Con mucha dificultad, me había resignado a seguir con mi vida. Catherine y Frank ya no me importaban y no volví a cuestionarme sus motivos para desaparecer y provocarme. Decidí volver a contactarme con William, un viejo amigo que nunca había dejado las Europas y quien nos iba a recibir de nuestro viaje a Inglaterra. Su voz al teléfono se alivió al asegurarse que estaba bien, y tal como sospechaba no estaba al tanto de nada. Le hablé sobre la posibilidad de que pudiese recibirme nuevamente, pero parecía bastante complicado con unos negocios aunque no entendí de todo. Mi viaje estaba lamentablemente suspendido hasta nuevo aviso, así que no me quedó otra que intentar retomar algo de actividad en la ciudad.
Ese día por la tarde salí de las catacumbas a dar un paseo. De vez en cuando me gustaba caminar entre la multitud de la gente, sólo pare sentir su calor y el ajetreo de la vida moderna, el caos de las masas desplazándose ciegamente de un lugar a otro, casi como zombies. Llegando al corazón de la ciudad pude darme cuenta entre lo que decía la gente y el ambiente que era viernes, ya que muchos estaban ansiosos por llegar a sus casas y descansar o celebrar, dependiendo del gusto. “De este viernes al otro”, oí resonar en mi cabeza, un recuerdo algo reciente de la vez que acompañé a Alicia de vuelta a casa.
El gran día de la desconocida tía Berta había llegado y con ello, también había llegado un gran día para la tierna Alicia quien por primera vez se vestiría elegante para una fiesta. De alguna manera me sentía feliz, sabía que ella había estado esperando este día y tenía la imperiosa necesidad de ir a contemplarla aunque fuese sólo un momento, aunque luego recordé las duras palabras de su hermana. Aunque a Alicia no le importase, tenía la intuición de que Tabatha no la dejaría en paz y no quería que nada arruinara su gran noche, por lo que en contra de mi conciencia que me llamaba a alejarme de ella, decidí aparecerme por la casa y darle una sorpresa. Bueno, eso si tenía suerte y llegaba antes de que marchasen.
Las calles del barrio ya estaban casi a oscuras, aunque agradablemente iluminadas por el alumbrado público. Al llegar pude suspirar tranquilo, ya que el auto estaba afuera pero aún no salían. Mientras me acercaba pude darme cuenta que afuera estaba el tal Alex esperando junto al auto, mirando por la puerta abierta a ver si salía alguien. Pronto salió Tabatha quien lucía un vestido burdeo que hacía destacar los tonos cobrizos de su cabello. Lucía bien en realidad, aunque su actitud le hacía perder belleza. Se veía impaciente, alegaba que llegarían tarde al evento aunque tanto ella como su novio quedaron en una especie de shock cuando me vieron aparecer.
– ¿Y tú eres? –preguntó ella mientras me acusaba con la mirada, estudiándome de los pies a la cabeza.
– Buenas noches. Busco a Alicia.
– ¿Alicia? –dijo extrañada.
En ese instante se oyó el golpe de la puerta cerrándose y apareció Alicia junto a su madre, listas para subirse al auto. Ambas quedaron impactadas al verme allí y no me quedé indiferente ante eso. Pese a que aún no veía a la gente de la fiesta, no me había equivocado al afirmar previamente que Alicia sería la más guapa del lugar: lucía un elegante vestido de encajes azul prusiano que le llegaba hasta la rodilla y resaltaba el color blanco de su piel y el azabache de su cabello. Sus ojos lucían más vibrantes que nunca y pude darme cuenta de un error que había cometido todo este tiempo: no era una simple muchachita, sino que toda una mujer.
Para no quedar como un torpe, tuve que suprimir mi admiración un momento para poder atenderle en cuanto dijo mi nombre, sorprendida por verme allí.
– Lamento llegar tan tarde –dije.
Nadie entendía la situación, incluso ella misma parecía consternada por el hecho de que alguien la acompañaría a la fiesta, pero ante el atraso que llevaban su madre decidió pasar por alto el hecho y nos hizo meter a todos rápidamente al auto.
El viaje en el auto pareció incómodo para todos. Por un buen rato nadie dijo nada, Alicia solo miraba por la ventana, podía sentir su nerviosismo y su pequeño corazón latiendo un poco más acelerado de lo normal, yo estaba a su lado tratando de calmar su temple y a mi otro lado tenía a Alex que parecía extrañado pero indiferente. Después de un rato, la madre de las muchachas abrió la boca y preguntó con curiosidad cómo me llamaba y cómo me había conocido. Ante las preguntas, noté que Alicia se tensaba, ya que me imagino que no sabía cómo contestar sin ser honesta.
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Editado: 24.07.2019