La voz le había dicho que tomara asiento y escuchara con paciencia las explicaciones y disculpas que le debía a una confundida niña. Helena en medio del trance hizo todo lo que la voz le decía. Era tan... relajante. Si le hubiera dicho que saltara de un risco lo habría hecho por el simple motivo de volverla a escuchar. Pero la voz nunca le hubiera pedido eso. Dañarla no era su cometido.
—Primero que nada, quisiera disculparme— empezó la voz proveniente de la fresa— mi comportamiento fue deplorable. Tuve un arranque de emociones negativas y me temo que no lo supe manejar. Así que... ¿podrías disculparme por mi actitud?
—Ahh... si claro— Helena titubeo un momento ante las incomodas disculpas. La sensación de trance había disminuido. Pero aun sentía un poco de adormecimiento y confusión ante el capricho de caminar hasta ese lugar.
—Creo que empezamos con el pie izquierdo. Mucho gusto Helena— la complacencia con la que hablaba era graciosa.
La mente nublada de la niña termino de aclararse—Mucho gusto...mmm ¿fresa? — ¿cómo se suponía que debía llamarla?
—En realidad— la voz pareció divertida ante la pregunta no formulada— tengo un nombre distinto al del cuerpo que ocupo.
—Y seria...- daba muchos rodeos para presentarse— pensó Helena para sí.
— Mi nombre es Arabela- cantarruteo su nombre con cariño- Pero tú puedes llamarme Ela.
—Bien. Mucho gusto Ela— se sentía incomoda por lo que quería decir— y tu... tu eres... ¿eres una fresa parlanchina?
—No.… si.... bueno es complicado— sonaba como cuando su maestra quería enseñarles un tema nuevo de matemáticas— que te parece si empezamos a conocernos y poco a poco resuelvo tus dudas.
Era una petición extraña, justa, pero extraña. Sin embargo, ella era muy curiosa, siempre lo había sido. Incluso en navidad cuando su madre compraba los regalos con anticipación (eso era casi todas las veces) ella los buscaba y revolvía toda la casa hasta encontrarlos. Después de un tiempo había logrado predecir la mayoría de los lugares donde su madre solía esconderlos. Nunca los abría, solo los buscaba para luego con una curiosidad mórbida tratar de imaginar que podría ser a partir de la forma de la envoltura.
—Bien— respondió cediendo ante su propia kriptonita— pero como sé que dirás la verdad.
— Yo no miento— dijo repentinamente seria— Nunca miento, no puedo. No es correcto.
Lo dijo con tal resolución que Helena no tuvo más remedio que creerle. Hubo un largo silencio mientras las férreas palabras se instalaban entre las dos. Arabela fue quien hablo primero, rompiendo con la hostilidad.
—¿Cómo estás? ¿Qué tal tu día?
Las preguntas eran tan sencillas y cotidianas que incluso llegaba a molestar tanta parafernalia para entablar esa conversación tan corriente. La niña esperaba algo diferente. ¿mágico talvez? además no le era agradable recordar los sucesos penosos del día. Había estado demasiado concentrada en otras cosas, tanto que no se había podido desahogar y esa simple pregunta tan inofensiva desato un mar de llanto y grititos desconsolados.
— ¡¡¡MAL!!! MUY MAL.…— gimió supurando de sus heridas emocionales— ¡¡¡¡HA SIDO UN MAL DIA, UNA MALA SEMANA!!!! DESASTROSA.
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Editado: 19.06.2019