Hay días, momentos espontáneos, en los que me siento enorme, en los que me siento importante. Y no me refiero a una subida repentina de autoestima, mucho menos de ego, me refiero a que en aquellos días me parece que todo es posible, que soy capaz de absolutamente todo.
Me da una sobredosis de sinestesia, porque saboreo los sonidos. Mi cuerpo se desplaza a otra dimensión donde me derrito en la música y vivo por segundos en mundos que mi cerebro construye de manera idílica.
En esos días nada me destruye, porque el arte inunda mis venas y tengo un golpe de creatividad. Me deshago en palabras y vuelvo a construirme como la mujer que deseo ser.
En esos días, mejor dicho, hoy, no soy yo, soy la otra yo que sale de un rincón del corazón, me abraza y me recuerda que puedo hacer lo que me proponga hacer.