Helena se encontraba en el bosque. Junto al árbol en el que solía estar la fresa se encontraba un tronco cortado a la mitad. Sobre este había dos objetos, aunque no los podía ver bien pues estaban parcialmente cubiertos por un trozo de tela color carmesí. Uno muy parecido al que había llevado su madre a casa. Se acercó y de un tirón quito la tela. Pudo ver que había solo un objeto. Era una mariposa hecha de piedras preciosas. Las alas eran esmeraldas planas, las patas eran delicadas astillas de rubí y las antenas eran dos espirales de zafiro. Era hermosa, tanto que tardo un rato en notar la otra cosa. Era una mariposa, una de verdad. Con las extremidades caoba combinadas con pequeñas alas de blanco crema. Bajo la mariposa de piedras preciosas había un papel. Lo desenrrollo y leyó. Decía "Escoge uno" en letras gruesas y oscuras. Una mariposa supuso. No sabía cuál elegir, ambas eran hermosas. Cada una tenía algo especial que la hacía atrayente. Finalmente se decidió por tomar la de piedras preciosas. Después de todo estaba casi segura que la real se podría escapar.
En cuanto la toco la bóveda nocturna fue cubierta por una extensa nube roja, la mariposa real salió volando y se perdió de su vista. La mariposa sintética que tenía en la mano empezó a moverse y a derretirse. Se fundieron todas las joyas creando una masa viscosa que posteriormente se volvió lodo. De pronto se sintió mal. No enferma. Mal consigo misma. Como si hubiera hecho algo malo. No sabría como llamarlo. Era una opresión en el pecho que la agitaba. De repente de las tinieblas apareció Missi.
—Ya realizaste tu elección— No se parecía a la voz de una niña. Era profunda y grotesca— ahora lidia con las consecuencias.
Antes de que pudiese decir algo vio como de todos los arboles brotaban fresas. No eran fresas cualesquiera, eran todas como Ela. Todas hablaron al mismo tiempo lastimando sus oídos. Eran voces agudas y penetrantes, todas diciendo exactamente lo mismo, " mala decisión". Todos los árboles se sacudieron y fueron absorbidos por la gran nube. Helena quedo en medio de un desierto yermo. Missi ya no estaba. En su lugar estaba Lisa, quien la miraba apesadumbrada.
—¿Qué pasa? — se acercó, pero choco con una pared invisible— no entiendo.
—Ya elegiste un lado— No era la voz de Lisa, era de Ela— tomaste tu decisión.
—¡¡¡¿QUE?!!!—ahora si estaba perdida— ¿qué lado? ¿qué decisión?
—Se te dio a elegir sobre el mundo, todo lo que hay en él. Y lo escogiste a el— señalo detrás de ella— ahora son uno solo. Como siempre deseo que fuese.
Helena miro confundida hacia atrás e inmediatamente se dio cuenta a quien se refería. En medio de la nada que ahora era el mundo. El mundo entero, pues podía sentir que la vida se había esfumado. Estaba Ezra. Seguía siendo un ser de ramas y hojas. Pero sus ojos, sus ojos eran dos monedas de plata. Como las que ponían los griegos en los ojos de sus muertos. Ezra se acercó hasta que la rodeo con sus brazos. Empezó a faltarle el aire, movió los brazos pidiendo ayuda a Lisa.
—Lo siento— seguía teniendo la voz de Ela— quería ayudar, pero no logre....
Ya no pudo oír mas. Su vista se nublo, el aire dejo de llegar a sus pulmones. Lo peor de todo es que se sentía responsable de todo. Ella había elegido mal, ella había provocado que el bosque desapareciera, ella, solamente ella.
Helena despertó agitada, respirando con dificultad y sudando frio. Miro alrededor, estaba en su habitación. Solo había sido una pesadilla. Eso esperaba. Aun así, no pudo volver a quedarse dormida, la imagen de Ezra rodeando su cuello se repetía cual película de terror.
#22492 en Fantasía
#2914 en Paranormal
#907 en Mística
amistad sin limites, magia blanca y oscuros poderes, lazos ancestrales y herencia de sangre
Editado: 19.06.2019