En una mañana soleada, Sara García estaba paseando por la plaza de la ciudad un día sábado, lo que quería hacer ese mismo día era reflexionar un poco sobre su vida, ya había pasado el tiempo desde que supo sobre todo lo paranormal del mundo, pero aún había un vacío en su interior que la intrigaba, se encontraba algo perdida en el mundo, ya no sabía qué hacer. Mientras paseaba por la plaza a lo lejos miró a Gabriel, sentado en una banca y alimentando a las palomas; Sara decidió acercarse para hablar con él.
—Hola Gabriel ¿te importa si me siento? —preguntó de manera casual.
—Para nada, siéntete cómoda —respondió Gabriel, con jovialidad—. Tengo una bolsa de alimento extra, ayúdame a alimentar a las aves.
Los dos estuvieron así un par de minutos, sin hablar ni nada, solo pasando el rato como amigos, hasta que Gabriel decidió hacer una pregunta.
—¿Hay algo que te preocupa, Sara? —pregunto Gabriel con una pequeña sonrisa.
—¡¿Cómo te diste cuenta?! —preguntó Sara, asombrada.
—Es como una especie de sexto sentido, algo que me dice cuando alguien cercano a mí se encuentra triste... ¿estás triste? —preguntó Gabriel, poniéndole una mano en el hombro.
—Mas que tristeza es confusión, me encuentro confundida, Gabriel —respondió mirando directamente el cielo azul—. No sé que hacer con mi vida, dejé de pintar, dejé de hacer poesía; abandoné todo mi arte porque siento que eso ya no es mío, sino de mis vidas pasadas.
—Ya veo ¿entonces sientes que las cosas que hacías antes ya no forman parte de ti? —inquirió llevándose la mano a la barbilla
—Exacto ¿qué es lo que fue mío y qué es lo que fue obra de mis vidas pasadas? Esa es la pregunta que me consume.
—¿Te gustaba pintar y componer poesía antes de saber la verdad? —preguntó Gabriel.
—Claro que me gustaba, pero... ya no se si debo seguir con eso —respondió Sara, insegura.
—Te daré mi opinión más sincera —dijo Gabriel dando un pequeño aplauso—. La razón por la que uno hace las cosas, es porque dichas cosas lo hacen feliz. Creo que deberías volver a hacer todas aquellas cosas que te hicieron feliz.
—¿Cómo se supone que haré eso? —preguntó Sara, algo perdida.
—Tú piensas que la pintura y la poesía no es algo que forme parte de ti ahora, pero en mi opinión, todas esas cosas, tus vidas pasadas, todo eso es parte de ti —explicó con una sonrisa—. Te han hecho lo que eres ahora y no deberías negar parte de tu personalidad solamente por su origen.
—Tienes razón... nunca lo ví de esa manera —musitó cabizbaja.
Gabriel le había dado algo de esperanza a Sara para aclarar sus dudas sobre su vida y sobre su identidad.
En un momento, Gabriel recibió una llamada de su hermana Raguel. Con una expresión de preocupación en el rostro, decidió pedirle a Sara que lo acompañara, debido a que había ocurrido algo.
Al llegar al departamento de sus hermanos, Gabriel observó como Uriel estaba herido producto de una pelea. Su antebrazo derecho estaba totalmente roto, tanto que el hueso sobresalía de entres sus músculos y piel, su cuerpo estaba lleno moretones. Para su suerte, todas sus heridas estaban siendo tratadas por Raguel.
—¡Hermano! ¡¿Qué te sucedió?! —exclamó Gabriel, preocupado.
—Calma, estaré bien, he recibido peores heridas que esto y mi rival quedó igual o peor —respondió Uriel, con tono calmado, pero aguantando el dolor de su antebrazo—. Esto fue obra de un Jiang Shi, pero no de cualquier Jiang Shi, sino de uno inteligente y que sabía artes marciales, siendo este un veterano. Luchamos un rato, pero al cabo de una hora este salió huyendo usando su magia de Jiang Shi, debido a todo el daño que había acumulado de mis golpes y por el sol.
—¿Dónde lo encontraste? —inquirió Gabriel, frunciendo el ceño.
—En unos bosques al norte de Lousiana, como a unos veinte kilómetros —respondió mostrando con su Ojo del Ayer una proyección holográfica del lugar—. Tengan cuidado y buena... ¡Auch! ¡Oye Raguel trata de ser más gentil!
—Podría usar tu brazo roto de cuerda, no es un fractura cualquiera —replicó sacándole la lengua—. Ahora sé un niño grande y deja que tu hermanita te sane como se deba.
—Vamos Sara, déjemos que mi hermano se recupere —dijo Gabriel, tomando a Sara del brazo para salir del departamento.
Gabriel y Sara decidieron esperar hasta la noche que es cuando los Jiang shi son más activos. Caída la noche, fueron a la escena del enfrentamiento de Uriel y el Jiang shi, el lugar estaba todo destruído, señal de que la batalla entre ambos fue bastante intensa.
—¿Y bien? ¿Cómo sabremos dónde se encuentra ese Jiang Shi? —preguntó, Sara inspeccionando un poco el lugar.
—Descuida, ya tengo un plan —dijo Gabriel, confiado—. ¡Fuego Purificador: Fuego del Bien y el Mal! —una bola de fuego se formó en la palma de Gabriel, pero este resultó distinto, ya que poco a poco se oscurecía hasta tener un tono carmesí—. Esta técnica no sirve mucho para la pelea como para el rastreo, en este caso quiero encontrar a un ser oscuro usuario del Miasma por eso toma esta coloración, solo hay que seguir esta llama y nos llevará directo al Jiang Shi.
Gabriel y Sara estuvieron como una hora siguiendo dicha bola de fuego hasta llegar a un río cercano donde, sentado en una roca dicho Jiang Shi se encontraba meditando, sereno mientras escuchaba el río fluir, vestía un ropa parecida a un monje budista, pero esta se encontraba bastante desgastado y rasgado. De alguna manera, puede notar la presencia de sus peculiares visitantes.
—No sé qué es lo quieren, pero si no se van ahora mismo, tendré que matarlos —declaró de manera amenazadora, pero con un tono de voz tranquilo.
—Tú te enfrentaste a mi hermano Uriel, seré yo quien concluya su duelo —dijo Gabriel con una mirada determinada.