Voices (usded)

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╰────────────────➤[Una oportunidad]














 











 

Klaus se quedó toda la noche leyendo, algo que normalmente le encantaba. Cuando sus padres estaban vivos, Klaus solía llevarse una linterna a la cama, se ocultaba bajo las sábanas y leía hasta que ya no podía mantener los ojos abiertos. Algunas mañanas su padre entraba en la habitación de Klaus para despertarlo, y lo encontraba dormido con la linterna en una mano y un libro en la otra. Pero aquella noche en concreto, claro, las circunstancias eran muy distintas.

Klaus se quedó junto a la ventana, entrecerrando los ojos para leer el libro que había agarrado a escondidas a la luz de la luna que iluminaba tenuemente la habitación. De vez en cuando miraba a sus hermanas. Violet dormía intermitentemente —palabra que aquí significa «revolviéndose mucho»— en la incómoda cama, y Sunny se había acurrucado en las cortinas de tal modo que parecía un montoncito de ropa. Klaus no había hablado a sus hermanas del libro, porque no quería darles falsas esperanzas. No estaba seguro de que les ayudara a salir del conflicto.

Era largo y difícil de leer, y Klaus se fue cansando y cansando más y más a medida que transcurría la noche. De vez en cuando se le cerraban los ojos. Se encontró leyendo la misma frase una y otra vez. Se encontró leyendo la misma frase una y otra vez. Se encontró leyendo la misma frase una y otra vez. Pero entonces se acordaba de cómo habían brillado los garfios del socio del Conde Olaf en la biblioteca, y se los imaginaba atravesando su piel, y despertaba de golpe y seguía leyendo. Encontró un trozo de papel que rompió a tiras, y lo utilizó para marcar partes importantes del libro.

Para cuando la luz del exterior se volvió gris al acercarse el amanecer, Klaus había encontrado todo cuanto necesitaba saber. Sus esperanzas emergieron con el sol. Finalmente, cuando los pájaros empezaban a cantar, Klaus se dirigió de puntillas hasta la puerta del dormitorio y la abrió con cuidado, para no despertar a la inquieta Violet o a Sunny, que seguía escondida entre las cortinas. Se dirigió hacia la cocina y se sentó a esperar al Conde Olaf.

Al cabo de unos minutos, escuchó el sonido de una voz cantora y se acercó, allí estaba Elena cantando mientras terminaba de escribir la maravillosa obra. Trató de llamar la atención de la joven, pero se dio cuenta de que ella se veía ensimismada con su aventura, así que solo se quedó a observarla. La miraba como nunca antes, pero cuando se percató dejó de hacerlo y no entendía la razón por la que estaba actuando de ese modo. Cuando Elena dejó la lapicera sobre la mesa, se encontró la mirada de Klaus y le dedicó una sonrisa, que él no pudo evitar responder.

—Lo lamento, yo... —reconoció la tartamudez y le asustó.

Elena lo miró con seriedad y se acercó al ver el sonrojo en la cara de él, llevó su mano a la frente de Klaus para sentir si se había enfermado, pero no estaba caliente, solo sus mejillas lo estaban. Se alejó y volvió a sentarse en su lugar.

—¿Te sientes bien, Klaus?

—Yo... Yo, sí.

—No parece que estuvieras bien.

—Pero lo estoy, Elena.

Ella asintió y le tendió las últimas páginas del manuscrito de la obra. Su amigo estiró la mano y sin querer acarició la piel de ella, de inmediato, soltó las páginas y estas cayeron al suelo. Él se sorprendió y comenzó a juntarlas, pero Elena tomó la misma página que él y nuevamente sus manos se tocaron. Klaus sintió las frías y delicadas manos suaves de Elena y se puso de pie.

—Creo que de verdad no estás bien. ¿Quieres que llame a Violet?

Él negó y salió de allí. Se quedó solo pensando en todo lo que había ocurrido con Elena, pero al ver que ella se había ido del lugar, decidió regresar y esperar al Conde Olaf.

No tuvo que esperar demasiado antes de oír que Olaf bajaba ruidosa y pesadamente las escaleras de la torre. Cuando el Conde Olaf entró en la cocina, vio a Klaus sentado a la mesa y sonrió, palabra que aquí significa «sonrió de forma poco amistosa y falsa».

—Hola, huérfano —dijo—. Te has levantado temprano.

El corazón de Klaus latía muy deprisa, pero él aparentaba calma, como si llevase una armadura invisible.

—He estado despierto toda la noche —dijo—, leyendo este libro. —Dejó el libro en la mesa para que Olaf pudiera verlo—. Se llama Leyes nupciales, y leyéndolo he aprendido muchas cosas interesantes.

El Conde Olaf había sacado una botella de vino para servirse un poco como desayuno, pero al ver el libro se detuvo y se sentó.

—La palabra «nupcial» —dijo Klaus—, significa «relacionado con el matrimonio».

—Sé lo que significa esa palabra. —Gruñó el Conde Olaf—. ¿De dónde has sacado ese libro?

—De la biblioteca de Justicia Strauss —dijo Klaus—. Pero eso no importa. Lo importante es que he descubierto su plan.

—¿Ah sí? —dijo el Conde Olaf, su única ceja levantada—. ¿Y cuál es mi plan, sinvergüenza?

Klaus desoyó el insulto y abrió el libro por el punto donde había una de las tiras de papel.

—«Las leyes de matrimonio en esta comunidad son muy simples» —leyó en voz alta—. «Los requisitos son los siguientes: la presencia de un juez, una declaración de "sí, quiero" por parte de la novia y el novio, y la firma de puño y letra de la novia en un documento». —Klaus dejó el libro y señaló al Conde Olaf—. Si mi hermana dice «sí, quiero» y firma un trozo de papel mientras Justicia Strauss está en la sala, estará legalmente casada. Esta obra que usted monta con la ayuda de Lena. Se debería llamar La boda amenazadora. No va a casarse con Violet en sentido figurado: ¡va a casarse con ella literalmente! Esta obra no será fingida; será real y de obligatoriedad jurídica.



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En el texto hay: amistad, dolor, hurfanos

Editado: 22.08.2022

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