capitulo 33

Lina Miller se había quedado toda la tarde llenando papeles y calificando exámenes. Ninguno de los maestros lo hacía. Cuando le había dicho a uno de sus compañeros que se quedaría a terminar algunos planes para su clase, este se había reído y le había dicho que ese era el comportamiento de todos los profesores al entrar. Ella tenía experiencia, pero no llevaba mucho tiempo en esa escuela. Que ya se le pasaría tanta emoción. La fase primípara se acababa rápido. Ella se había sentido ofendida. No solo por el hecho de que sabía lo que significaba esa palabra, sino también porque calificaran su entusiasmo por enseñar de forma tan burda. La verdad no los entendía. Si no querían enseñar no tenían que hacerlo. Nadie los había obligado a tomar esa carrera. Esa excusa de que la situación económica era difícil y por eso estudiaban esa carrera, era solo eso, una excusa barata. Existían muchas carreras para elegir. No tenían que arruinar la educación de los niños. Ellos no tenían la culpa de las malas decisiones que tomaban los adultos. Ella nunca se cansaría de enseñar. Por eso se quedaría todas las tardes si era necesario. Haría de esos niños personas correctas y sobresalientes.

Salió del salón para tomar una taza de café. La necesitaba. Empezaba a ver círculos de lápiz en todos lados. Estiro los brazos y escucho como tronaban sus vertebras al acomodarse. Demasiado tiempo inclinado sobre las evaluaciones la hacían parecer el jorobado de Notre Dame. Casi podía saborear un rico expreso con leche y espuma adicional, junto con la cafeína despertando sus neuronas. La tarde empezaba a caer. Los estudiantes se habían marchado hace horas. Por esa razón se extrañó de ver a Helena Balaguer. Más aún porque salió corriendo despavorida de la biblioteca como si hubiese visto un fantasma. Se fue corriendo tras su alumna. No podía dejar que se fuese en esas condiciones. Podía pasarle cualquier cosa y eso no lo permitiría mientras siguiera ejerciéndose como maestra.

—Helena— la detuvo tomándola del brazo— ¿qué sucede?

La niña la miro desorientada. No le contesto inmediatamente. En su lugar miro varias veces en todas las direcciones, en especial de donde había venido. Parecía asustada. Tenía los ojos y la nariz roja. Respiraba rápido, aunque esto último lo atribuyo a que estaba corriendo como maratonista en la final del mundial.

—Ya tengo que ir a casa

—¿Pero ¿qué pasa? ¿qué tienes? — la niña parecía tener prisa—¿te paso algo?

—No— dijo a la defensiva— solo que estaba en la biblioteca y se me hizo tarde. Mi madre me va a regañar.

—Helena dime la verdad— no creía una palabra de lo que estaba diciendo- puedes confiar en mí.

—Señorita Miller le estoy diciendo la verdad— se soltó de su agarre— si no me deja ir tendré problemas. Usted me saco de uno ¿no querrá que me meta en otro? ¿o sí?

La miro con recelo. Nadie actuaba de esa forma solo por incumplir un horario de llegada. No solo tenía prisa, había estado llorando. De eso estaba totalmente segura. Tenía mucha experiencia e intuición como para que la engañaran tan fácilmente. Si le habían hecho algo a esa niña ella lo descubriría y la ayudaría. Pero primero necesitaba que ella hablara.

—¿Paso algo extraño en la biblioteca? — la niña miro instintivamente hacia allá— ¿Es eso verdad? — sabía que había algo extraño— voy a ir a averiguar. Si alguien te hizo daño lo vamos a denunciar.

— No— la niña casi grito— por favor no vaya.

—Es mi deber ayudarte— la miro con cariño— quédate aquí.

En cuanto se giró la niña salió corriendo. Lina trato de alcanzarla, pero parecía que tuviese cohetes en los pies, pues a los pocos segundos ya no había rastro alguno de ella. La dejo ir. Ahora mismo tenía un deber y era saber que había pasado. Para eso tendría que ir a la biblioteca a buscar que o quien la había asustado de semejante manera. Fuera lo que fuera se iba a enfrentar con una protectora maestra muy enojada.