Shawn a pedido de Uriel fue a ver a Gabriel para encargarse de una misión especial, tenían que cazar a otro fugitivo del infierno. Al llegar al claro donde le dijeron que estaba Gabriel, estaba entrenando su combate cuerpo a cuerpo, combinaba sus golpes y patadas con su fuego divino; parecía casi una danza, combinaba la fuerza con la elegancia. Shawn, al llamar su atención, tomó un descanso para decirle los detalles de caso.
—Hola Shawn ¿listo para la misión de hoy? —preguntó Gabriel, limpiándose el sudor con una toalla que trajo con él.
—¡Por supuesto! ¿De qué se trata? —preguntó animado.
—Han habido misteriosos asesinatos por el barrio francés —comenzó a explicar el tétrico caso—. Todas las víctimas aparecen mutiladas, según las autoridades, nada de eso es obra de un humano, sino de una bestia. Viendo las fotos de las escenas del crimen, puedo identificar rápidamente que se trata de un Hellhound.
—¿Un Hellhound? ¿Te refieres a un sabueso del infierno? —preguntó Shawn algo intrigado.
—Me esperaba que lo conocieras —dijo como cumplido—. Sin embargo, los sabuesos del infierno son más que perros espectrales, son los encargados de buscar las almas de aquellos que hacen pactos con demonios. Lo que me extraña es que este hellhound sea tan agresivo, normalmente solo atacan a sus objetivos y actúan distantes e indiferentes otros seres que puedan verlos.
—Supongo que es un misterio que tenemos que resolver —musitó cabizbajo.
—Se llevan a los que venden su alma, ¿eh? —pensó Shawn, recordando lo que su padre había hecho hace mucho.
Gabriel y Shawn se dirigieron al barrio francés, el lugar en donde ocurrieron la mayoría de los asesinatos, pasaron discretamente por la cinta policial para inspeccionar las escenas del crimen; todo estaba manchado de sangre, parecía una verdadera masacre, la sangre estaba por las paredes y por las calles. Mientras Gabriel inspeccionaba el lugar, Shawn notó la presencia de un espíritu que los observaba con algo de timidez. Era el espíritu de un esclavo africano de no más de veinte años del siglo XIX, se notaba por como iba vestido, Shawn se acerco para hablar con él para ver si había algo.
—No tienes que temer, no voy a hacerte daño —dijo en un intento de tranquilizarlo—. Me llamo Shawn Simpson y soy un médium. Me pregunto ¿viste lo que paso por aquí?
—Sí. Fue la peor cosa que he visto desde que estoy muerto —dijo con temor en sus palabras—. Era un perro enorme, como de unos ocho pies, de color negro y ojos rojos, tenía picos de hierro clavados en el cuerpo y que terminaban en cadenas que arrastraba cada vez que caminaba. Los mató a todos, los despedazó y se los comió, incluso, se comió a un espíritu que andaba por allí; cuando eso paso, me oculté para que no fuera el siguiente.
Aquel hombre empezó a entrar en pánico, temblaba de miedo, lo que vió lo dejo traumado. Parecía que Shawn no podía hacer nada para tranquilizarlo, pero llegó Gabriel y empezó a hablar con aquel espíritu.
—No temas, ya estás bien —dijo con voz tranquilizadora—. Puedo ver que has sufrido bastante, pero ya podrás descansar en paz, te prometo que ya nadie te hará daño.
Aquel fantasma se tranquilizó bastante rápido con las suave voz de Gabriel, se despidió con una sonrisa y se fue en paz, como si su espíritu ya no tuviera emociones negativas.
—¡Guau! No sabía que también pudieras ver a los fantasmas —dijo Shawn asombrado.
—Claro que puedo, soy un ángel, aunque eso no es lo más importante —dijo con tono serio—. La descripción que nos dio del hellhound no coincide con ninguno que haya visto. Mejor llamamos a Lucifer para obtener respuestas.
Gabriel tomó su teléfono y marcó el número de su hermano, poniéndolo en altavoz.
—Hola Lucifer, necesitamos información de uno de los fugitivos del infierno —dijo Gabriel yendo al grano de una vez—. Es un Hellhound, pero es diferente a los que yo conozco. Es más grande, de pelo negro, ojos rojos y con picos de hierro clavados en su cuerpo que terminan en cadenas ¿sabes de alguno que sea así?
Al dar la descripción del Hellhound Lucifer no pudo evitar dar un silbido de asombro, seguido de una advertencia.
—Oh vaya, chicos, ustedes tienen una seria amenaza en sus manos —dijo con seriedad—. Lo que ustedes me describieron es a Fenrir, la madre de los Hellhound. Créanme cuando les digo que esa bestia no es un juego. En mi infierno, perfectamente ordenado, donde todos tienen su propósito, ella era demasiado salvaje y destructiva, por lo que los Siete Pecados Capitales tuvimos que encadenarla.
—¿Qué tan fuerte es? —inquirió Gabriel, frunciendo el ceño.
—Es tan fuerte como tú o Lilith, por eso no deben subestimarla. El mero descuido que muestren será el último. Recuerda lo que le pasó al pobre Odín.
Gabriel se despidió de su hermano ahora que tiene la información necesaria, por lo que empiezan a inspeccionar los alrededores del barrio francés para encontrar algún lugar donde esa Fenrir pueda ocultarse. Según Gabriel, los Hellhound no toleran la luz del sol, por lo que solo cazan de noche, así que buscaron por un par de horas, verificando específicamente lugares abandonados; el último que revisaron era una vieja fabrica de zapatos que estaba en mal estado, se notaba a metros que nadie más había usado ese lugar en décadas, lo más importante del lugar era que todas las ventanas estaban cubiertas con tablones, por lo que era el lugar perfecto para que allí se encontrara.
Gabriel y Shawn entraron con cautela, no querían hacer mucho ruido y alertar a Fenrir, pero el plan no iba a salir como ellos pensaron. Mientras más se adentraban en el lugar, una sensación inminente de peligro se adueñaba de ellos; escucharon un sutil gruñido que los hizo voltear hacía atrás, era Fenrir.