Estoy deslumbrada, no mentiré. Tal es mi nivel de asombro al ver a uno de mis escritores favoritos, que no he movido siquiera un musculo o emitido palabra alguna desde que este hombre, se detuvo a una distancia prudente de nosotros.
El que no reconociera en primera instancia a Thiago es porque su cabello ya no está teñido de negro, sino va al natural y corto. La claridad irrumpiendo en el salón le sienta bien a sus hebras castañas claras, que en las puntas parecen doradas. La barba se ha ido, solo un rastro de ella de al menos tres días es perceptible y a diferencia de las entrevistas que he visto de el en la televisión, donde despilfarra ese aire de elegancia; estando cara a cara con él, puedo percibirlo como un hombre tosco, su mirada es penetrante, su semblante inexpresivo, la postura erguida, cabeza arriba y la seguridad excesiva en su caminar son máxima prueba de que la confianza, es su mayor atributo.
Noto cuan alto es y con disimulo, continuo el recorrido con mis ojos por el resto de su anatomía. Asumo a de ser amante del ejercicio para tener ese cuerpo de infarto, que a pesar de no lograr visualizarlo como se debe, la camisa negra de mangas a tres cuartos, se adhiere a su cuerpo como especie de una segunda piel, haciendo notoria los resultados de un arduo trabajo en sus bíceps y tríceps.
—Eres perfecto— Digo en voz baja, aunque lo suficiente audible para recibir un entrecejo fruncido y una mueca decorándole los labios en modo de respuesta.
—¿Disculpa?—Cuestiona, alzando una de sus cejas.
—Que el lugar es perfecto— Enmiendo mi desliz, intentando sonar lo más serena posible. Thiago esboza una sonrisa forzada en su rostro, una vez que se cruza de brazos.
—Y eso que aún no has visto nada—Muerdo mi labio inferior, conteniendo la risa, porque no hay manera en que no le dé doble sentido a la oración.
—Auba, el es Thiago mi amigo e hijo de mi jefe— Me toma varios segundos para estrechar su mano ante la sorpresa de que mi mejor amigo me estuvo ocultando todo este tiempo su amistad con alguien a quien admiro desde hace mucho—Thiago, ella es Auba.
Boquiabierta contemplo a Fernando y seguidamente a mi escritor favorito. ¿En serio tiene dos hijos?, es bastante joven para ello, digo a mis adentros todavía confundida.
—Eres muy…
—¿Joven?—Me interrumpe, dando la impresión de que no he sido la única persona en pensarlo.
—Sí, joven— Contesto e instantáneamente eso lo hace sonreír. Si minutos antes me parecía atractivo, ahora al ver su encantadora sonrisa me hace fantasear en que ha sido tallado por los mismísimos dioses.
—Tomen asiento—Nos invita, volviéndolo oficial al realizar un ademán con su mano—¿Desean algo de beber?
—Me conformo con una taza de café—Responde Fernando en automático, dejando caer su trasero en el sofá.
Permanezco estática, aun sin poder creer que esté en casa de un grandioso escritor que se ha encargado de arrancarme suspiros con sus libros. Tengo el presentimiento de que cuando le cuente a la abuela Kat quien era el misterioso padre, me llamará mentirosa y pensará que le estoy tomando el pelo.
—Agua estaría bien—Tardo en hablar, logrando sacarle otra sonrisa, solo que esta vez no muestra su perlados y rectos dientes. Asiente, gira sobre sus talones y se dirige a la cocina que está al frente.
Cuando ya no hay rastro de él con nosotros, cierro mi mano en puño, la cual acaba impactando con rudeza el brazo de Fernando.
—¿Qué mier..?
—Me mentiste—Lo interrumpo, acusándolo.
—No te mentí, solo oculté parte de la información—Se excusa, alzando los brazos—Fue petición de Thiago por seguridad, incluso, en el hipotético caso de contratarte o no, él te pedirá que seas discreta en cuanto a su hogar, la conversación que tengan aquí y en especial sobre él y sus hijos.
Asiento, entendiendo a la perfección la posición de Thiago en cuanto a mantener privada su vida personal. Me atrevería a decir que he pasado por situaciones similares con mamá, al ser una actriz y directora de cine cuya carrera va en ascenso, pasar desapercibida era todo un reto y más si mi presencia venía envuelta en el paquete.
Estoy a punto de volver a intervenir cuando el misterioso hombre, que ya no es tan misterioso, reaparece con una taza humeante de café en manos y un vaso cuyo contenido está lejos de ser agua.
—Espero no seas alérgica a la naranja, olvidé que aún quedaba jugo— Le tiende la taza a Fernando y en seguida me extiende el vaso de vidrio colmado por zumo de naranja.
—Gracias—Decimos en unísono.
—¿Auba, cierto?—Cuestiona, mientras sus ojos avellanas se fijan en los míos.
—Ujum—Respondo apenada, alejando el vaso de jugo de mis labios.
—¿Estas estudiando? ¿Has trabajado antes?— Lanza las primeras preguntas como si estuviese contrarreloj, mirándome con expectativa. Su postura es relajada, junta sus manos y apoya los codos en sus muslos inclinándose hacia delante.
—Estudio diseño de modas, éste año me graduaré y sí, estuve trabajando hasta hace poco en una estación de radio en las tarde—Respondo sin prisa y sorpresivamente, sin una pizca de temor albergando mis palabras.
—¿Quisiste cambiar de aires o fue despido?—Demandó, tornando su tono a uno árido, tomándome desprevenida.
—Despido injustificado—Me limito a responder de manera serena.
—Espero no te hayas tomado a mal la pregunta, solo no te conozco y aun cuando confío en que Fernando no recomendaría a alguien en quien no creyera capaz de asumir tal responsabilidad. Nunca terminas de conocer realmente a una persona.
>>Siempre he dicho que el compromiso es uno de los pilares más importantes al trabajar y no quiero que algún extraño que carezca de él, cuide de mis hijos.
Puedo ponerme por un instante en los zapatos de Thiago, si fuera madre y tuviera que confiarle a mis hijos a alguien más, también me aseguraría en dejar a las criaturas en excelentes manos.