En la ciudad de Alexandría, había un ser que cuidaba de sus ciudadanos y que combatía con mano de hierro a los criminales que habitaban dicha ciudad, algunos lo llamaban héroe y otros lo llamaban demonio, pero su verdadero nombre era: Satán de la ira, Tercer Príncipe del Infierno. Cada noche salía a patrullar las calles en busca de criminales para hacer justicia en esta ciudad; realmente quería volver al camino correcto para poder recuperar la confianza de su Padre y para poder regresar a casa por lo que jamás mató a ninguno de los criminales que enfrentaba a diario. Durante el día se quedaba junto con los demás indigentes en aquel viejo edificio, aunque su único amigo y al que conocía más era Arthur, un soldado veterano que en vida ya había experimentado lo que es el infierno y que además de haber perdido valiosos compañeros, también perdió el contacto con toda su familia; actualmente, solo un demonio era su único amigo.
Mientras Satán miraba el anochecer para salir a sus diarias rondas nocturnas Arthur se le acercó para conversar un poco con él.
—¿Volverás a salir? —preguntó Arthur sentándose a su lado—. Tal vez sea bueno que te tomes un descanso.
—No estoy cansado, ni siquiera debo esforzarme tanto para vencer a estos humanos —respondió presumiendo un poco—. No tengo idea de cómo fue que ustedes se alzaron con el control de la tierra, son demasiado frágiles y ni siquiera poseen poderes mágicos.
—Tal vez no tengamos superpoderes, pero lo que sí tenemos es perseverancia, los humanos no nos rendimos tan fácilmente, a pesar de que moriremos.
—Hay que he querido preguntarte... ¿Nunca has pensado en volver a ver a tu familia? —preguntó Satán de golpe.
—Eso es... complicado, hace años que no los veo y ni siquiera sé si quisieran verme —respondió melancólico.
—Los humanos no viven mucho, deberías verlos antes de que sea tarde.
—Tal vez tengas razón, veré que puedo hacer.
—Está bien, yo ya tengo que irme —dijo Satán levantándose y saltando de techo en techo.
La verdad parecía una noche tranquila, como si no fueron a pasar nada interesante que requiera de su intervención hasta que escuchó una serie de disparos unas cuantas calles de allí por lo que se apresuró para ver qué sucede. Al llegar se encontró con un tiroteo entre la policía y un grupo de narcotraficantes, la situación parecía difícil por lo que decide intervenir, sabía lo complicado que sería si alguien lo ve directamente por lo que expulsó vapor de su espalda que cubrió todo el lugar y que dificultaba la visión, una vez asegurado de que no pueden verlo se enfrentó uno a uno a todos los narcotraficantes, tan solo un golpe y ya estaban tumbados en el suelo, todos cayeron por sus manos, una vez que estaban fuera de combate se retiró rápido del lugar antes de llamar más la atención, pero un oficial de policía logra verlo mientras huía; un error que le costará caro.
Por la mañana siguiente, como a las nueve de la mañana, Satán volvió al lugar que consideraba un hogar, siendo recibido por Arthur que traía un periódico en mano.
—Saliste en primera plana —dijo dándole el periódico—. "Criatura demoníaca ayuda a la policía a capturar un grupo de narcotraficantes". Incluso hay un retrato hablado de ti.
—¡Oh vamos!, mis dientes no son tan feos —comentó Satán, con indignación.
—¿Eso es lo único que te preocupa? —preguntó Arthur cuestionando la poco preocupación de su amigo— ¿No dijiste que no querías llamar la atención porque tus hermanos podrían venir a llevarte al infierno?
—Sí, pero no creo que eso importe ahora, es decir, estoy haciendo el bien —declaró con una sonrisa—. Ayudo a combatir el crimen, si mis hermanos se enteran de que estoy aquí no creo que se molesten tanto; de hecho sería genial tener un compañero para salir por las noches, a veces me siento un poco solo.
—¿Sabes? Pedí un par de favores a unos conocidos y ya se donde está mi familia —comentó algo nervioso—. Quisiera que vengas conmigo.
—¿Estás seguro? sería una reunión familiar y creo que yo solo podría estorbar —respondió Satán inseguro.
—No vas a estorbar, eres mi amigo y quisiera tenerte allí —replicó dándole una palmada en el hombro mientras sonreía—, pero eso si, debes encontrar una manera de no verte tan... demoníaco.
—Nunca había intentado tomar forma humana desde que llegué aquí —dijo Satán llevándose la mano a la barbilla—. Voy a ver que hago.
Satán se concentró por unos instantes para poder tomar forma humana hasta que finalmente lo logra; se veía bastante alto, como de 1,99 mts, su físico era sumamente musculo, con los hombros anchos y una barbilla redonda; su cabello era rubio y recortado de manera que parecía un corte militar, su piel era caucásica y sus ojos eran de color rojo sangre.
—¿Cémo me veo? —preguntó con las manos en las caderas.
—Tus ojos siguen iguales, toma te los regalo —dijo dándole unos lentes de sol.
—¡Gracias! —exclamo con alegría.
—Antes de reunirme con ellos quisiera estar más presentable, conseguiré cualquier trabajo y empezaré a vivir en el albergue —avisó mientras salían para caminar un rato—. No puedo presentarme ante ellos con esta apariencia toda sucia y descuidada.
—¿Qué tienes en mente para el empleo? —preguntó Satán por curiosidad.
—Aún no lo sé, pero cuando lo tenga te avisaré para visitar a mi familia.
Parecía que Arthur finalmente iba a reponer su vida junto a un buen amigo que también buscaba lo mismo, pero el destino tenía muchas cosas que escapaban de sus planes.
Había un lugar donde los criminales del mundo paranormal se escondía de la ley, en Nueva Orleans, el barrio francés era un punto de reunión importante para estos fugitivos. Allí, un viejo conocido aparece, el cazador furtivo de criaturas mágicas, Jean Pierre Lupin.
Estaba en ese lugar debido a una reunión importante con unos clientes que pagarían millones por un buen trabajo y que además, el ser que tendría que cazar debía ser sumamente poderoso si estaban dispuestos a pagar tanto por sus servicios. Después de varias horas finalmente llegaron, eran ocho figuras encapuchadas, las capuchas le cubrían sus rostros, sus trajes eran de un color escarlata y traían un medallón de oro con un extraño símbolo, parecía una especie de serpiente comiendo su propia cola; Jean Pierre por instinto sabía que había algo mal en estos tipos, pero no podía decir porque, su instinto le decía que esta gente era peligrosa, el que parecía su líder se pone adelante y toma la palabra.