Violet y las cuatro espadas imperiales

U N O

Estoy sentada en el patio trasero del instituto. Aquí es donde aprendemos a desarrollar nuestros poderes. El mío es el fuego, es uno de los poderes imperiales. Pero como soy mitad linguorth, no lo puedo ser. Eso es lo que dijeron los ancianos.

No quiero entrar a clase, todos me miran como un bicho raro. Bueno en verdad ya me he acostumbrado. Pero prefiero la soledad.

—Violet— si ese es mi nombre. Me nombraron así por ser mitad claro, mitad oscura. Mi piel es blanca, los de los linguorth es un tanto canela, los de los Erzar es clara.

Esa voz la conozco muy bien, es de la directora Black. Giro la cabeza, esta parada a mi lado. En sus ojos puedo ver un poco de miedo, piensan que soy impulsiva, que cualquier momento me revelaré... capaz algún día.

—Debería estar en clases y, no aquí en el patio— prosigue. Resoplo, pensaba que este lugar era tranquilo pero, me equivoque.

Me pongo de pies y me limpio la ropa, la miro y sigo. No le pienso responder nada. Camino hasta el aula de entrenamiento. Aquí se estudia desde los dieciséis (comencé hace tres meses), son tres etapas: desarrollo, fuerza y misión. Estoy en la primera... pero como quisiera terminarla.

Entró al aula y todos se dan cuentas, me quedan mirando. Ruedo los ojos y me siento en la esquina.

Veo como los otros escuchan al instructor. Miro mi mano y sale fuego. No me quema, no me lástima. Es parte de mí y me gusta, muevo mis dedos y el fuego baila. Me divierte.

—Apaga tu fuego Violet— alzó la mirada, es Robert. Si han escuchado que si alguien es peligroso, tiene que tener un guardaespaldas. Él es el mío— Puedes lastimar a una persona.

—No es mala la idea...

— ¡VIOLET!— con un ademen desaparezco el fuego, me paro. Tengo que salir de este lugar. Pero siento que me sujetan el brazo. Giro mi cabeza y es el.

—No hagas algo de que te puedas arrepentir.

—Ya lo estoy— me suelto de su agarre y salgo del lugar.

 

Tres de la tarde, al fin puedo irme. Pero tengo que ir a mi casa y ver la cara de decepcionada de mi madre, aun no lo entiendo. Mi culpa no es, yo no pedí nacer, fueron ellos.

Voy a mi casillero a coger mis cosas. Tengo que salir de este lugar o me volveré loca. Nunca camino con la cabeza agachada, siempre en alto. Para que avergonzar de lo que soy, en cambio estoy orgullosa.

Abro la puerta del casillero.

—Violet ¿Dónde estás?— escucho una voz lejana, miro a los lados no hay nada— ¿Dime donde estas y te voy a rescatarte?— otra vez, pero sonó como si estuviera en mi cabeza. La sacudo, creo que me estoy volviendo loca.

Saco mi maleta y salgo del lugar. Afuera también es otro cantar, la gente me mira y murmura. Resoplo, ¿Cómo a una gente "alegre" le puede gustarles los chismes?

Abro la puerta, veo a mi madre sentada en una mecedora. Me mira y agacha la cabeza. Dioses ¿Cómo puedo soportar esto? Sigo de largo, no quiero ver su cara de niña que no rompe un plato.

—Violet— escucho mi nombre, ¿es la voz de mi madre? Ella casi no me habla, solo para decirme cosas importantes. Nunca me ha dicho Buenos Días, o Te quiero hija. Me giro, tiene agarrada sus manos y la cabeza agachada.

—Me informaron que mañana... comienzas la segunda etapa...

— ¿Qué? Pero... si hace tres meses empecé la primera y aun me falta dos meses más— no puedo creer que me adelante muy rápido.

Pero todos tienen una explicación.

—Me dijeron que... eres muy buena e...

—Que falsos— comienzo a reír— ¿Qué soy buena en desarrollo? ¿Eso te dijeron?, es mentira lo que quieren es que suba rápido, ¡valla a misión y muerta!

— ¡NO! No lo permitiré— eso en verdad me sorprendió, que ella diga eso.

—No me hagas reír, tu eres la primera— encaminó a mi cuarto.

—Violet— resoplo, simplemente no me puede dejar en paz. Me doy la vuelta y está muy cerca de mí. Me mira— Creo que tendrás que irte con él.

¿Con él? De Que Habla.

— ¿Qué? ¿Quién él?— fruño el ceño. Ahora sí que no entiendo nada.

—Lo sabrás mañana, el té protegerá. El ya...— la puerta se abre de golpe y entra los consejeros de los ancianos.

—Señorita Violet, creo que su madre ya le comento de su nueva etapa. Vengo a entregarle esto— me estira una bolsa negra.




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