—¿Quién es el segundo príncipe?
—No te acerques a él, acabarás muerta. —Marina respondió.
—Él da miedo —Ortencia se abrazó.
Por la tarde ellas me ayudaron a ponerme al día con las cosas del palacio, que cosas le gustaban al príncipe y cuáles no. Cómo verificar el veneno en las comidas y los distintos tipos de vestimenta del principe.
—Ahora por mas que no sepas leer cuando el principe este leyendo algo aparta la vista, le molesta que lo vean fijo mientras lee.
—Si se leer Marina.
—¿Sabes leer? —Ortencia se acercó asombrada.
—Claro que se leer
—¿Y bordar?
—También.
—¿Escribir?, ¿tocar el piano? y ¿bailar?
—Claro, por que no sabria hacer esas cosas, mi padre trabajó muy duro para que yo pudiese tener una buena educación.
—Eres casi como una princesa —Ortencia se colgó de mi brazo.
—No —rei —Estoy muy lejos de ser una princesa.
—Ellas saben leer y escribir.
—Puedo enseñarte si deseas.
—Eso seria tan genial.
—Basta de estupideces, no se te ocurra decir que sabes leer o acabarás muerta —Marina interrumpió —Acá nos tienen por que somos analfabetos y por que no entendemos, un sirviente que piensa no sirve.
Asentí
—Tienes suerte, es raro que una mujer haya estudiado tanto.
—Es verdad tengo suerte, mi padre fue un gran hombre.
Luego de la cena, mientras todos dormían salí a recorrer el palacio.
Caminando encontré un árbol de cerezos en uno de los jardines. Era tan hermoso.
—¿Qué haces aquí?
—¿Tu otra vez?
—No me dijiste tu nombre
—Ni tu
—Te gusta —señaló el árbol.
—Si, realmente es muy lindo.
—Si quieres puedo regalartelo, solo tienes que decirme cómo te llamas.
Rei —Me lo juras —sonreí.
—Claro no miento, dime tu nombre y será tuyo.
—Cristina ¿el tuyo?
—William —hizo una reverencia —¿No tienes que levantarte temprano mañana?
—Si, mañana es mi primer día trabajando —suspiré.
—¿No quieres hacerlo?
—¿Querrías hacerlo?
—No, seguro acabaría decapitado —respondió.
Sonreí —Hasta luego William, descansa.