El proyecto en mi vida empezó a mis veinticinco años:
ARES-M, fue la instalación madre que generó prototipos referentes a enlaces proteicos con la ayuda de ancestros; la Arvícola jacobaeus, resultaba ser un espécimen necesario para el trabajo de investigación, su fuerza y su reacción a enfermedades le proporcionaba a nuestro nuevo objeto de análisis, respuestas a un futuro prometedor; nos facilitó mucho saber que, en uno de los rincones de la tierra, esta especie se encontraba con vida pese a pensar de su extinción.
Su hallazgo facilitó muchas de las cosas que hubieran tardado años, la ubicamos por pequeñas historias de los pueblos más nativos de la zona. La combinación no solo se hizo con una cadena específica de ADN, todo abarcaba un sin número de mezclas poco ortodoxas, es decir, se tomaba la cadena ribonucleica de todo ser actual, que lograba eliminar y proporcionar, una defensa y un desarrollo físico al animal, para su protección; un ejemplo de esto, de los más comunes diría, fue el de las estrellas de mar pertenecientes a la familia de los equinodermos y medusas provenientes de los ctenóforos y sus derivados, que podían inclusive reconstruir su propio cerebro, sin pasar por alto el de las lagartijas que permitían regenerarse de una manera excepcional.
Lo que aprendí dentro de esa instalación no fue solo cadenas comunes, sino también su combinación y enlace de diferentes especies, todo resultaba en ciencia y desencadenaba nuevas incógnitas. Ahí radicaba su belleza, o eso creí.
Jeremías...
Un sonido agudo invadió mi cabeza mientras salía temeroso de aquella quebrada; al incorporarme divisé a uno de los hombres que me perseguía arrodillado dándome la espalda, lentamente di pasos hacia él para ver porque estaba agitado, cuando intenté ver su rostro resbalé y caí al suelo volteando rápidamente la mirada, percatándome que en su ser ya no se encontraba un brazo y solo se sostenía la articulación con fuerza para no perder sangre; resultaba ser inevitable ver que eso no serviría de nada, pese a que sostenía con fuerza aquella arteria, en su pecho una pequeña estaca de arbusto lo atravesaba dando directamente a su pulmón cerca del corazón, ya no podía luchar; botaba sangre de su boca a manera de reacción propia de su organismo, y asustado me dijo que corra; era el más callado de los tres, el que solo rebuscaba algo de dinero nervioso en las carteras de los chicos, el que ahora vomitando sangre decía que huya; aquella escena no resultaba normal, corrí asustado sostenido de uno que otro árbol, pero el intento de escapar era débil; veinte metros más a delante, giré en unos arbustos encontrándome de golpe con un cuerpo partido bruscamente por la mitad, era otro de ellos, lo reconocí por su ropa, y por la navaja llena de sangre que retiró hace poco del abdomen de aquel muchacho, mi cuerpo no soportó tal escena, por inercia me arrodille sobre él provocando que vomitara grandes porciones de mi almuerzo; de repente, una risa se hizo notoria en la brisa que golpeaba en aquellos árboles, el miedo invadió mi mente haciéndome sentir que no saldría de allí.
(V) Volteé el cuerpo inerte boca arriba, su mirada expresaba temor y dolor... como si algo lograra dejar plasmado en él su miedo; analicé todo a su alrededor, y divisé en una de las ramas, un brazo cortado de donde chorreaba sangre; junto al tronco de aquella rama en una piedra, una mancha de color rojo muy grande se encontraba impregnada, y en el suelo el cuerpo del último de ellos sin las dos piernas, lo único ahí, era la cabeza y solo un brazo acompañando ese tronco asqueroso, su rostro resultaba irreconocible de ahí provenía la sangre de aquella roca.
Intenté gritar lo más fuerte posible -que cobarde-, pero perdía el tiempo, el temor incapacitaba mi habla.
Caminé hacia la vía principal al otro lado del bosque, mi vista estaba perdida y mis oídos atentos a cualquier ruido; mis pasos eran lentos (maldita sea), caía a cada instante, los pies me pesaban; gateé como bebe tembloroso, prácticamente todo mi cuerpo estaba adormecido, la mochila pesaba a pesar de estar con pocos libros, todo volvía a ser como en aquella quebrada, mi audición desapareció y una voz me habló -corre, huye de aquí-; era mi voz, mientras botaba lágrimas, inconsciente de lo que hacía hablaba en voz alta -malditas piernas no me obedecen-; en el interior de un grupo de árboles una sombra de dos metros y medio empezó a descubrirse, su silueta semejante a la de un deportista encorvado muy alto; caminaba mostrando en su ropa sangre mientras la luz abría más la parte del torso, mostrando en sus manos carne fresca y la sangre que goteaba de aquella.
Al final, la lumbrera aclaró su rostro y... (petrificación), paralizó el mío; como si me hubieran propinado un golpe duro en la sien.
Ojos sin iris de color blanco como la nieve, una boca lo suficientemente grande como para tragar todo un brazo, su cabellera larga castaña, su cuerpo alto y con apariencia desnutrida, se tambaleaba mostrando deformidad en sus articulaciones.
Mis cuerdas bucales se contrajeron más debilitando el habla o cualquier intento de gemir; es obvio, que cualquier intento de gritar, resultará inútil; y, para rematar su vista muerta como si estuviera ciega, no me reconforta; intento escapar; y, pone su concentración sobre mí; agacha su cabeza mientras me mira y, sonríe..., los músculos de su boca acomodan el ceño de este ente de una manera atroz que jamás se ha visto, maquiavélica y espeluznante pareciera que solo se encontraran en mi cabeza.