El fin del año escolar estaba a tan solo 2 días y todo lo demás estaba listo. William nos esperaba y no se había espantado al contarle quién me acompañaría. Además, los papeles y todo ya estaban listos, junto con algunos arreglillos administrativos en la pastelería.
Todo iba bien hasta que recibí una inesperada visita de Claude en mi pastelería. Él nunca salía de las catacumbas y menos con el abrasador calor de verano, por lo que al verlo supe de inmediato que algo malo había sucedido. Su cara reflejaba un pavor absoluto, sus emociones estaban tan descontroladas que ni siquiera sabía cómo empezar a hablar. Aún había público circulando además de los trabajadores, así que antes que notaran algo extraño me lo llevé a la pequeña oficina.
Balbuceaba demasiado, casi podía ver que sudaba, algo que realmente no podemos hacer. Su nerviosismo empezaba a irritarme y tuve que gritarle para que a penas pudiese decir una palabra.
– Tabatha.
– ¿Qué sucede con ella?
– ¡Que me lleve el diablo! –suplicó desesperado –. Esa muchacha es una diosa. Por favor, no te molestes conmigo, pero desde la primera noche que la vimos me la he estado cogiendo en los cuartos de la perdición. Siempre pide más y más y hace unas horas… –dudó.
– ¡Hace unas horas qué, carajo habla!
– Ella hizo que la mordiera. No me pude resistir, ¡me tenía en sus manos! Podría haberla escuchado gemir de placer y dolor por siempre…No me di cuenta que estaba casi moribunda y entonces…
– Carajo, Claude… ¿la dejaste morir?
– No Vincent… Tuve que convertirla.
Sus palabras me habían dejado helado, aturdido un buen momento. De pronto la idea empezó a repetirse en ecos, podía imaginar el caos que una caprichosa como esa formara parte de nuestro mundo. Si ya no tenía respeto por nada, ahora mucho menos y seguramente ya andaría por ahí buscando sangre a diestra y siniestra y pronto arremetería con su hermana
– ¿Dónde está ahora?
– En su casa, durmiendo. Después de despertar en su nuevo estado salió desesperada por el dolor de la garganta, sin darme tiempo a explicar. La seguí hasta que salió al exterior y corrió sin rumbo hasta que cayó rendida frente a una casa al sur de la calle Los Lirios, aturdida por los nuevos estímulos y derrotada ante el sol que en su estado tan vulnerable casi la incinera.
Sin lugar a dudas era la casa. Probablemente a esas horas no había nadie más pero había sido una irresponsabilidad dejarla sola ahí en ese estado. ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que despertara con el dolor punzante en su garganta suplicando por sangre?
– Hay algo más Vincent. Creo que Alicia estaba en la casa, arriba en su habitación.
Claude no sabía las cosas que pasaban en esa casa, no tenía idea del trato de Tabatha con Alicia y el riesgo que corría en ese momento. Solo por eso quizás no le desgarré el cuello en ese momento, pero de todos modos estaba enfadadísimo por su inocente irresponsabilidad y con rapidez partimos a la casa de Alicia.
A penas llegamos me escurrí en la habitación de mi pequeña humana, sin importarme si interrumpía su intimidad. Estaba sentada en su escritorio viendo cosas en su computadora portátil y al verme se sorprendió. No entendía mi rostro aturdido y por qué la abrazaba como si hubiese estado a punto de perderla pero no me dio tiempo de explicarle, solo le pedí que me acompañara a la habitación de su hermana donde estaba Claude vigilando.
Me acerqué con cierto temor, procurando mantener a Alicia detrás de mí. Ella seguía sin entender qué sucedía, dudaba si preguntar pero el ambiente era demasiado tenso. Tabatha estaba semi desnuda sobre la cama, con el ceño algo fruncido y con ligeras heridas sobre su piel que cicatrizaban lentamente.
– Alicia, ¿a qué hora llega tu madre a casa? –pregunté sin quitar la vista de la cama.
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Editado: 24.07.2019