Tiempo… el monstruo de las mil cara. Podría decir muchas cosas sobre el tiempo, pero ahora solo pienso en el “no-tiempo”. ¿Qué es? Una sensación, algo que emana desde muy profundo de las tripas. ¿Qué es? Un vacío, un vacío estrecho y asfixiante, incluso aunque la idea parezca contradictoria. Un espacio blanco efímero, es un parpadeo. Y un parpadeo es, a su vez, un recuerdo.
Los recuerdos son viajes instantáneos al pasado. El no-tiempo es un instinto, es una decisión no culminada, carente de pensamiento y reflexión. Significa un salto al vacío porque ya el tiempo se agotó.
Sin temor a ser juzgada de loca, me atrevo a afirmar que jamás ha existido tal cosa como el tiempo. No es real. Siempre se ha tratado de una ilusión, de un espejismo. Ya no queda tiempo de vivir, no queda tiempo de soñar, de ser humanos, de interactuar, de escuchar o de ver. Es, entonces, la era del no-tiempo.
La frase predilecta de los padres: “no tengo tiempo”, y así crecen generaciones enteras criadas bajo el concepto de la carrera, del cronómetro implacable. Los bebés nacen sin tiempo, empiezan su vida debiendo ya la vida misma.
En este reloj eterno, cuyas manecillas apuñalan nuestras carnes sin piedad, somos todos esclavos ciegos, ciegos que se niegan a aceptar que su correr constante en el centro del reloj es el responsable de proveer el movimiento a las manecillas. Siempre hemos sido nosotros los responsables. Siempre hemos sido nosotros quienes hemos dado vida a aquel complejo sistema que nos priva de la vida y endeuda nuestros párpados soñadores. Tan solo bastaría una pausa masiva para hacer ceniza el reloj y transformar así el no-tiempo en tiempos plurales y diversos, tiempos moldeados al gusto de cada persona, sin doctrinas ni imposiciones, sin falsas expectativas ni el miedo a vivir sin vida.
Mientras escribo esto, aquel reloj gigante (que en realidad no es tan grande) continúa funcionando. Yo sigo soñando, sin tiempo, evadiéndolo conforme me es posible, para lograr respirar de vez en cuando en medio de tanto caos.
Si el tiempo ya me ha capturado, sólo quedará vivir en los confines de sus grietas, allí donde la norma se desestabiliza y lo esperanzador perdura.