Viajando a mí mismo.

San.

San. 
Akiko y yo estábamos sentado uno al lado del otro en un autobús que iba desde Tokio a Hakone en la prefectura de Kanagawa. Ambos llevábamos poco equipaje y teníamos por delante varias horas de trayecto. 
Yo estaba junto a la ventana, siempre que viajo intento ponerme junto a una para poder mirar el paisaje. Aunque me distraía fácilmente con las vistas, Akiko y yo también estuvimos un buen rato conversando. Me disculpé por si estaba siendo desconsiderado al incluirme en su viaje. Akiko me respondió con mucha sinceridad, comentó que al principio le pareció una petición extraña, pero que a medida que lo pensaba le apetecía más. Resulta que a los padres de Akiko les encantaban las visitas y ella estaba segura de que yo congeniaría bien con ellos. 
Con el tiempo que habíamos pasado juntos veía a Akiko como una amiga, pero no sabía si ella me veía a mí de la misma forma. Siempre era agradable, atenta y paciente conmigo. Yo en ese momento no sabía si se debía a que mi padre le pagaba por ello. Pensaba que todo podía ser parte de su trabajo, pero por otra parte como había aceptado mi propuesta me parecía que era posible que para ella yo también fuera un amigo. 
Hablamos de bastantes temas. Entre ellos Akiko me preguntó que tal había ido mi tiempo con Hayomi. Le expliqué como había ido todo y le comenté que habíamos hecho. Le pregunté si alguna vez había contratado los servicios de un ‘acompañante’. Me respondió que no, pero que conocía varias personas que sí.  
Finalmente llegamos a la parada del bus. Tuvimos que alejarnos de la parada y el pueblo, caminar un tramo largo hasta llegar al ryokan. Akiko estaba entusiasmada, miraba con orgullo a todos lados mientras rememoraba recuerdos del pasado. 
La extensión de terreno era inmensa, la carretera conectaba con el interior, pero dentro el camino era de piedras. Desde fuera me llamó la atención la yuxtapuesta entre las dos construcciones principales. Aunque ambas tenían un estilo tradicional, el exterior de la más grande era impoluto, cuidado y esplendoroso. La otra claramente parecía destartalada y poco acogedora, se notaba que llevaban en pie muchos años.  
Akiko fue directa a la inmueble más antiguo y yo la seguí. No llamó a la puerta, ambos entramos directamente. Nos descalzamos en el recibidor, pasamos un estrecho corredor y Akiko deslizó la puerta corredera, comúnmente conocida como ‘shōji’.  
Nada más entras vimos a parte de su familia, concretamente a sus padres y su hermana mayor. Todos se levantaron al vernos y nos saludaron con total educación.  
Me presenté y se presentaron, su padre se llamaba Hiromi, su madre Chika y su hermana mayor Hiriko. No eran como esperaban, tampoco sabía realmente que esperar, pero he de decir que desde el primer momento me causaron buena impresión.  
En seguida Chika me estaba ofreciendo té y pastas, y yo lo acepté gustoso. Hiromi era muy hablador y nada más tomar asiento me hizo un pequeño y sosegado interrogatorio. Me preguntó mi edad, mi procedencia y ese tipo de cosas. Al decirle que era de Londres se le iluminó la cara. Me comentó que su hermano Hitobi vivía en Brighton desde hacía muchos años y que una vez fue a visitarlo y conoció Inglaterra. Alabó la cerveza inglesa y se declaró hincha del Arsenal debido a que su hermano lo era y le había llevado a ver al equipo. A Hiromi le encantaba hablar, y la verdad, que fuera así hacía la situación mucho más tenue y llevadera. Chika era encantadora y se mostraba muy campechana conmigo. Hiriko era todo lo contrario a sus padres, muy seria y apenas hablaba o se expresaba.  
Akiko interrumpió a su padre para preguntarle por su otra hermana y este le respondió que ella y su marido estaban atendiendo el ryokan. Acto seguido Hiromi se ofreció a enseñarme las instalaciones y yo acepté sin dudar. Él se levantó y yo lo seguí, los demás se quedaron en el salón.  
Por el camino, mientras nos calzábamos y salíamos hacia la otra vivienda, le manifesté lo encantado que estaba de poder conocerlos y visitar el ryokan. Amablemente Hiromi agradeció mi comentario y me preguntó dónde prefería dormir yo, en la vivienda familiar o en el ryokan. Le dije que me era indiferente y me respondió que para él también. Por fin accedimos al ryokan, concretamente al recibidor donde nos volvimos a descalzar. El interior era todavía más impecable que el exterior y distaba completamente con la vivienda familiar.  
Hiromi me explicó que su ‘hotel’ no era el típico. Toda la instalación tenía una forma cuadrada dividida en diferentes sectores. La entrada daba a un pasillo en forma de cuadrado, el pasillo estaba lleno de ‘shōjis’ en todas direcciones. Había veinte habitaciones, todas diferentes, divididas para personas que viajaban solas, para parejas y para familias. Todas acomodadas y preparadas para la entrada de visitantes. En el centro del ryokan, los ‘shōjis’ opuestos a las habitaciones había un jardín interior. Fue lo primero que Hiromi me enseñó. Era esplendido, impresionante como la naturaleza se fundía con el ambiente. Había varios asientos de piedra y los diferentes vegetales y flores estaban cuidados y en perfecta armonía. Alabé el lugar nada más verlo. Lo recorrimos por el centro, lo atravesamos hasta salir por el lugar opuesto. Una vez salimos me sorprendí por el extenso terreno que había tras la construcción. Había un sendero de roca que conectaba la salida con los baños termales. Atravesamos la puerta y me mostró el ‘onsen’. No era ni grande ni pequeño, tenía un tamaño acorde a lo que se podría esperar. La pared cubría el lugar de una manera circular y heterogénea. El techo era principalmente de plástico y era retráctil, un buen detalle para mí propio gusto personal. Mientras terminábamos la visita un joven muchacho se acercó, resultó ser el marido de la hermana menor de Akiko, se llamaba Seiichi. Hiromi nos presentó y nos saludamos con la típica pequeña flexión hacia delante. Se pudieron a hablar y Seiichi comentó que ya había terminado su labor y que si no había nada más regresaría a casa. Hiromi le dijo que lo hiciera. En ese momento no sabía si eran imaginaciones mías, pero observaba cierta reticencia entre ambos.  
Saiichi se despidió y se marchó, nosotros continuamos la visita. Desde donde estábamos caminamos un poco hasta un huerto. Hiromi me comentó con orgullo que era su huerto privado y que cultivaba muchas de las verduras que utilizaba para cocinar la comida de los visitantes y la suya propia. Me aclaró que empezó para su propio entretenimiento, pero que acabó gustándole labrar la tierra.  
Había algo que quería preguntar, pero me costó bastante hacerlo. Con disimulo comenté lo extraño que era no habernos cruzado con ningún huésped. Fue entonces cuando Hiromi me explicó que la última pareja se había marchado el día anterior y que hasta el lunes no llegarían más visitantes. Justificó que por eso su esposa y él le habían dicho a Akiko que les visitase ahora, principalmente para aprovechar la ausencia de clientes.  
Tras la visita guiada regresamos a la vivienda familiar. Estaban todos reunidos en torno a la mesa del salón. Junto a Seiichi había una mujer joven, deduje que era la hermana menor de Akiko y me presenté. Obviamente hacerte en la deducción, se llamaba Koemi. Hiromi y yo tomamos asiento junto al resto y estuvimos en una animada conversación. Chika era una gran anfitriona, sirvió cerveza y unas galletas saladas de algas para todos.  
Había un ambiente estupendo, y fue justo ahí cuando sin querer metí la pata hasta el fondo. Le pregunté a Akiko delante de todos por su hermano. En se momento la conversación se detuvo abruptamente. En el primer segundo de silencio ya sabía que había sacado un tema delicado y personal de la familia, aunque obviamente yo había preguntado con mi mejor intención. Chika se levantó y se fue a cocinar, Seiichi y Koemi se levantaron para ayudarla. Me quedé cabizbajo pensando que se habían ido por mi comentario cuando Hiromi salió en mi ayuda y restó importancia a la coyuntura. Me explicó que había algunos problemas con su hijo Yoichi y que era una larga historia. Me disculpé de inmediato y Hiromi reiteró que no me debía preocupar. Durante la comida y el resto de la tarde estuve más callado de lo habitual, prefería escuchar y comprender antes que poder volver a perturbar la calma de todos con una pregunta inadecuada.  
Después de comer Seiichi y Koemi se fueron al ryokan para continuar con el mantenimiento de las instalaciones, me pareció curioso ya que durante mi visita pude ver una pulcritud impecable. Akiko y Hiriko se fueron a pasear, yo me quedé con Hiromi jugando a el ajedrez. Echamos varias partidas y estaba realmente reñido, cada vez ganaba uno, aprendimos de los movimientos del otro e intentábamos preverlos.  
Al atardecer, antes de la cena me fui al ‘onsen’. Chika me dio un albornoz de algodón y unas chanclas de madera. Me cambié en la casa, me dejé solo la ropa interior y me cubrí con el albornoz. Salí y entre al ryokan, para terminar, recorriendo el camino hasta las aguas termales, ‘onsen’.  
El agua estaba a una temperatura perfecta, nada más entrar dentro ya podía notar los efectos revitalizantes. Me apoyé en uno de los extremos y me límite a dejar la mente en blanco y relajarme. No sé cuánto pasé dentro, pero de pronto Akiko entró a la estancia. Me saludó y me preguntó si me importaba compartir el baño. Obviamente yo no tenía ningún reparo, y más siendo tan amplio. Se retiró el albornoz quedándose en ropa interior, prendas muy similares a un bikini, de tonalidad negra. Akiko se introdujo en la piscina y se puso paralela a mí. Me preguntó que tal lo estaba pasando y con honestidad le respondí que muy bien. También me disculpé por si hablando de su hermano había reabierto alguna herida. Me dijo que no pasaba nada y de manera natural me explicó algunos detalles de la historia con su hermano. Resulta que Yoichi padecía un tipo de agorafobia que en Japón se conoce como ‘Hikikomori’. En total Yoichi llevaba más de dos años sin salir de su casa. Una cifra verdaderamente preocupante. Escuché sin decir nada para no cometer ningún error.  
Akiko también me preguntó que me había parecido su familia y le contesté sin reparos. Le dije que todos eran encantadores. Akiko emano una risita y me comentó que eso era porqué tenían visita y que en el día a día no todo era tan afable y tranquilo. Me contó que Hiromi y Seiichi tenían cierta rivalidad, y que su padre no aceptaba del todo a su nuero. A Hiromi no le terminaba de gustar que Seiichi estuviera tan implicado en el negocio familiar.  
También me dijo que Hikiko y Chika solían discutir y reñir, ya que su madre no entendía cómo podía seguir soltera a su edad. Nos reímos cotilleando y compartiendo las anécdotas que Akiko me contaba.  
El baño fue placentero y muy relajante, estuvimos aproximadamente una hora, hasta que Hiromi vino a avisarnos de que ya estaba la cena.  
Salimos de la piscina, nos secamos, nos vestimos con los albornoces, atravesamos el ryokan y pasamos hasta la vivienda. Cuando llegamos al salón la cena estaba servida y la mesa organizada. Chika había elegido y preparado la comida. Chika había preparado Tonkatsu como plato principal, que era algo así como una ‘milanesa de chuleta de cerdo rebozada en pan rallado japonés y frita. Y también Yakisoba de verduras. 
Fue una cena amena, todo estaba para chuparse los dedos. Cuando terminamos todos de cenar ayudé a retirar los utensilios de la mesa y poco después me fui a dormir. Al final Hiromi y Akiko me prepararon un futón en una habitación vacía en la vivienda familiar. Dormía pared con pared con Akiko y Hiriko.  

El día siguiente se me pasó rapidísimo. Me desperté muy temprano, al salir de mi habitación me crucé con Hiromi, que era el único que ya estaba despierto. Desayunamos juntos, café y unos bollos dulces rellenos de frambuesa, receta exclusiva de Chika. Cuando terminamos Hiromi me ofreció ir con él a dar un paseo, hacia buen día asique acepté su propuesta.  
Nos arreglamos y nos fuimos. Cogimos bastante distancia en seguida ya que Hiromi andaba muy rápido.  
Estuvimos hablando de varios temas, la humanidad, los problemas del mundo y un sinfín de cuestiones. Tenía curiosidad sobre algo que me había llamado la atención y tuve que preguntar. Resulta que en su casa no había visto apenas tecnología, y lo que más me sorprendía era no a ver visto ni tan si quiera una televisión. Al preguntarle a Hiromi fue muy conciso. Comentó que él consideraba que la mayor parte de la tecnología actual se centraba en distraer el individuo, en dormirlo de las cosas verdaderamente importantes y que la televisión era una de la herramientas más manipuladoras y poco instructivas del mundo en la actualidad. Me aclaró que tenían dos teles en el ryokan, una para invitados en la sala común y una privada para sus hijos, pero que no quería una en su casa. Él solo veía la televisión en sucesos extraordinarios o momentos especiales. Me sorprendió su alegato, pero sabía que sus palabras eran ciertas, yo mismo la usaba únicamente para distraerme y pasar el tiempo cuando estaba aburrido. Mencionó que le gustaba leer, crear haikus y que en ocasiones pintaba, aunque no se consideraba bueno en el noble arte de la pintura. Le sugerí que podía enseñarme sus pinturas y me respondió textualmente: ‘si vuelves a visitarnos te las enseñaré’. Le garanticé que podía contar con ello.  
Tras nuestro paseo de casi dos horas regresamos al ryokan. Cuando llegamos Chika tenía listo un aperitivo para antes de la comida. Estaban todos presentes, todo el tiempo fue ameno y transcurrió con demasiada celeridad. Al terminar de comer la conversación comenzó a fluir. Chika me preguntó si tenía novia y Akiko le dijo que no era apropiado, pero yo respondo igual. Chika manifestó con fervor que una mujer japonesa siempre era garantía de una buena vida en matrimonio. Pasó un rato con el tema ante las carcajadas de todos los presentes. Hiromi me preguntó si su hija se comportaba bien en Tokio; Akiko me miró discretamente y yo le respondí a Hiromi con un rotundo sí. Akiko tomó el mando de la conversación y les comentó a sus padres las zonas que habíamos visitado y algunas de las cosas que habíamos hecho. Cuando contó que habíamos estado en un karaoke a Hiromi se le iluminaron lo ojos. Con júbilo dijo que tenían un nuevo karaoke en el ryokan y que debía probarlo. En cuanto acepté Hiromi comenzó a organizar la velada.  
Por la tarde me fui directo al onsen. Hiriko, Akiko, Siichi y Koemi se apuntaron conmigo. Nos relajamos en el agua, jugamos a juegos de palabras y nos divertimos mucho.  
Por la noche, en cuanto terminamos de cenar, Hiromi ya estaba metiendo prisa para ir al karaoke. Entre todos cogimos saque, cerveza y vino para acabar trasladándonos de la casa al ryokan.  
Seguimos a Hiromi y pasamos los corredores hasta la sala común de invitados. En ella había una televisión enorme con muchos aparatos conectados. Uno de ellos era el karaoke que estaba conectado a la tele y a los altavoces laterales que la envolvían. Hiromi estaba orgulloso, nos explicó que tenía Hiriko había conectado Internet al karaoke y con una aplicación estaban todas las canciones del mundo.  
Empezamos tímidos, pero con las copas el ambiente se fue animando. Uno tras uno fuimos cantando todos. Mi primera canción fue ‘Starman’ de David Bowie. Después como no estoy acostumbrado a beber tengo los recuerdos difuminados. 
Se que hablé bastante con todos, con Koemi y Hiriko sobretodo. También recuerdo a Hiromi y Chika cantando a dúo, a las tres hermanas cantando a coro y una versión cutre de ‘Michael Jackson’que yo mismo interpreté. En resumen, una noche muy divertida y animada.  

El domingo llegó y era momento de volver, como había unas cuantas horas de autobús, Akiko decidió que nos iríamos temprano, antes del mediodía. Al acostarme tarde y embriagado me desperté el último. Desayuné veloz y llegó el momento de las despedidas. Akiko fue afectuosa con todos, y mientras tanto yo no sabía cómo actuar. Me despedí de todos dándoles la mano e inclinándome levemente ante ellos; bueno de todos menos de Hiromi, que le di la mano y me estiró hacia él para darme un abrazo. Obviamente le correspondí. Antes de irnos les agradecí a todos la oportunidad y su hospitalidad.  
Durante nuestro regreso en autobús Akiko y yo estuvimos hablando casi todo el recorrido. Comentamos sobretodo cosas del ryokan y los momentos que habíamos vivido. De verdad que me llevaba muchas buenas anécdotas que rememorar.  
Le agradecí a Akiko la ocasión que me había brindado al permitirme acompañarla y me expresé sin tapujos ni reparos hacia ella, afirmándole de corazón que la consideraba una gran amiga. Akiko me correspondió también, me dijo que de todos los clientes que solía tener yo era el único al que consideraba un amigo, y también el único que había conocido a su familia. Sentí un enorme regocijo al escucharla y le aseguré que más allá de nuestra relación laboral si ella necesitaba cualquier cosa podía contar conmigo. Fue un momento bonito y cargado de emoción a pesar de estar un poco cohibidos por estar rodeados de gente.  
Al llegar a la estación de autobuses pedimos dos taxis y llegó la hora de separarse. Para despedirnos nos dimos un tierno abrazo, de esos que llenan el alma.  
Subí al taxi, me llevó a casa, subí al piso y fui directo a la cama, estaba cansado y necesitaba reponer energías y dormir.  


Al día siguiente pasó algo que no podía prever, que surgió de manera espontánea y que cambiaría mucho mi último mes en Japón. El clima ese día y durante los dos siguientes fue terrible. Fuertes rachas de viento, tormentas eléctricas e intensos chubascos. El lunes tuve que esperar a que aminorara para poder bajar al supermercado de mi calle. Mientras caminaba raudo para no mojarme pasé por el callejón colindante a mi edificio. Fue entonces cuando divisé al hombre sin hogar que vivía ahí. Estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada sobre la pared y sosteniendo un paraguas sobre su cabeza. Me pareció sobrecogedor ver a alguien en esa situación.  
Cuando estaba comprando en la tienda no podía dejar de pensar en él. Tenía que hacer algo. Cargado con una bolsa llena de comida regresé sobre mis pasos y me detuve en el callejón. No soy precisamente un filántropo y jamás había hecho algo así antes de ese día. El caso es que me aproximé lentamente y lo saludé, con cierta sorpresa para mí, él me devolvió el saludo. Le pregunté si me permitía pagarle un hotel. Él con un orgullo un tanto innecesario rechazo mi oferta. Le dije que le daría dinero y que llovía demasiado para estar en la calle. De nuevo él se mostró reticente. Insistí, pero cambiando el planteamiento. Le dije que si no iba a aceptar mi dinero al menos aceptará una invitación a comer. Le mencioné que vivía en el edificio, mientras lo señalaba con mi mano libre y le aclaré que podía irse cuando quisiera, que yo no pretendía incomodarle. No parecía estar muy convencido, pero terminó aceptando. Le hice un gesto para que me siguiera inclinando ligeramente mi cabeza. Se levantó, cogió una desgastada mochila del suelo y me siguió. Subimos hasta casa y pasamos. Antes de entrar se quitó las zapatillas a modo de respeto, me pareció curioso puesto que ni yo lo hacía. Me presenté y le pregunté su nombre. Se llamaba Naoko. Enseguida fui directo a preparar la comida. Naoko se quedó en pie totalmente quieto. Le dije que no fuera tímido y que se sentase. Hasta que se lo dije no lo hizo. Le pregunté que le gustaba comer y me contestó que cualquier cosa. Le ofrecí cerveza, pero me contestó que no bebía alcohol.  
Cociné un poco de todo, verduras salteadas, pechugas al curry, alitas de pollo a la barbacoa, un poco de sushi que me sobró de otro día y por supuesto arroz para acompañar.  
Naoko debía tener hambre, devoró su plato con fervor. Verle me hizo pensar, creo que dada mi posición en el mundo veo las cosas apenas sin valor. Eso en parte me hace sentirme culpable y un tanto miserable. Obviamente ser el hijo de un acaudalado empresario no era culpa mía, pero me había hecho vivir en una especie de realidad paralela a la mayoría del mundo.  
Le pregunté por él, pero dijo que no tenía mucho que contar. Acto seguido le pregunté por su familia. Comentó que era una historia demasiado larga y que yo no querría escucharla. Evidentemente replique aclarándole que si deseaba escucharla. En ese momento empezó un monólogo de Naoko, y digo monólogo porque yo solo le escuché atentamente sin interrumpirlo.  
Naoko me contó que él era el mayor de dos hermanos y que sus padres ya no estaban vivos. Resulta que no se hablaba con su hermano. Cuando Naoko cumplió los dieciocho abandonó a sus padres y hermano y se mudó a Tokio desde Hokaido. Nunca regresó y eso hizo que perdiera toda relación con su familia. Él y su hermano llevaban sin hablar cuarenta años. Me pareció tantísimo tiempo… Me hizo pensar en mi padre, que se encontraba en una situación semejante. Cuarenta años sin hablar con su propio hermano, no podía concebirlo. Su historia siguió, tras mudarse a Tokio encontró trabajo en la hostelería y se puso a compartir piso con un compañero del propio trabajo. Como la hostelería no le llenaba se apuntó a un curso de carpintería, gestionando su tiempo y con mucho esfuerzo y determinación consiguió abandonar la hostelería y vivir de la carpintería. Montó un pequeño negocio donde reparaba muebles y casi cualquier cosa que le llevasen. Era una tienda minúscula y él era el único empleado, pero conseguía salir a delante. La vida le sonreía y fue entonces cuando conoció a la que sería su esposa, Manami. Al hablar de su familia se le veía compungido, nostálgico y con una mirada que exhibía pura tristeza. Él y Manami se casaron, se mudaron al área metropolitana de Tokio. Tuvieron una hija llamada Kami. En este punto a Naoko le costaba hablar. Fue la primera vez que yo le interrumpía, pero sentí la necesidad de preguntar dónde estaban ellas ahora. Cabizbajo y casi sin aliento me lo contó… Ellas tuvieron la mala suerte de estar en Santai de visita en casa de unos familiares cuando el terremoto de 2011 azotó el país. Parte de la casa donde se encontraban en el momento de la sacudida se vino abajo. Los escombros las sepultaron antes de que pudieran ponerse a salvo. La encontraron, pero no lograron sobrevivir a las heridas.  
Su historia me enmudeció. Ya no sabía que cara poner, ni que decir.  
Naoko continuo con el final de su historia. Me dijo que su vida había quedado tan vacía cuando ellas se fueron que dejó de ir a trabajar, dejó de salir de casa y de hacer su vida. Finalmente perdió el negocio y su hogar. Pero a él le daba igual todo eso, lo más importante ya lo había perdido.  
Yo nunca había vivido una situación así, una pérdida por una catástrofe medioambiental, y hasta ese momento nunca había pensado en ello. Cuando en las noticias informan de sucesos semejantes veo el número de muertos y heridos, pero nunca me planteo la destrucción que se desencadena. Es fácil frivolizar sobre algo que nunca has padecido ni visto, pero cuando tienes a alguien delante que ha sido devastado, la perspectiva cambia.  
Tras la historia de Naoko, hubo un silencio entre ambos, no fue incómodo ni mucho menos, fue… Fue reflexivo.  
Le dije a Naoko que se quedara en casa hasta que amainara la tormenta. Como ya he dicho nunca había hecho algo así antes, normalmente soy desconfiado por naturaleza y nunca subiría a un extraño a mi casa, pero con Naoko fue distinto. No sé por qué, pero confiaba en él.  
Pasamos el día viendo televisión, la charla, aunque era escasa era amable. Nos reímos con una peli cómica, me ayudo a preparar la cena. Intente ser buen anfitrión y Naoko fue un excelente invitado. Le dije que se diera un baño caliente, que podía ser reconfortante, Naoko me hizo caso, esta vez a la primera.  
Llegada la noche yo me fui a la cama y él se quedó en el sofá. Su compañía y su simpatía fueron el mayor de las retribuciones.  
A la mañana siguiente cuando me desperté y me levanté de la cama Naoko ya no estaba. Me había dejado una nota en la cocina.  
“Gracias por todo, espero no haber sido una molestia. Atentamente Naoko”.  
Eso ponía en la nota. Me supo un poco mal, no tenía por qué marcharse tan temprano. No podía evitar pensar si había desayunado o si seguía lloviendo. Inmediatamente me asomé a la ventana para confirmarlo, no llovía, pero el cielo seguía nublado.  

Las siguientes semanas salía mucho más, sabía que el final estaba cerca. El tiempo que pasaba en casa lo usaba en organizar mis próximos destinos. Te explicaría ya cuales iban a ser dichos ‘destinos’, pero creo que es más interesante que los conozcas sobre la marcha. 
Como de costumbre quedaba bastante con Akiko, una media de tres veces por semana. También venía mucho por casa Naoko, comíamos juntos, jugábamos a juegos de mesa, conversábamos y compartíamos experiencias y opiniones. En seguida nos hicimos muy buenos amigos.  
También solicité el número de la agencia de acompañantes a Akiko y contacté con Hayomi y nos volvimos a ver. Fuimos al cine a ver una película ‘hollywoodiense’ y a cenar, una velada muy agradable. Hayomi fue muy maja e incluso me hizo un descuento a pesar de que yo no se lo pedí.  

Un día que recuerdo con especial cariño fue un día que estuve con Naoko. Me costó mucho convencerlo para que me dejara comprarle algunas cosas, pero al final le convencí. Nos fuimos juntos a un enorme centro comercial en Shibuya que tenía todo tipo de establecimientos. Al principio Naoko estaba serio, callado y retraído. Como si sintiese algún tipo de vergüenza yendo conmigo. Primero fuimos a una tienda de ropa, Naoko iba directo a por las cosas más baratas, pero para mí no se trataba del precio, se trataba de comodidad y calidad. Compramos un par de pantalones, una camisa de botones, dos camisetas y una chaqueta enorme y abrigada. También aprovechamos una oferta de la tienda concerniente a ropa interior y calcetines.  
Una vez pagada le insistí en estrenarla, fue al probador y salió impoluto vistiendo los vaqueros y la camisa. Hice hincapié en lo elegante que estaba y parece que conseguí animarle. Después fuimos a un bar de sushi, supongo que la mayoría reconocerá la cinta transportadora que mueve los platos en todas direcciones. Comimos estupendamente y tras acabar dimos un paseo por todas las plantas. En el escaparate de una tienda observe una estupenda y funcional mochila. Entré directo a comprarla a pesar de la negativa por parte de Naoko. Me gustó tanto el diseño y el color azul marino que compré dos, una para él y otro para mí.  
Después de eso nos dispusimos a regresar. Le pregunté si tenía comida y me respondió que sí, me dejo dubitativo, pero acepté su afirmación sin cuestionarla. De camino hasta casa le propuse pagarle un hotel para que durmiera en una buena cama y repusiera energías. Naoko era tan orgulloso que rechazó mi propuesta. A pesar de que no había nubes en el cielo le dije que había visto que podía llover y que lo mejor era que durmiera bajo techo. De nuevo se negó. En ese momento me puse autoritario y le dije que tenía que negociar. Mi siguiente proposición fue un hotel cápsula, le dije que conocía un local que estaba bastante bien y que estaba de camino a casa, Naoko me explicó que no podía, que había dejado muchas de sus cosas en el callejón. Para lograr que aceptará le aseguré que yo mismo podía recoger sus cosas y llevármelas a casa conmigo y que mañana cuando quisiera podía recogerlas. Naoko me preguntó si estaba seguro y reitero que no quería causarme más molestias. Claramente le dije que no era ninguna molestia y finalmente aceptó mi planteamiento.  
Más o menos a mitad camino nos separamos. Le acompañé hasta el establecimiento y pagué una capsula para las veinticuatro próximas horas, seguro que Naoko se marchaba antes, pero no quería que tuviera prisa. Nos despedimos y ya yo regresé a casa. No hace falta decir que cumplí la premisa, pasé por el callejón y recogí todas las pertenencias de Naoko para guardarlas en casa.  

Un día que tampoco podré borrar de mi memoria fue el día que fui con Akiko a visitar a su hermano. Ella me lo pidió como favor personal ya que no quería ir sola. Yoichi vivía en un bloque de apartamentos en Edogawa. Para ir cogimos el tren en la estación de Shibuya.  
Cuando tocamos a su puerta la primera vez no hubo respuesta, pero Akiko insistió repetidas veces hasta que Yoichi abrió la puerta.  
Al principio solo se asomó ligeramente, pero en seguida Akiko hizo presión para que nos dejase entrar. Yoichi desde el primer momento se mostró reticente a nuestra presencia. Nos descalzamos en el recibidor mientras Yoichi preguntaba que queríamos. Akiko le afirmó que solo era una visita de cortesía. Después de mirarme de arriba abajo Yoichi le preguntó a Akiko quien era yo. Imagino que por mi aspecto de extranjero no pensó que yo también hablase japonés. Fue una minucia, pero me gustó mucho que Akiko me presentará como su amigo. Cuando me presenté en su idioma Yoichi no pudo evitar exhibir sorpresa en su expresión. Al entrar dentro del piso fui yo quien no fue capaz de disimular. La casa estaba llena de basura en todas direcciones. Costaba caminar por el salón sin pisar los desechos que Yoichi había acumulado. Akiko no consiguió controlarse y le echó la bronca a su hermano. Le dijo que no podía vivir en esas condiciones y que su situación era extremadamente antihigiénica. Yoichi se excusó diciendo que era su casa y que él la tenía como quería. Akiko pasó de sus reproches y comenzó a avasallarle para que limpiará ya. Yo me mantuve en un segundo plano, sin meterme en la discusión, sin intervenir de ninguna forma. Akiko fue hasta la cocina y buscó bolsas y cajas donde poder desechar toda la porquería. Cuando regresó y comenzó a recoger sentí la necesidad de ayudar. Akiko inmediatamente me dijo que no tenía que hacer nada, pero insistí. 
Había botes de bebidas energéticas y refrescos, envoltorios de plástico, restos de comida, cajas de cartón, plásticos, botellas de agua vacías, prácticamente todo lo que se pueda imaginar. Akiko envío a su hermano a recoger la cocina y el aseo mientras ella y yo nos ocupábamos del comedor y de la habitación de Yoichi. En la habitación no tenía tantos desechos, principalmente eran sus objetos personales esparcidos por la habitación. Portátil, mangas, videojuegos, revistas, chocolatinas, figuras, todo ello sin orden ni posición sobre el suelo. Akiko lo apartó lo mejor que pudo a un lado de la habitación. Yoichi se asomó para ver que hacíamos y se desquicio al ver que su hermana movía sus cosas. Se puso a gritar colérico y Akiko se abalanzó sobre él con autoridad, finalmente con su mirada y su carácter consiguió que su hermano cesase su comportamiento.  
Akiko le hizo varias preguntas a su hermano. Sobre el trabajado, sobre su vida, sobre el futuro, sobre sus padres, yo al ver que era algo entre hermanos me aparte de ellos para darles intimidad.  
Aun qué no pretendía escuchar me enteré de algunas cosas. Oí a Akiko levantar la voz y hacerle a su hermano prometer que iría a ver a sus padres y que intentaría salir de casa. Le dijo que o poco a poco mejoraba su situación o que su padre vendría y lo llevaría de la oreja a un psicólogo. Yoichi le decía que sí a todo de manera automatizada, se notaba que solo quería terminar la discusión. Akiko reiteró que le estaba hablando en serio. La discusión se prolongó un poco más hasta que Akiko se asomó para ver si seguía ahí. Me dijo que no quería perder más tiempo y que nos íbamos ya. Estaba tan imponente que obedecí de inmediato. Fuimos al recibidor a calzarnos y Yoichi se personó frente a nosotros y nos observó en silencio. Akiko le ratificó que pronto la volvería a ver y Yoichi asintió.  
Salimos del apartamento y del edificio, para comenzar a caminar por la calle. No sabía dónde iba, solo seguía a Akiko que avanzaba a toda velocidad. Finalmente tuve que coger la mano de Akiko y detenerla. Le propuse ir a tomar algo para relajarnos y Akiko aceptó. Paramos en el primer bar que encontramos. Pedí dos cervezas y unos pinchos de pollo. Akiko estaba enmudecida desde que habíamos salido del apartamento. No sabía muy bien que debía decir, así que opté por contarle una historia propia. Le expliqué que yo había experimentado algo parecido a lo que podía estar sintiendo Yoichi. Le hablé de mi madre y de cómo su muerte cambió mi vida y la de mi padre. Mientras yo me recluí por voluntad propia en casa mi padre hizo todo lo contrario, pasando todo el tiempo moviéndose de un lado a otro sin parar. Le comenté que yo era feliz estando en casa, que esa soledad era reparadora para mí. También le garanticé que tarde o temprano Yoichi volvería a hacer ‘vida normal’. Creo que Akiko necesitaba oírlo, se tranquilizó mucho tras mi alegato. En ese momento me explicó como había empezado todo en Yoichi. Resulta que él había empezado durante la secundaria a salir con su mejor amiga, y que tras más de diez años de relación ella le había dejado por otro. Ese había sido el detonante para que Yoichi se confinase de esa forma. El resto de tarde la pasamos bebiendo cerveza y picando tapas, hablando sobre la vida, el amor y como nos afectan a cada uno. Me sentí muy bien por poder ayudarla y distraerla. Me embargó esa extraña sensación de plenitud que solo puedes sentir cuando haces algo bueno por una persona a la que quieres.  


El tiempo se fue sucediendo veloz hasta que llegó la hora del ‘Sakura’. Los cerezos comenzaron a florecer y con ellos mi tiempo en Japón llegaba a su fin. Organicé una visita a los cerezos. Convencí a Akiko para celebrarlo conmigo, por supuesto invité a Naoko y también decidí contratar a Hayomi. 
El día 28 de marzo nos reunimos todos y fuimos juntos hasta el parque de ‘Shinjuku Gyoen’ . Llevamos bandejas con comida y también todo tipo de bebidas. Fue casi como un ‘picnic’.  
La comida era estupenda, el clima acompañaba y el cielo estaba despejado. Los cerezos casi habían alcanzado su máximo esplendor, pero lo mejor sin duda fue la compañía. Jugamos a juegos de mesa, a las cartas. Las chicas y yo bebimos saque, Naoko té. Reímos, festejamos, para mí fue una experiencia inolvidable. Los tres se interesaron por mis planes de futuro y me preguntaron. Les expliqué que me iba a ir el día uno de abril y que ya había contratado un vuelo que saldría durante la madrugada. Me preguntaron también por cómo había sido mi experiencia en Japón, y yo les respondí con total sinceridad. Lo cierto es que había sido todo tan indescriptible, tan real, tan diferente a lo que solía ser mi vida.  
Insistieron en que volviera pronto y les garanticé que así lo haría.  
El saque me puse algo sentimental y no pude evitar agradecer a los tres su compañía y también todo lo que habían hecho por mí.  
Fue una despedida estupenda, posiblemente uno de mis mejores días en años.  
Cuando terminamos nos separamos, Akiko pidió un taxi y lo compartió con Hayomi, Naoko y yo hicimos lo mismo. Le dije a Naoko que se quedara a dormir en mi casa y él aceptó.  

El día 31 por la mañana, un día antes de mi marcha, bajé al callejón para invitar a comer a Naoko. Quería darle una noticia muy importante.  
Primero comimos, era comida precocinada de un restaurante que había solicitado por una aplicación de comida a domicilio. Nos sentamos a la mesa y disfrutamos del festín. Tras comer, saqué helado de chocolate y preparé té, fue entonces cuando llegó el momento de darle la gran noticia a Naoko.  
Quizá debí preguntarle antes, pero todo lo que hice fue porqué me nació en el ‘corazón’. Todo tenía que ver con que yo había comprado el apartamento, Akiko me ayudó con las gestiones y todos los papeleos, su ayuda fue totalmente imprescindible. A Naoko se lo expliqué de una forma diferente. Yo no me iba a quedar en Japón, mi camino debía continuar, el piso de momento quería que fuera para él. Le dije que no era un regalo, que era un préstamo y que debía cuidar el apartamento como si fuera suyo. Le expliqué que yo vendría alguna vez a verle para hacerle compañía y asegurarme de que estaba cuidando la casa. Le manifesté mi ilusión por que él se quedara. Le dije que no debía preocuparse por las facturas, yo le había dejado dinero a Akiko para que pagara todos los gastos durante más de un año. También le aclaré que él tendría que buscar un trabajo y qué debería aprovechar la ocasión para salir a delante.  
Naoko estuvo casi todo el tiempo petrificado, me escuchaba en silencio y su cara denotaba su incredulidad. Cuando consiguió asimilar toda la información comenzó a llorar, lágrimas de dicha, de gratitud. Ver a una persona de su edad llorando así me conmovió como pocas cosas lo habían hecho. Me sentía bien conmigo mismo, había mejorado la vida de alguien a quien apenas conocía, pero que sabía que lo merecía. Su emoción era contagiosa y me costó bastante contener las lágrimas. Me levanté de mi silla y me acerqué a él, al estar a su lado le pregunté si podía abrazarle. Naoko no dijo nada, se levantó y me estrecho entre sus brazos. 
Esperé a que Naoko se tranquilizase y le dije que bajara a por sus cosas. Naoko fue directo tras mi comentario. 
Después de eso solo me quedaban unas horas para irme y lo emplee en organizarme. Había disfrutado enormemente de este viaje, pero ya era hora de continuar. Y ya se sabe, todo lo que empieza tiene un final. 
Pasé el resto de día con Naoko en casa y antes de que se fuera a dormir nos despedimos. El brillo en sus ojos mientras me agradecía todo lo que había hecho era más reconfortante que cualquier cosa material. No pretendo ser cínico, sé que gracias a tener más dinero del que podía gastar había podido ayudar a Naoko, pero esto era diferente. Sentía una bonanza que no se podía adquirir ni comercializar, solo disfrutaba con el bienestar que me provocaba esa sensación.  
Compartimos un abrazo fraternal y cargado de afecto antes de que Naoko se fuera a la cama.  
Durante la madrugada, mientras Naoko dormía, yo cogí mi equipaje y mis bártulos y dejé el apartamento. Akiko me esperaba en la calle, había solicitado un conductor a su empresa para llevarme hasta el aeropuerto. La despedida con ella fue emotiva, hubo un gran abrazo entre Akiko y yo, una amplia sonrisa y un adiós que sonaba como un hasta luego.  
 



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En el texto hay: viaje, romance, amor

Editado: 25.10.2022

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