«En el capullo del tiempo, Danna y Kay despiertan como tulipanes rojos, desplegando pétalos de amor y coraje en su historia compartida».
Danna
Hoy será mi primer día de trabajo en el bar. Estoy un poco nerviosa porque tendré que lidiar con personas que se encuentran en un estado un poco más… inestables. Sin embargo, sabré batallar con ello, o al menos eso espero.
—Te quedarás con Kat y la señora Agnes —Le informo a mi hijo.
Recojo el resto de sus cosas y las empaco en la pequeña maleta. Ya cenó, ahora está terminando de ponerse su pijama.
—¿Tía K querrá jugar conmigo? Así empaco algunos juguetes.
—Seguro, ¿cuáles quieres llevar? —inquiero mientras me paro delante del estante donde se encuentran sus cosas.
Escoge unos peluches, un carrito y una moto. Organizo lo que faltaba, compruebo que no se nos quede nada antes de salir de casa.
Kat y su madre viven a diez minutos de casa, el viaje es corto y ayuda el hecho de vivir en un pueblo pequeño, eso implica que el tráfico es escaso. Kay tararea algunas canciones que suenan en la radio, su voz es hermosa. No lo digo por ser su madre, las personas que lo conocen y lo han escuchado cantar afirman lo mismo.
—¿Te gustaría ser cantante, Kay? —indago.
—¿Como los que aparecen en televisión?
—Sí.
—No estoy seguro. Las personas me mirarían mucho, mamá —responde, pensativo—. No me gusta que me vean demasiado, la mayoría suelen burlarse.
Esta situación ya está siendo muy repetitiva, su nivel de autoestima desciende cada día y me preocupa que llegue al punto del odio. Debo actuar rápido, antes de que sea tarde.
—Es porque no entienden lo valioso que eres. No obstante, lo crucial es que tú lo hagas, Kay.
—Está bien. —acepta de buena gana.
Arribamos en la casa de la familia Fell, Kat abre la puerta, apenas nos escucha y corre para abrir la puerta trasera y ayudar a bajar a su sobrino postizo.
—Mi niño hermoso, tendremos la pijamada más genial del mundo —comenta eufórica.
Ella lo ama de verdad, y agradezco que la vida me la haya puesto en nuestro camino.
—Traje juguetes, un carrito y una moto —Eleva su mochila para mostrar donde tiene sus juguetes—. La moto es para ti, tía. La última vez dijiste que preferías la velocidad.
—Tienes razón, pequeño dino. Tengo que contarte algunas cosas sobre las motos…
Se alejan caminando hasta la casa y me dejan en el olvido. Sigo sus pasos, todavía tengo unos minutos antes de que deba estar en el trabajo.
Me acerco a las voces que provienen desde la cocina, allí veo a la mamá de Kat.
—Buenas noches, señora Agnes.
—Buenas noches, Danna. ¿Cómo estás?
—Estoy muy bien, gracias por cuidar a Kay. —expreso con gratitud.
—Tonterías, este niño es todo un amor.
—No, señora A. Soy un niño feroz. —alega mi hijo.
—Oh, lo lamento mucho, niño feroz. —Le sigue el juego.
Kat sujeta mi mano y me lleva a la sala. Hay un toque de picardía en su expresión.
—¿Ya hablaste con Julien? —consulta.
—No, no he tenido tiempo.
—¿No has tenido tiempo o no has querido? —murmura con sospecha.
—Trabajo más de doce horas, Kat. El resto del tiempo se lo dedico a mi hijo de cuatro años. No he tenido tiempo. —contraataco.
—Bueno, no te enojes.
—No lo hago. —suspiro, ella tiene buenas intenciones—. El sábado sacaré un momento, tal vez en horas de la mañana y haré eso.
—De acuerdo. —responde contenta.
Pongo los ojos en blanco, tal parece que Julien no es la única persona insistente que me rodea.
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Editado: 18.01.2024