Hay veces en las que no escribía mucho. Quizás esta parte te descoloque un poco y te confunda, pero todo lo que contaré ocurrió durante enero… un mes que, sin saberlo, marcaría un antes y un después.
En algún momento mencioné que estudio Derecho. Hoy, mientras escribo esto, ya estoy en mi tercer año de carrera. A veces me detengo y me pregunto: ¿Cómo llegué tan lejos? ¿Cuántas veces estuve a punto de rendirme y aún así seguí adelante?
Salí del colegio con apenas 17 años. Por haber nacido en enero, ingresé antes de lo habitual. Aún no entiendo del todo ese sistema, pero ahora ya no importa. Cuando cumplí los 18, decidí tomarme un año para prepararme. La primera vez que di la prueba de ingreso, fallé en matemáticas… pero me fue bien en historia y lenguaje. ¿Cómo es que algo puede doler y, al mismo tiempo, darte un poco de esperanza?
Con apoyo de mis padres, entré a un preuniversitario. Fue un año extraño, lleno de miedos, pero también de amistades inesperadas. ¿Cuántas veces se cruzan personas en nuestro camino solo para enseñarnos que no estamos solos?
Comencé este proceso apenas cumplí los 18, y para mediados de febrero ya estaba inscrita en Derecho.
Y entonces llegó enero…
Lunes.
Mi estación favorita, pero esta vez más intensa que nunca. Fue un día raro. Me desperté nerviosa, llena de dudas, con insomnio de esos que traen preguntas en lugar de sueños. Tenía que hacer trámites por primera vez sola. ¿Adulto independiente? Apenas estaba empezando.
Me habían bloqueado la tarjeta del banco por comprar demasiadas veces en un juego de celular. Me reí de mí misma. Era absurdo, pero también simbólico. Así fue como, temprano, partí caminando hasta la sucursal del banco. Me atendieron rápido. La señora que me recibió fue amable. Me resolvió el problema aunque no me dio una tarjeta nueva, y yo... feliz igual. Lo importante era haberlo hecho sola.
Después, fui a resolver el tema del seguro de salud. Mis padres se habían cambiado, y yo me había quedado literalmente sin nada. Me inscribieron de forma independiente, esperando el certificado de alumna regular. Otro pequeño paso.
Fue, sin duda, el día más productivo de mis vacaciones. Normalmente me la pasaba en casa leyendo o jugando. ¿En qué momento dejamos de valorar esos espacios tranquilos?
Martes.
No pude dormir. Tal vez por los nervios de los resultados de la prueba. Ese día llevamos a mi mamá a un curso y después salí con mi papá a hacer trámites. Pero lo que realmente recuerdo es haber pasado más de tres horas en videollamada ayudando a un amigo del preuniversitario. Compartimos la ansiedad, pero también el apoyo.
¿Quién sostiene a quién cuando todos estamos al borde de rendirnos?
Yo estuve a punto de dejarlo todo muchas veces. Me costaba asistir a clases, incluso las online. Me invadía una sensación de que nada tenía sentido. Pero esa noche, mientras veía los resultados con mi papá dentro del auto, sentí algo distinto. Mi papá me dio una charla. Me dijo que, si no me iba bien, siempre podría intentarlo de nuevo. Aunque ni él tenía fe en mis habilidades matemáticas… yo las superé. Me superé.
Recordé las horas de estudio luego de clases presenciales, los días en que me inscribía a clases gratuitas de matemáticas que daba un profesor de ingeniería. Era su única alumna. Me explicaba con paciencia infinita. ¿Cómo agradecerle a alguien que te enseñó que podías entender lo que siempre pensaste imposible?
Días siguientes.
Fueron agotadores. Leer, comparar universidades, ajustar postulaciones una y otra vez. Cambiamos el orden cinco veces. Revisamos rankings, opiniones, dudas. ¿Elegir bien? ¿Y si no existe una elección perfecta, solo decisiones necesarias?
Visitamos a mis abuelos. Nada particularmente especial ocurrió, pero disfruté la calma.
Sobre mi proceso de adopción…
Seguía estancado. Idas y venidas, más silencios que certezas. Mi mamá, movida por la curiosidad, preguntó algunas cosas. Descubrió que, según la genética, probablemente yo tendría rizos. Y sí. Era una bolita gordita con un afro gigante. Mi papá, siempre con apodos, me decía "Kerly, de Los Tres Chiflados". No lo niego, me da risa.
¿Cuánto de nuestra identidad viene de lo que nos dicen otros? ¿Y cuánto descubrimos por nosotras mismas?
Por primera vez, decidí juntar dos semanas en una sola entrada. Todo ocurrió demasiado seguido.
Mi cumpleaños era el 18 de enero. Lo retrasamos por varios motivos. Pedí que me celebrarán en la feria del libro. Ese día también tomamos una once especial. No solo celebramos mi cumpleaños, sino también mi matrícula en la universidad, en la carrera que tanto quería… y además nos estábamos mudando.
Mi agenda explotó. Entre la mudanza, que mi primo se fue a trabajar al campo, que yo me iba con mis abuelos, eventos de la fanbase, la feria… todo era un caos bonito. Agotador, pero bonito.
En esos días estaba terminando de ordenar mi nueva pieza. Y, como un regalo inesperado, me contactó la abogada del proceso de adopción. Me dijo que pronto firmaría los documentos previos para comenzar oficialmente la tramitación.
¿Quién era yo hace un año? ¿Quién soy ahora? ¿Estoy orgullosa de lo que fui capaz de lograr, aun con miedo, cansancio y dudas?
Me gusta pensar que sí.
"Entre tantas decisiones, miedos y expectativas, a veces me pregunté si seguía siendo yo. Pero aunque me sintiera perdida, cada paso que di, incluso con miedo, me acercó un poco más a quien realmente soy."