La empresa que Mark dirigía, era una de la pocas que mantenía una bajísima rotación de personal, por esto mismo las oficinas de RRHH estaban abarrotadas con carpetas y hojas de vida de postulantes para un puesto en la organización.
Gracias a la ayuda de su socio y mentor Alexander Saint Jones dirigía con mano firme el consorcio, si bien Mark era el socio mayoritario, jamás tomaba una decisión sin consultarlo con Alexander, quien a sus 58 años, separado y con un hijo a su cargo, estaba encargado de la contratación y dirección del departamento de recursos humanos, ya que gracias a su experiencia se podría decir que el hombre podía reconocer con un 99.9% de certeza los buenos elementos y esa era, solamente una de sus cualidades.
Uno de sus proyectos más emblemáticos estaba pronto a ser aprobado y estaba consciente que este sería aquel que podría poner el nombre de la inmobiliaria a la cabeza del mercado, pues si sus proyectos anteriores se habían basado en la remodelación y conservación de edificios arquitectónicos, los últimos meses había estado centrado en el diseño y planificación de uno de los más emblemáticos edificios que la cuidad haya visto. Y su empresa pasaría a ser reconocida como una de la mejores y ese era el plan de Mark, llevar el nombre de su adorada blanca a lo alto del mundo inmobiliario... porque ese era su sueño.
Lo único que faltaba era el lugar físico donde se construiría el edificio Santa Blanca…
Había estado visitando durante todo el día distintas localidades donde se emplazaría el edificio, pero no se sentía del todo satisfecho de ellos, ya sea por las dimensiones o ajustes del presupuesto no podía llegar a acuerdo con sus dueños.
Uno de ellos el perteneciente a Andrew Jefferson le había parecido el más apropiado, ya sea por las dimensiones como la ubicación, pero el tacaño de Jefferson no quería bajar el precio, ni siquiera cuando Mark le había ofrecido aparte del precio de compra del paño para la edificación, el 20% de los departamentos de lujo, ya sea para la venta o arriendo; pero Andrew aun no cedía.
Ya había anochecido y el ánimo de Mark era cada vez peor, su cita con el sr. Montes había sido horrible por decir lo menos, el tipo era un total cretino, si bien la localización y precio del terreno estaba acorde con lo pactado, el tipo ni siquiera había sido capaz de asistir, en su nombre había enviado a su asistente, una chica que estuvo insinuándosele durante todo lo que duró la reunión y que no tenía idea alguna sobre la propuesta… para más remate había equivocado la salida a la autopista y tendría que recorrer por lo mínimo 2 kilómetros para devolverse a la vía principal.
El teléfono móvil de Mark comenzó a soñar con una llamada entrante, por lo que estiró su mano hacia el asiento del copiloto para recuperarlo. Tomando el volante con una mano busco en la chaqueta sobre el asiento enredándose a sí mismo con las prisas, mientras el teléfono seguía y seguía sonando entre la tela, se llevó el iPhone a la oreja justo cuando la llamada terminaba y le avisaba de un mensaje en el buzón de voz. mientras desaceleraba el vehículo para detenerse y revisar el mensaje, la sombra de lo que debía ser un animal cruzando la carretera, le hizo pegar un volantazo para esquivarlo… unos metros más adelante freno el vehículo para calmar su corazón acelerado. Se detuvo justo cerca de la señal que indicaba el desvío hacia la vía principal.
Busco entre los mensajes el más reciente viendo que era de su padre…
“Mark hijo… nos llevamos a los chicos a la finca… Lucille está teniendo problemas con el parto y debo ver que todo vaya según lo planeado… Conrad está viniendo por nosotros en este momento…. Te esperamos mañana para almorzar, no faltes… Bianca te manda saludos…adiós”
La llamada de su padre lo dejo más tranquilo; Mark sabía que la presencia de su padre en la finca era de vida o muerte, por lo menos para Lucille, y siendo Nicholas el mejor veterinario en la zona, no hacía más que corroborar la decisión de regresar cuanto antes… por lo menos se había llevado a sus hijos con él.
Puso en marcha el motor para seguir su camino cuando algo llamo su atención al momento de enderezar el espejo retrovisor. El bulto al que casi golpea, yacía tendido en medio de la carretera, lo más probable es que algún conductor no tuviera la suerte que el al esquivarlo y eso podría causar un accidente peor que el susto que se había llevado. Buscó en la guantera la linterna que siempre llevaba a mano y se bajó del vehículo, bien tendría que arrastrar al animal hasta el arcén, no podría hacer nada más, salvo esperar que la naturaleza siguiese su curso.
Se acercó al animal, dándose cuenta q no se trataba de un perro callejero, bien podría ser un ciervo por el tamaño, aun así, desconocía la existencia de ellos en la zona, por lo que acerco la luz hacia éste, pero no era la piel de un animal la que veía entre la oscuridad… era una manta o lo que quedaba de ella…
Un sudor frio le recorrió la nuca al darse cuenta que el supuesto animal tirado en el asfalto... era una persona…
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Editado: 23.05.2019